El túnel
Yuki, hija de un francés y una japonesa, planea sus próximas vacaciones con su amiga Nina cuando recibe la noticia de que sus padres se van a separar. De occidente a oriente, el futuro incierto –como cualquier futuro que se imagine en la infancia– la espera al otro lado del mundo. Yuki y Nina, entre la incomprensión del mundo adulto y otras vacilaciones, van a intentar recomponer lo que ya está roto. Suwa y Girardot construyen con paciencia la relación que tienen estas dos nenas con una realidad intervenida por la fantasía. Los cuentos de hadas, más que un escape, se presentan como una solución a los problemas y, sobre todo, como una esperanza. La cámara fija que las registra en los interiores, en las casas de sus familias que son la realidad pura y dura, se empieza a mover cuando deciden huir juntas a las afueras de la ciudad, al mundo de la infancia con sus juegos e ilusiones. Es en ese lugar que la película tiene su momento más logrado, sorprendente y genial, cuando en el medio del bosque Yuki concreta un viaje, un pasaje, a través de un túnel verde naturaleza en el que al principio se creía perdida. Para quien no la haya visto, no es un migración de la infancia a la adultez, sino un camino de crecimiento donde todo se reacomoda para poder continuar con la vida, o con vida. Después de haber visto La Pivellina no me puede sorprender la capacidad que tienen algunos chicos para ser reales. Yuki & Nina es otra demostración de lo que se puede hacer con los silencios y las palabras y de que Haley Joel Osment es el que estaba muerto, pero eso ya lo sabían.