Homenajes y limitaciones
El aragonés Carlos Saura vuelve a ensayar una aproximación musical después de Tango, Fados y Flamenco, Flamenco, en ese caso al acervo de los ritmos característicos de la Argentina. Zonda, folclore argentino está compuesta por fragmentos de vidalas, chacareras, coplas y chamamés interpretados por figuras de renombre que van desde Jairo hasta Lito Vitale, pasando por Juan Falú, Soledad Pastorutti, Peteco Carabajal, el Chaqueño Palavecino y el Chango Spasiuk, entre otros.
No hay nada necesariamente negativo en la idea de iluminar una zona artística que, salvo contadas excepciones, no cuenta con difusión masiva ni mucho menos rotación radial. Tampoco en el objetivo de trazar un recorrido temporal que abarque desde sus comienzos hasta el presente, rindiendo además merecidos homenajes a dos figuras emblemáticas como Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa.
El problema de Zonda es mucho más profundo y es de forma. Filmado en un enorme galpón del barrio porteño de La Boca, el último trabajo de Saura exhibe una notoria falta de ideas limitándose a poner en escena a distintos artistas para ser filmados a media altura. Así, con la excepción del número de malambo y su escena final, Zonda se parece demasiado a una versión compacta de un festival folclórico del verano argentino.