El cine de Lucrecia Martel es un cine sensorial, intuitivo, de experiencias y de mundos creados únicos. Su lucidez para reposar la cámara en la escena creada, el detalle de la descripción de sus personajes, la habilidad para imaginar lo inimaginable es de otro plano.
En esta oportunidad recrea a Antonio Di Benedetto y la inabarcable épica de “Zama” recortando hechos, supliendo la voz interna por una narración paralela desde los otros, configurando así una historia sobre una época en la que todo estaba por hacer y las tentaciones podrían hacer dudar sobre la honestidad de los hombres. El viaje es preciso, la experiencia es única, ojalá que no haya que esperar diez años nuevamente para ver una obra de esta artista.