Regreso de las secuelas vivientes
Auna década de Tierra de Zombies (Zombieland, 2009), la secuela llega demasiado tarde para importar mucho pero no lo suficiente como para hacer algo nuevo o distinto. Los personajes no han cambiado, sus problemas tampoco y la trama es la misma que ciertas franquicias están condenadas a rodar ladera arriba una y otra vez: aprender a trabajar en equipo, por no decir en familia.
No es que la dinámica entre el dúo de Jesse Eisenberg y Woody Harrelson haya dejado de ser simpática (junto a Emma Stone, son actores intachables en papeles que ya rayan la caricatura), o que ciertas escenas no sean entretenidas (paradójicamente, la mejor llega junto con los créditos). El tema - y motivo de frustración para los personajes - es que no hay hacia dónde ir, salvo continuar dando vueltas haciendo las mismas cosas, repitiendo las mismas gracias.
A la que ya no le causa gracia es a Little Rock (Abigail Breslin), cuyo adolescente interno se muere de aburrimiento en medio del apocalipsis de zombie así que abandona su familia adoptiva rumbo a la aventura. En el camino levanta a un estereotípico hippie con guitarra; su grupo, que está siguiéndola, levanta a una estereotípica rubia tonta. Gran parte de los chistes corren a expensas de estos especímenes extraordinariamente estúpidos. La frustración de Harrelson y Stone, que se siente bien genuina, empieza generando risas y termina generando empatía.
La otra novedad es un versus exacerbado entre la cultura armamentista de Estados Unidos - llevada al extremo por Tallahassee (Harrelson) - y la juventud activista que aún rodeada de muertos vivientes prefiere luchar contra “la injustica social”. Los mejores chistes de la película se hacen sobre esta dicotomía pero más que afectar realmente a la trama es algo que la decora.
Hay una total falta de tensión entre lo que los personajes quieren lograr y los obstáculos a los que enfrentan. Esencialmente la historia trata sobre un rescate que no tiene urgencia alguna. Se muestra reiteradamente que Little Rock está sana y salva (y todavía aburrida), y hasta la inclusión de “nuevos” tipos de zombies es más que nada anecdótica. Los desafíos son triviales y el objetivo no es apremiante, ¿por qué es interesante la historia? De vez en cuando sobresale alguna secuencia individual, pero las escenas se suceden sin sumarse y el clímax llega sin gran ímpetu.
Zombieland: Tiro de Gracia (Zombieland: Double Tap, 2019) se presenta como una comedia irreverente y políticamente incorrecta, del tipo que se celebra a sí misma con numerosas referencias pop (varias de ellas a la película original) e indulgencias por el estilo, pero por más festivo que sea el tono de la película la fiesta en sí no es la gran cosa.