Catálogo de exportación
Me dicen que Carlos Saura ha hecho esto otras veces: no sé, no tengo la suerte de haber visto sus películas anteriores. Zonda: folclore argentino (a partir de ahora Zonda a secas), por algún extraño mecanismo de la asociación libre me llevó a un nombre de fines de los 70: Sean S. Cunningham. Un mercenario del cine, productor de alguna película inaugural en la carrera de Wes Craven (La última casa a la izquierda), y director de la primera entrega de la saga emblemática del slasher Viernes 13. Esta asociación de una arbitrariedad abrumadora es una comparación forzada que, por alguna razón, en algún momento de fragilidad me pareció genial, hasta una epifanía: Saura con Zonda le hace al folclore argentino lo mismo que Cunningham con Viernes 13 le hace a Halloween de John Carpenter. Es decir, Cunningham y Saura son extractores de esencias que pretenden un producto final similar a las obras originales que usan de fuente porque de alguna manera tienen a disposición los mismos elementos constituyentes. Pero Viernes 13 no es ni remotamente Halloween y Zonda sólo roza la superficie de un corpus de obras que apenas se pueden seguir llamando folclore argentino.
Saura sacrifica la rigurosidad histórica y técnica apelando a una puesta en escena despojada y estilizada y una fotografía digamos que correctísima, y entonces Zonda termina siendo un catálogo prolijo y cuidado del estado actual del folclore argentino, como para venderlo en el exterior o alguna empresa de cruceros que necesite animadores exóticos.
Además, al ser un largo video musical cuyo concepto orgánico tambalea, dependemos de la música y de las interpretaciones para sostener el interés. Zonda tiene casi en el inicio a Soledad Pastorutti y al Chaqueño Palavecino, representantes más populares de la música tradicional que más allá de sus limitaciones no se puede negar la energía que despliegan. Más adelante nos encontraremos con una gloriosa interpretación de Gabo Ferro y Luciana Jury, y también los siempre irreprochables Pedro Aznar y Liliana Herrero, que cantan por separado pero con la misma actitud de “soy el mejor artista argentino vivo/a”. Tenemos un homenaje obvio a Mercedes Sosa con una hermosa canción obvia como Todo cambia (Julio Numhauser). Y es que Mercedes Sosa siempre ha sido una artista obvia porque eligió para su repertorio siempre las mejores canciones posibles, es decir las obvias, y además, digámoslo, siempre conmueve. Y sin embargo, el mejor momento de Zonda es el también obvio homenaje a Atahualpa Yupanqui, donde se ve una foto característica y se escucha Preguntitas sobre Dios que es básicamente un alegato ateo-comunista de esos que golpean seco en la cara.
Por supuesto que podemos apreciar en Zonda la complejidad y las posibilidades de la música argentina conocida como folclore. Lo que no vemos es de dónde viene, ni tampoco un recorrido más o menos ilustrado de sus géneros que prácticamente se ven reducidos a tres o cuatro. No hay payada por ejemplo, no están José Larralde ni Horacio Guaraní y, más allá del homenaje a Yupanqui, el folclore según Zonda carece de toda dimensión política, y en nuestro país, la posta política en el universo musical siempre la ha sostenido el folclore más que ningún otro movimiento.