La culpa y el perdón
El lúgubre paisaje de la Patagonia Argentina es el escenario en el que Francisco Paparella decidió ambientar su ópera prima, un western sobre los pecados y expiaciones de un hombre preso de sus secretos.
Zamora (Diego Alonso), es un empleado rural que guarda un secreto (desconocido para el espectador) y cuya culpa intenta purgar trabajando rudamente y en silencio, mientras que en paralelo una serie de femicidios pone en vilo a toda la región.
Paparella se nutre para Zanjas (2016) no solo del paisaje como elemento decorativo sino que también lo aprovecha para trabajar sobre una serie de simbolismos y alegorías sobre la culpa y la redención: el agua como purificadora, el puente que arregla a diario nexo entre el bien y el mal, las montañas como símbolo de elevación que lo harán llegar al cielo y conseguir el perdón. Una serie de alegorías teñidas de religiosidad y mística que construyen el purgatorio en el que se encuentra el personaje.
El punto de vista que maneja la trama es el del Zamora y dentro de esa lógica el fuera de campo es un determinante para entender la psicología del personaje. Todo el contexto solo se ve por el televisor que Zamora tiene prendido en su casa o aparece en charlas con los pocos compañeros que posee. Es en esos momentos donde la información aparece a cuentagotas para así entender que lo atormenta, aunque tratado desde la ambigüedad y generando más dudas que certezas.
El novel director aprovecha al máximo el espacio paisajístico y esto hace que por momentos la película no consiga transmitir el clima de opresión del personaje pecando de abyecta. Pese a esto Zanjas no es un mal debut, tal vez peque de cierta pretenciosidad en lo estético contradiciéndose con las miserias que cuenta pero tampoco es tan grave.