Zambezia

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Con un cine de animación, que a nivel de distribución mundial casi todo viene de Estados Unidos, el hecho de estrenarse producciones como “Zambezia” supondría un ejercicio saludable de la diversidad. No todo es Pixar, Dreamworks, Blue Sky Studios o Disney. Es tanto y con tanta parafernalia mediática la de estos estudios que uno reflexiona y piensa: ¿en Sudáfrica pasará lo mismo que con “Metegol” en la Argentina? O sea que los sudafricanos también comentarán: ¿“Zambezia” no tiene nada que envidiarle a los grandes estudios de Hollywood”? Aparentemente sí, aunque para eso hay que parecerse un poco también a ellos. Desde “Sammy” (2011), de origen belga, hasta la de Campanella necesita cubrir ese mercado para recuperar la inversión. ¿Se diluye un poco la identidad?

Kai (Miguel Angel Leal) –voz en inglés de Jeremy Suarez-) es un halcón joven, impetuoso, lleno de brío, con el mundo enfrente y por debajo, y listo para ser llevado por delante. También es muy intuitivo y las fronteras lejanas no le son tan ajenas. Algo del sentido de la pertenencia parece despertar en él. Está allí, contemplando desde arriba. El horizonte es claro, aunque no encaja del todo. Tendai (Gabriel Pindarrón –voz en inglés de Samuel Jackson-), su padre guía y mentor trata de contenerlo, como sucedía en “Buscando a Nemo” (2003), protegiéndolo de los peligros del mundo. Sí, pero además porque hay cosas del tiempo y del espacio que es mejor dejarlas como están.

“Zambezia” es el lugar en donde habitan las aves y tiene Sekhuru (Patricio Colmenero –voz en inglés de Leonard Nimoy) como el patriarca y fundador. El lugar, un árbol gigante, es como un paraíso legendario soñado por todos, pero al que no cualquiera puede acceder. Sobre todo si se quiere pertenecer al grupo “vuela y vigila”, para que todo esté bien. De que todo esté mal se encargará Budzo (Gerardo Vázquez –voz en inglés de Jim Cummings), un lagarto muy, pero muy malo, que también tiene que ver con el pasado de los protagonistas.

Ciertamente la referencia a “Buscando a Nemo” es ineludible. No por el argumento (acá la búsqueda y/o rescate están invertidos de hijo a padre), sino porque el eje dramático está puesto en la relación entre los dos, y en ambas películas el vínculo se construye aún más cuando están separados. Si es por esto, la producción está realmente bien pensada. Nada mal, considerando los cuatro guionistas y algunos más que ayudaron.

También por el lado técnico los logros son numerosos. Los movimientos de los personajes son bien reales, incluso cuando se trata de humanizarlos y convertir las plumas en manos o las alas en brazos. Inteligentemente el uso de los colores de las aves ayuda al espectador a detectar especies y personalidades. No es casual.

Por todo esto, pese a parecerse a algunas, “Zambezia” sale airosa de ser sólo un producto de exportación y finalmente prevalecen los mensajes de fidelidad, el trabajo en grupo y el equipo por sobre la individualidad; el respeto por los mayores (por la experiencia) y por supuesto; la confianza en mantener el espíritu inquieto. La dirección de Wayne Thornley, aunque se alarga algunos minutos, supera con creces la condición de debutante.