Pasaron diez años desde la película anterior y el cuarteto de protagonistas vuelve a la carga con el mismo director Ruben Fleischer, y sigue escapando de un Holocausto zombie que lo mantiene alerta en esta digna secuela.
En Zombieland: Tiro de gracia no hay nada que sorprenda pero sí se mantiene el espíritu juguetón del filme anterior -sigue con sus reglas impresas en la pantalla y su humor burlón- con sus escenas de matanzas y ejércitos de criaturas que han evolucionado, al punto de clasificarlas desde la más inofensiva, Homero, hasta la más feroz e implacable, Terminator.
La acción, respaldada por el relato "en off", lleva a Tallahassee -Woody Harrelson-, Columbus -Jesse Eisenberg- yWichita -Emma Stone- a los escenarios de La Casa Blanca y la casa museo de Elvis Presley mientras Little Rock -Abigail Breslin- se aparta de ellos y se lanza a la aventura con un simpático hippie. En su travesía, esta suerte de "familia ensamblada", encuentra momentos de humor y terror, mientras busca su lugar de pertenencia. A la sangrienta cacería se une Madison -Zoey Deutch en un rol divertido-, la adolescente ingenua que tiene comentarios insoportables y que también traerá sorpresas. El punto final del viaje, Babilonia, será el escenario para emboscar a las almas en pena que los persigue sin descanso.
Lo que llama la atención es que los actores parecen no haber envejecido, pero los cambios se perciben en Abigail Breslin, con su personaje que pasó de niña a adolescente y mantiene una relación padre hija con Tallahassee. Los puntos fuertes están en los gags entre éste y Colombus y en las carreteras desoladas que rápidamente cobran vida cuando son abordadas por los zombies.
A la altura de su predecesora, la película consigue lo que busca y no se aparta en ningún momento de la receta de género, coquetea con el gore e instala su infierno post-apocalíptico zombie entre disparos y destripes varios pero siempre en clave de humor.