Más muerto que un zombie.
Cuando en la década pasada se desató, tanto en cine como en televisión, el fanatismo por relatar historias acerca de muertos vivientes, el film Zombieland de Ruben Fleischer fue uno de los mejores ejemplos en el terreno de la comedia en contexto del apocalipsis zombie, aunque claramente el primer puesto sigue perteneciendo a Muertos de risa de Edgar Wright. La comedia de 2009 se sentía fresca e ingeniosa en un género que aún no había agotado sus ideas ni sobreexplotado la pantalla. Diez años después de su estreno, y con la temática de muertos resucitados ya habiendo pasado su época de furor, llega su segunda parte en la que el director y su elenco original vuelven a la aventura con un uso del humor mucho menos logrado —lo que funcionaba en el primer film no tiene porque hacerlo una década después. Bienvenidos a Zombieland. Abrochen sus cinturones, porque es la única forma de mantenerse viendo este film.
Han pasado 10 años y el grupo de sobrevivientes protagonistas se encuentra mucho más habituado y experto en la caza de los no vivos. Ahora habitando la abandonada Casa Blanca, los protagonistas deben aprender a funcionar como una verdadera familia, y ello conlleva aceptar los sentimientos en vez de correr hacia el próximo objetivo hambriento de carne humana. Es así como, por un lado, el iracundo cowboy moderno Tallahassee (Woody Harrelson) ahora cumple el rol de padre protector de Little Rock (Abigail Breslin), quien ya es una típica adolescente con ganas de huir de casa, tener novio y conocer el mundo por cuenta propia. Por otro lado, Columbus (Jesse Eisenberg), el neurótico y creador de reglas para sobrevivir hace tiempo que se encuentra manteniendo una relación con Wichita (Emma Stone) y está listo para dar el siguiente paso.
Ante la propuesta de casamiento, y la imposibilidad de ambas hermanas de abrazar los lazos afectivos, huirán una vez más de la idea de construir un verdadero hogar, al menos hasta que Wichita recurra a la ayuda de sus viejos compañeros para ir en busca de su hermana que huyó con un joven pacifista llamado Berkeley (Avan Jogia). Es así como los tres compañeros vuelven a las andadas, sumándose a la aventura Madison (Zoey Deutch), una chica de pocas luces que sirve como un alivio cómico con el que, irónicamente, se sufre mucho su presencia. El personaje representa al viejo estereotipo de “la rubia tarada”, pero con una gracia para nada eficiente. Una de las clases de zombies del film es denominada Homero, haciendo alusión, por su falta de inteligencia, al personaje de Los Simpson. De igual manera, Madison pareciera caer en la clase de gags que no recuerdan a la mejor época de la familia amarilla sino al humor torpe y banal que la serie tiene hace tiempo.
El film no cuenta con ningún elemento nuevo o amenaza importante que se deba afrontar más que el hecho de ir en busca de Little Rock. Al salir nuevamente a la ruta tendrán enfrentamientos con los zombies de turno, contando con otra clase nueva como los indestructibles T-800, o se toparán con personajes que funcionan como el cameo ocasional. Pero el film deja de lado cualquier intención original para recaer en una continuidad de gags humorísticos que en gran parte no funcionan, evitando enfocarse en desarrollar mínimamente elementos que le den forma o relevancia a la historia. Incluso el tema principal de la trama que podría decirse que es la búsqueda del hogar solo se hace presente como moraleja del film de manera subrayada en palabras de los personajes.
Y si bien el ingenio humorístico que podría ser el motor del film se siente pasado de moda o forzado a remates que son poco o nada efectivos, aún así cuenta con grandes momentos que resultan un oasis de comedia. La química entre Nevada (Rosario Dawson) y Tallahassee le brinda gracia y encanto, pudiendo ver el costado vulnerable y de seducción de un personaje que siempre intenta aparentar ser el macho alfa. Por otro lado, el efecto reflejo que produce el encuentro de los protagonistas con sus dobles exactos es de las ideas más divertidas con las que cuenta esta secuela.
Albuquerque (Luke Wilson) y Flagstaff (Thomas Middleditch) son los personajes nuevos que solo están allí para que Columbus y Tallahassee puedan verse en la piel de otros que funcionan tanto como némesis y aliados, teniendo que odiar y aceptar las mismas características que los describen a ellos. El encuentro ofrece un memorable enfrentamiento entre las reglas de Columbus y los mandamientos de Flagstaff, además del uso de un deslumbrante plano secuencia cargado de acción y humor, algo que tendría que haberse balanceado más a lo largo de todo el desarrollo de la trama. Y si de grandes momentos de comedia hay que hablar, uno de ellos está presente como escena durante los créditos finales y se ve enlazado a la presencia del personaje de Bill Murray de la primera parte, lo cual refuerza la idea de un film que se ve obligado a tomar lo bueno de su primera parte para funcionar.
Así, Zombieland: Tiro de gracia es una secuela que llega demasiado tarde pero que, de haber salido unos pocos años después del estreno de la primera tal vez hubiese funcionado mejor. En cambio, ahora es imposible no notar una falta de ideas en comparación a su antecesora y un humor que se siente trillado y de más utilizado. Por más que los muertos insistan en salir de sus tumbas, como director, Fleischer debería optar por enterrarlos lo más profundo posible. Porque los muertos viven, pero la comedia muere.