Ensoñación Folclórica
Una vez más Carlos Saura nos invita a una nueva producción sobre la música popular, en este caso el folclore argentino. Invita, digo, porque no sólo es una muestra de los ritmos autóctonos de nuestro país, sino también un viaje dulce y emocionante con firma de autor.
Hay algo que este director español siempre deja claro: “esto es una película”. Se bajan las persianas del estudio, se ajustan los faroles, el movimiento de cámara y empieza la película. El primer número musical y ya quedamos todos los espectadores hipnotizados. Es que Saura tiene esa magia que no se pierde al pasar de los años. Construye unos espacios oníricos, que hablan por sí solos, bellamente iluminados por Felix Monti, un grande del cine nacional, acompañados por la cadencia musical a la que Lito Vitale nos tiene acostumbrados. Se logra así un recorrido armónico por un lugar que conocemos pero igualmente nos sorprende, porque no cae en el retrato clásico, a lo Billiken, con el que crecimos.
Cabe destacar también la exploración en la danza a cargo de Coki y Pajarín Saavedra, la cual se quita el traje típico descubriendo nuevas interpretaciones, al punto de darle al Gato una representación literalmente felina, estas incursiones sin duda aportan al relato Sauriano.
Si las músicas populares saben de tocar las fibras que movilizan, en unión con los artistas adecuados, esto se logra aún más. Se trata de voces y melodías que nos son familiares e inevitablemente evocan a nuestra vida. Y sí, puede que ciertas elecciones nos gusten más o menos, porque cuando se habla de algo tan conocido uno tiene sus propias construcciones, pero eso es un detalle menor frente a la efectividad del relato.
Para el baúl de los recuerdos: El homenaje a Mercedes Sosa
Esta figura no debería faltar en ninguna evocación audiovisual donde se habla de folclore argentino. Por ello, aquí vemos un lindo homenaje representado en una escena, que sintetiza el vínculo con la música popular pero también define la identidad nacional de varias generaciones, incluyendo las venideras.
Por Julieta Lupiano