Zama, de Lucrecia Martel
Por Guadi Calvo
Durante las larguísimas dos horas de la última película de Lucrecia Martel, me vinieron a la cabeza muchas de las charlas que tuve con Antonio Di Benedetto, poco antes de terminar su exilio y regresar a la Argentina “democrática” donde le habían prometido muchas cosas que después Alfonsín no supo, no quiso o no pudo. En aquellas charlas sobre literatura, sobre su literatura y otras muchas cosas que merecerían hacerse literatura, con ese pudor y modestia casi patológica que administraba en grandes dosis, alguna vez me confesó, que no había vuelto a leer Zama, por temor a encontrarse con errores y defectos.
Quien haya transitado la novela de 1956, acordará conmigo que el único defecto es su paleta de texturas y sabores que la hace prácticamente inabordable en su dimensión absoluta, casi metafísica donde un hombre se debate en el arcano de la espera y el olvido.
Poco antes de su muerte en octubre del 86, Di Benedetto me había comentado, con recóndita ilusión, que había un proyecto remoto de llevarla al cine. Era claro que para quien lo intentase sería un trabajo de delicada cirugía, aquel proyecto quedó en la nada como el destino de Zama. Por eso cuando me aliste para ver la versión cinematográfica de una de las novelas más importantes de la literatura argentina, que se codea con el Juguete rabioso de Roberto Emilio Godofredo Arlt, Adam Buenos de Marechal o las Nubes del “Turco” Saer, lo hice con ese vacío estomacal que me produce la Selección Argentina desde que el Loco Bielsa, bien nos colgó la medalla olímpica de las pestañas y se fue.
Respiré profundo y me sometí como Zama a ser víctima de la espera, poca agua de ese río barroso y obvio había corrido cuando entendí que Martel, no había hecho un trabajo de alta cirugía, que reclamaba el autor de Los suicidas, sino todo lo contrario, había diseccionado la novela de Antonio, con el criterio y el hacha oxidada de un carnicero frenético.
De aquel Zama que yo había leído como un talibán los hadices del Profeta, como un plan maestro, ¡que como un plan maestro! Como un plan celestial de cómo construir gran literatura, solo sobrevivieron algunas palabras deshilachadas. Que apenas farfullan los actores balbuceantes.
Zama se deslinda en eso, con un preciosismo tan insolente como efectista, donde como es usual en la directora trabaja lo mágico y maravilloso, para su clientela europea, que ignora que García Márquez ya ha muerto hace unos años y Alejo Carpentier mucho más .
Los personajes entran y salen por puertas y arcadas, cruzan establos y salones, sin saber a dónde van, pero con un ánimo que ya hubiera querido los hermanos Marx. Matan caballos sin explicaciones, surgen llamas, no de fuego, si no ese simpático mamífero artiodáctilo doméstico de la familia Camelidae, (gracias google) que por momentos parecen estar reclamando un parlamento. De agregar exotismo hubiera faltado un rinoceronte, una cebra y un hipopótamo, ya que negras en tetas hay algunas.
Por momentos, algo olvidado me llamaba desde muy lejos quizás sea el rio, el calor o la very typical selva sudamericana, un murmullo, que no era el que continuaba en la pantalla al que hacía tiempo me había resignado a no entender, me remitía a vidas pasadas a eras geológicas atrás ¿Aguirre la ira de Dios? No claro sin la locura de Kinski, ni el genio de Herzog. Seguí buscando y llegue a la maravillosa Hamaca paraguaya de Paz Encina, pero tampoco, los alucinados de Glauber Rocha, pero no, seguí insistía perseverante, ¿qué había en el fallido film que me resultaba familiar? casi al final mientras se ve la barca donde viaja derrotado para siempre el corregidor don Diego de Zama, ese que jamás Antonio quiso volver a visitar, recordé las arpas la banda música que Armando Bo, utilizó para La burrerita de Ypacaraí, por la que a cada uno se fue haciendo adepto a la Secta del Fénix, no por el cine, sino por Borges.
Posiblemente la crítica cool, que gusta de las niñas santas, las mujeres sin tetas, perdón, sin cabeza, abale este nuevo desatino de la directora. Los que sin duda no abalaran son aquellos que como se dice en Venezuela, se han bajado de la burra para pagar la entrada. Guadi Calvo
ZAMA
Zama. Argentina/Brasil/España/Francia/Holanda/México/Portugal/Estados Unidos:
Guión y dirección: Lucrecia Martel. Intérpretes: Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Rafael Spregelburd, Nahuel Cano, Mariana Nunes y Daniel Veronese. Fotografía: Rui Poças. Edición: Miguel Schverdfinger y Karen Harley. Diseño de producción: Renata Pinheiro. Sonido: Guido Berenblum. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 115 minutos.