Remate efectivo pero sin épica
La segunda parte de esta comedia de terror es de un humor irreverente, inteligente y agresivo, pero no tiene un gran hilo argumental.
"Esto no es para nada realista” dice Columbus (Jesse Eisenberg) mirando un comic de “The Walking Dead”, mientras está acostado en la cama presidencial de la Casa Blanca. Llegó allí con Tallahassee (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin), tras sus primeras aventuras contra los zombies. El humor de la ahora saga es irreverente, inteligente y agresivo. Todo lo que debería ser una comedia de terror. La segunda parte, que llega una década después de su inicio, mantiene la esencia y sin hacer muchos cambios, sigue siendo efectiva. En 2009, “Zombieland” se convirtió en éxito y filme de culto al mismo tiempo.
Tomando la temática zombie, se consagró por su historia enmarcada en un mundo postapocalíptico en el que los muertos vivos han terminado con la civilización. En ese contexto se conocen Columbus, Tallahassee Wichita y Little Rock, que a pesar de sus diferencias deciden formar equipo para sobrevivir. Wichita se siente muy apegada a Columbus, por lo que decide dejarlo, y escapa con Little Rock, quien se sentía con ganas de conocer el mundo y el amor. Pero cuando las dos conocen a un músico (Avan Jogia) y Little Rock decide escapar con él para ir a una comunidad hippie llamada “Babylon”, Wichita regresa para conseguir provisiones e ir a rescatarla.
Al grupo se sumará Madison (Zoey Deutch), una joven que sobrevivió todo este tiempo en la heladera de un centro comercial, y que a pesar de sus buenas intenciones, les traerá un par de conflictos nuevos a todos. Muy a pesar del comentario inicial de Columbus, la serie toma la idea de sociabilizar que tanto se ve en “The Walking Dead”, y los protagonistas interactúan con más personajes (Owen Wilson, Rosario Dawson) y hasta forman parte de una “ciudad”. Más allá de las risas, el filme profundiza algunos análisis sociales desde su narrativa y sus gags, sobre conflictos como el racismo y el individualismo, aunque sobrevive porque nunca cae en la parsimonia.
El problema con “Tiro de gracia” es que no tiene un gran hilo argumental que la lleve hacia algún lugar. A pesar de ser muy disfrutable, no deja de ser un episodio largo de aventuras, como si se tratara de una -muy buenasitcom. De ahí que se mencionó el término efectivo, que a veces puede ser más importante que el de “brillante”, u “original”, porque a pesar de que el chiste sea contado por segunda vez, sigue causando gracia.