Animación de Sudáfrica
El cine de animación tiene en la actualidad un dominio de la taquilla mundial como no había tenido en la historia del cine. El mercado norteamericano parece aumentar la apuesta y en el resto del mundo –Argentina, sin ir más lejos- el top anual suele tener un film de animación o varios en lo más alto. Pero no sólo Estados Unidos lo realiza. Argentina probó suerte este año con la gran producción de Metegol, Europa también suele apostar a este cine, con éxitos como Tadeo, el explorador perdido de España o con films más refinados como la francesa Las trillizas de Belleville. Japón tiene una gigantesca tradición en el animé y con el director Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro) también dio la vuelta al mundo. Zambezia es la confirmación de esta tendencia. Esta película es de origen sudafricano, un país del que prácticamente no llegan películas, de ninguna clase. Al ver este film uno confirma que hacer cine de animación no es fácil. Que desde la técnica las cosas son complejas, pero desde la construcción de la historia lo es aún más. Zambezia no es una gran película y comparada con el cine de animación de Estados Unidos no queda muy bien parada. El film transcurre en el mundo de las aves, contiene los lugares comunes o ingredientes del género. Pero ni su protagonista, ni los secundarios respiran autenticidad o trasmiten emoción. El gran problema del cine de animación –que Zambezia sirve como ejemplo– es que cuando no logra conectar, se vuelve una experiencia aburrida y hasta molesta. Las imágenes de África y la explotación del 3D no alcanzan para sostener un guión que avanza a duras penas. Pero a no engañarse, tampoco en lo visual la película es de primer nivel. Hacer cine de animación es más difícil de lo que se cree, y Zambezia es la prueba.