Floja trompita de selfie
Zoolander 2 (2016) debe ser una de las secuelas más esperadas de los últimos tiempos. Tal vez la ansiedad generada le juegue en contra a una película que se limita a ser "la secuela de” sin aportar nada nuevo a la parodia de la moda creada por el actor (en este caso también director) Ben Stiller. Cuestión que no sería un problema de no ser porque la mega producción creada para la ocasión, termina por convertirse en todo aquello que critica del mundo de las pasarelas.
Derek Zoolander (Ben Stiller) y Hansel (Owen Wilson) se encuentran retirados de la moda. Uno en la montaña tras fallecer su mujer y perder la tenencia de su hijo. El otro en el desierto tras embarazar a todos los integrantes de una orgía. Valentina (Penélope Cruz), una agente de Interpol, los recluta para dar con el asesino serial de “cantantes pop”. Los personajes viajan a Roma, Italia, donde se desarrollan varios enredos hasta que entra en escena el archivillano Mugatu (Will Ferrell).
El principal problema de Zoolander 2 es el apuro con que transcurre. El dinero puesto en la secuela parece tener que mostrarse de cualquier modo en efectistas movimientos de cámara, persecuciones, y tomas aéreas, de esas que sólo las grandes películas pueden permitirse. Cambios de escenarios constantes, y presentación de infinidad de personajes (entre los muchos cameos de famosos como Kiefer Sutherland, Justin Bieber, Sting, Susan Sarandon, y Billy Zane), tienen que contenerse dentro de una estructura, como si se tuvieran todos los condimentos pero sin saber bien como mezclarlos para hacer un buen pastel. La historia tiene entonces la forma de engendro, con algo de película de James Bond, algo de héroes de acción que quieren redimirse y algo de melodrama con un trasfondo de identidad asociado a la figura paterna.
Pero en definitiva es una mezcla de relatos ya conocidos con el fin de forzar alguna historia sin mucha importancia, para llegar al verdadero quid de la cuestión: articular la gran sucesión de momentos cómicos (algunos realmente graciosos) que reiteran la parodia al mundo de la moda ya hecha en la primera parte. Se intenta en un comienzo hablar de la moda contemporánea profundizando el asunto con el hipster Don Atari (Kyle Mooney) y las redes sociales influenciando cualquier atisbo de imbecilidad humana, o con el modelo Todo (Benedict Cumberbatch), pero rápidamente se deja de lado y vuelve a los mismos chistes con miradas y trompitas sexys para los flashes (Duck Face, boca de pato) de la original.
Hay que reconocer que Zoolander 2 tiene sus momentos, la película crece exponencialmente con la aparición de Will Ferrell en la segunda mitad, y el hecho de acribillar a balazos a Justin Bieber (son los primeros 3 minutos de película, no es spoiler) merece respeto. Lástima que luego termine siendo cool, hueca y superficial como el universo que parodia.