Zaneta

Crítica de Guido Pellegrini - A Sala Llena

Zaneta no cuenta una historia sino que construye un mundo: el de la comunidad gitana en la República Checa. No hay una sola línea de diálogo que no sirva para iluminar algún problema, para exhibir prejuicios o para criticar la falta de trabajo. El guión suaviza cualquier pico dramático y lo que al principio se perfila como el eje central de la trama -un intento de robo y asesinato- se vuelve una anécdota más sobre una existencia plana. Sin embargo, o quizás gracias a esta estructura horizontal, el film del checo Petr Václav brilla por sus texturas y sus instantes. Da a entender que lo que se ve es apenas un fragmento de algo que sigue más allá, no en otras pantallas sino en la escenografía de la realidad política y social.

Fiel a la tradición neorrealista, Vaclav trabaja con actores no profesionales. Cuando un cineasta que pertenece a la mayoría étnica de su país retrata a una minoría, el desafío siempre es procesar la distancia entre el director y sus dirigidos, entre quien observa desde afuera y quienes sufren la marginalidad desde adentro, y no reproducir las desigualdades que los separan. A la hora de abordar esta distancia, Vaclav optó por acercarse a sus intérpretes a través de planos-contraplanos y diálogos más o menos convencionales y expositivos. Su puesta en escena es simple y transparente, para que los aspectos formales del film no compitan con la gestualidad de los actores, particularmente la de Klaudia Dudová en el rol de Zaneta, que comunica en cada silencio y cada mirada. Hacia el final, se siente como si se conociera realmente a los personajes, como si se los hubiera acompañado durante años.

Pero esto genera una falsa sensación de familiaridad, casi reconfortante, que le hace difícil al espectador cuestionar su propio rol. En ese sentido, es más interesante y radical lo que propone La libertad (2001) de Lisandro Alonso, en la que no hay ni familiaridad ni reconocimiento: se ve el esfuerzo diario de un leñador pampeano desde lejos, casi como a una colonia de hormigas en algún programa de la BBC. Podría acusarse a Alonso, no sin razón, de deshumanizar al protagonista o -como se dijo antes- reproducir desigualdades, pero también es cierto que las vuelve evidentes y, por lo tanto, un elemento que molesta y no se pierde de vista, como sí ocurre en la película de Vaclav.

Por otro lado, si bien el guión de Zaneta parece no tener columna vertebral por su horizontalidad anecdótica, está construido justamente para que cada momento diga algo sobre cómo viven los personajes. Es una estructura tan aparentemente libre como auténticamente rígida. Y en este restringido espacio narrativo, los actores pierden autonomía y capacidad expresiva. Como alternativa, podría proponerse el contraejemplo de Vergüenza y respeto (2015), documental argentino sobre una familia gitana en el Gran Buenos Aires, en el que los protagonistas, durante largas entrevistas en sus casas, muestran y defienden su estilo de vida, comparten ideas políticamente incorrectas y se presentan a sí mismos más que ser representados por otros.