El nido vacío de Hollywood
Que se estrenen films de animación que transcurren en coloridas selvas con animales exóticos que luchan por la supervivencia no es ninguna novedad.
Ahora bien, cuando el producto no proviene de las humeantes factorías de Norteamérica, estamos en presencia de todo un evento cinematográfico. Tal es el caso de Zambezia, film que por lo tanto posee un carácter doblemente exótico: por las tierras que nos muestra en sus bellas imágenes y por sus orígenes sudafricanos.
La historia nos remite inexorablemente al conflicto que otrora enmarcara Nemo, un joven que desea expandir sus horizontes más allá de lo conocido y un padre sobreprotector que pugna por cuidar tal vez demasiado a su hijo frente a la inescrutable imagen de una madre muerta antes de tiempo.
Así las cosas, el halcón Kai vive en paz y armonía con Tendai, su padre, en medio de un marco seguro y tranquilo. Pero la pulsión que habita en todo joven -y que va más allá de las distinciones de raza- lleva al niño a abandonar el nido para lanzarse a la aventura de conocer un lugar mágico donde todas las aves cohabitan libres y en armonía.
Su padre entonces deberá atravesar el síndrome del nido vacío en el sentido más literal del término y permitir que el pichón se largue a experimentar la vida por sí mismo. Pero como en toda historia que se precie, una amenaza se cierne sobre la pacifica aldea y el papel de Tendai será entonces tratar de advertir a su hijo y sus nuevas amistades plumíferas sobre el peligro inminente.
Básicamente, la historia responde a los cánones del género y si bien tal vez le falte la picaresca complicidad del adulto en algunos chistes o giros a la platea paterna se defiende con holgura de esta ausencia a través de un majestuoso despliegue visual.
La aldea de Zambezia se convierte en un bálsamo para los ojos que la observan y en uno de los parajes más hermosos que nos haya ofrecido el cine de animación infantil. Otro de los atractivos del film son los actores que prestaron sus voces a los personajes tales como Samuel Jackson, Jeff Goldblum y hasta incluso el mismísimo Leonard Nimoy.
En definitiva, el film sudafricano entretiene sin demasiadas pretensiones y se muestra como un primer paso en la industria del cine de animación en ese país. Válido como tal pero que deberá mejorarse si es que desean dar batalla a los gigantes de la industria del mainstream de dibujos animados.