Brandon Christensen explora miedos y tópicos del género
Esta propuesta del canadiense Brandon Christensen logra trascender más por su logrado retrato que por la originalidad de su discurso.
La película está anclada en el clásico subgénero de posesiones o apariciones espectrales, que sacuden la "normalidad" de la perfecta familia que el capitalismo busca fomentar para perpetuar su modelo.
Un niño es guiado por un misterioso amigo imaginario en un vínculo conocido como Z, que da título al film. Esto impulsa al pequeño a realizar un sinfín de acciones que alertaran a su madre, una mujer que intenta mantener algunas cuestiones de su pasado ocultas, hasta que la tragedia se desencadene y nadie pueda contener a ese "compañero" que vigila a su niño desde el fuera de campo.
Z (2019) vale más por su profunda critica al status quo que por su discurso de género, el que pierde fuerza al trabajar con sustos y estruendos sonoros. En tiempos dónde la estructura dramática y la progresión narrativa del cine de horror se deconstruye, es una verdadera lástima que Christensen (El no nacido) no decida soltar las ataduras de lo convencional y especule con ese terror que anida en los rincones y secretos de una familia.
La madre del niño desea ocultar la siniestra compañía de su pequeño con dosis de psicofármacos (sin poder evitarla) en una involuntaria crítica sobre la maternidad que, ante la primera señal de “anormalidad", desea ocultar todo con drogas legales.
Z pierde la oportunidad de seguir indagando en el American way of life y criticarlo (aunque la película es canadiense). Sin embargo, bien vale la pena prestarle atención a la propuesta y seguir los pasos de este lucido realizador.