En los últimos años, ninguna película argentina generó el nivel de expectativa entre críticos y cinéfilos, como la que ha despertado el épico estreno de Zama. La flamante película, designada como precandidata para representar a la Argentina en la carrera por los premios Oscar y Goya, sale de las entrañas creativas de una cineasta incomparable: la salteña Lucrecia Martel.
Desde ya, su entrada en la categoría "mejor película iberoamericana" en la noche de los galardones más reconocidos del cine español, está prácticamente garantizada. Con respecto al Oscar, y teniendo en cuenta la cantidad de países que aspiran a alcanzar una nominación a la codiciada estatuilla en el rubro "film de habla no inglesa", la cosa está más complicada. Los votantes de la Academia de Hollywood generalmente eligen películas extranjeras, basándose en la mirada que ellos tienen sobre la coyuntura de cada rincón del planeta, en una suerte de discutible cosmovisión que opera a puro lugar común. En el caso de Argentina, los premios a La historia oficial y El secreto de sus ojos corroboraron esa tendencia, lo mismo para la nominación que recibió Relatos salvajes. No vamos a discutir aquí los méritos cinematográficos de cada una de esas obras, sino el simple hecho de que su lugar en la entrega de los Oscar estuvo canalizado por las coordenadas anteriormente mencionadas. En este sentido, Zama no sólo es un ovni dentro del panorama del cine nacional, sino también a nivel mundial. El film de Martel levanta por lo alto la bandera de permanencia y resistencia de un cine ambicioso, que se propone ir más allá del umbral de la pantalla.
Muchas veces el mote de "película ambiciosa" es malentendido con el de "película pretenciosa". Aquí estamos claramente frente a la primera categoría. Un film tan épico como intimista, que atravesó múltiples batallas para llegar a las salas de cine. Pasaron nueve años desde el último largometraje de la realizadora, La mujer sin cabeza, y en el medio también otro desafiante proyecto que quedó trunco, el de adaptar la legendaria historieta El Eternauta.
La concreción de Zama requirió del esfuerzo de un auténtico batallón de productores privados (tan diversos como los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar y el astro de Arma mortal, Danny Glover), sumando el aporte de múltiples instituciones mundiales, entre las que se incluye nuestra Universidad Nacional de Cuyo.
Siempre se dijo que la novela cumbre del autor mendocino Antonio Di Benedetto, publicada en 1956, suponía una experiencia imposible de trasladar al cine. Aquí Lucrecia Martel no sólo demuestra lo contrario, sino que lo hace desde la perspectiva más lúcida. En términos generales, existen dos clases de adaptaciones de obras literarias a la pantalla grande, las que naufragan en el frío ejercicio del rigor académico, es decir aquellas que intentan respetar a rajatabla las páginas del material original; y las que son capaces de construir un universo propio a partir del ingreso en las entrañas del libro.
Don Diego de Zama, interpretado magistralmente por el mexicano Daniel Giménez Cacho (La cordillera, La mala educación, Profundo carmesí), es un asesor letrado de la corona española, varado a fines del siglo XVIII durante más de un año en un paraje paraguayo (aquí recreado en locaciones formoseñas), a la espera de que el Gobernador haga la gestión pertinente para que el Rey disponga su retorno a su hogar, que hipotéticamente sería Mendoza. Su mujer y sus hijos lo esperan. El hombre, que está muy lejos de ser lo que se dice un buen tipo, también espera. Y en medio del eterno sinsentido que implica el concepto de espera, se mezclan pelucas, trajes y vestidos de una realeza polvorienta, ensambladas a la fuerza con los ritos ancestrales de los indios; en medio de una fauna en la que todo tipo de animal puede irrumpir en la reunión más protocolar.
A pesar de que tristemente, la malas condiciones de las diferentes comunidades aborígenes de nuestro país se han perpetuado en el tiempo, Zama no pretende erigirse en film de denuncia, aunque más de una de sus escenas empate con la urgencia de dichas poblaciones en el presente.
En términos formales, la película tiene todas sus cartas a favor. La voz en off, ese recurso que a veces resulta tan irritante, aquí encuentra un tono exacto, en un relato que pendula entre lo intimista y lo épico. Martel trabajó codo a codo con el talentoso director de fotografía portugués Rui Poças, y el diseñador de sonido Guido Berenblum, quien conquista un nivel de exquisitez único en el cine nacional de estos últimos años. Claramente, el film de la salteña es un ejercicio de prodigio y virtuosismo, que no tiene como misión ajustarse a una exacta reconstrucción de época. La realizadora despliega cada laboriosa herramienta de lenguaje cinematográfico, sin perder la impronta de una experiencia sensorial. Zama navega como un indescriptible trance hipnótico, por eso tal vez Lucrecia dijo hace días en una entrevista con María O'Donnell en Tarde para nada, por Radio Cut, que hay que "entregarse a su película como a un fernet". En esa misma nota, la directora remarcó que no hace films difíciles, a pesar de que durante tanto tiempo le hayan hecho esa fama.
Algo milagroso flota en estos días en los cines mendocinos. Por un lado, el debut de Zama, con una entrada súper accesible a sólo $35, desde este domingo hasta el próximo miercoles, en Village y Cinemark, formando parte de la promoción de la Semana del Cine Argentino, lanzada por el INCAA y el Ministerio de Cultura. A su vez, también se ha producido el estreno de la nueva película de otra gran directora del cine nacional, estamos hablando de Alanis, realizada por la talentosa Anahí Berneri, que también tendrá funciones a $35 en Cine Universidad.
Históricamente, no sólo aquí sino en el mundo entero, la producción cinematográfica ha estado dominada por varones. Siempre se habla del cine como una inmutable usina machista. Para contraponer ese concepto, si durante estos días ustedes se dan la chance de ver las obras de estas dos inspiradas mujeres, que desde hace rato vienen construyendo filmografías desde una premisa tan pasional como arriesgada, podrán llegar a la conclusión de que son dueñas de una fuerza, tanto desde lo cinematográfico como lo ideológico; más poderosa que la esgrimida por referentes como Santiago Mitre, Mariano Llinás, Pablo Trapero o Adrián Caetano. Sólo por mencionar algunos chicos, que están muy detrás del talento y la garra de estas féminas cuyas películas son una perfecta síntesis de batalla y belleza.
Zama / Argentina, Brasil, España, Francia, Holanda, México, Portugal, Estados Unidos / 2017 / 115 minutos / Apta para mayores de 13 años / Guión y Dirección: Lucrecia Martel / Con: Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Rafael Spregelburd, Nahuel Cano, Mariana Nunes y Daniel Veronese