Algún día habría que hacer una historia de las películas basadas en hechos reales. Para pensar que el condicionamiento de un film de este tipo tiene que ver con pretender estar sujeto a aquello que lo inspira como si la condición natural fuera que no hay lugar para lo imaginativo o para el comentario. En todo caso, es recomendable, si es que no se sabe, no enterarse de cuáles son los detalles en los que está basada esta pelicula del uruguayo Enrique Buchichio, crítico de cine, hoy coordinador la Escuela de Cine del Uruguay (ECU) de Cinemateca Uruguaya y con una pelicula previa, El cuarto de Leo (2007) que tuvo su buen recorrido por Festivales pero no se pudo ver en Argentina.
Lo que quiero decir es que sería mejor no enterarse cuáles son los acontecimientos de los que que habla la historia de Zanahoria, ambientada en pleno fin de campaña presidencial de 2004 en Uruguay, momento de incertidumbre de muchos sectores políticos entre los cuales, en las sombras, permanecen, expectantes, los servicios que actuaron para la dictadura militar (1973-1985) y que desde 1985 están amparados bajo la Ley de Caducidad. El título de la pelicula viene de la Operación Zanahoria, nombre en clave de la planificación de exhumación de cuerpos de detenidos desaparecidos enterrados en predios militares, con la intención de eliminar cualquier rastro de ellos. En los primeros minutos acierta Buchichio, tambien autor del guión, en ubicar al espectador en los detalles publicitarios de esa campaña que se da, en parte en los medios y que repetía de algún modo la idea de ballotage que vuelve a instalar en el poder a Tabaré Vazquez este año 2014.
En la historia, un ex militar de los servicios se contacta con un pequeño diario de izquierda y en particular con dos periodistas para entregarles información clasificada en plena lucha e investigación por parte de los Familiares de desaparecidos y reclamos de los Derechos Humanos. A partir de allí, los dos periodistas se van a involucrar en una historia que convierte a Zanahoria se en un film sobre periodismo y sobre los debates éticos en el manejo de fuente de la información.
Autos que se cruzan en la noche, entregas infructuosas de paquetes, seguimientos sospechosos, llamados en medio de la madrugada, fotografías de incógnito, Buchichio logra manejar con interés una narración por momentos esquiva, por momentos clarificadora, a través del insistente y misterioso Walter (César Troncoso), tal vez su criatura mas sólida.
El Thriller político tiene en la Latinoamérica contemporánea mucha materia prima para usar, lo que falta es una distancia histórica suficiente como para poder digerir ficciones de este tipo. Buchichio le da una tonalidad equilibradamente justa en su mirada política y en su mirada ficticia, sin perder de vista el interés ni la pregunta sobre cuántas sombras todavía hay sobre tantas historias de las dictaduras