Zoolander 2

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

Stiller viste a la moda

Si “Zoolander” (2001) funcionaba por la frescura de sus gags, el descaro con el que se atrevía a cuestionar la frivolidad del mundo de la moda y el prisma extrañamente divertido bajo el cual se atrevía a cuestionar dramas como la explotación laboral, “Zoolander 2” lo hace por acumulación. Es tal la avalancha de gags que propone desde el arranque que por momentos se torna agotadora. Y aunque tiene un clímax logradísimo, hasta llegar allí hay ciertos tramos en los que la estructura se tambalea y los guionistas parecen flaquear en la desesperación de provocar risas constantes. Pero hay que celebrar que Derek Zoolander y Hansel tienen un regreso con gloria, a la altura de sus circunstancias.
La historia es un disparate total (incluye conspiraciones al estilo de “El código Da Vinci”, planes de fuga dignos de villano de James Bond y un hijo de Derek que es “listo” y no quiere seguir los pasos de su padre) una mera excusa para reencontrar a los personajes 15 años después de los sucesos narrados en la primera parte. Zoolander está voluntariamente retirado en un rincón agreste tras la trágica muerte de su mujer. “Me convertí en un cangrejo ermitaño”, aclara. Pero se ve obligado a salir de la reclusión cuando lo convocan a participar de un desfile en Roma y debe colaborar con Interpol para resolver una serie de asesinatos de estrellas pop, que antes de morir han compartido en las redes sociales una serie de selfies con la famosa “mirada Magnum”, marca registrada de Derek. Para eso, tendrá la inesperada ayuda de su otrora rival devenido en mejor amigo Hansel. El choque generacional entre estos modelos de los ‘90 y los referentes del nuevo panorama de la moda internacional, con códigos totalmente diferentes, provocará resultados hilarantes.
Actores y cameos
La química que desarrollan Ben Stiller y Owen Wilson (que se dejó entrever ya en otras películas pero que aquí alcanza la apoteosis) es uno de los mayores encantos que tiene esta segunda entrega de las andanzas del modelo “descerebrado”. También es un fragor ver a Kiefer Sutherland, Billy Zane y Sting integrados a la trama de modo desopilante, a Benedict Cumberbatch como “All”, un/una modelo que no es “ni femenino ni masculino” a Will Ferrell como un Mugatu lleno de tics y a Penélope Cruz como una agente de Interpol división moda (¡Así de disparatada es la trama!) que acarrea un trauma por haber sido modelo de trajes de baño. Sin embargo, la mejor incorporación de esta saga es Alexanya Atoz (Kristen Wiig) una extravagante reina de la moda de acento inefable, una especie de Mugatu en versión femenina.
Otro de los alicientes de este film, que reitera sus burlas del mundo de la moda pero sin la impertinencia de antes, son los cameos de personalidades que se interpretan a sí mismos y se mofan de sus propias veleidades. Durante las casi dos horas de metraje, desfilan estrellas musicales como Justin Bieber (quien es asesinado al principio del film), Demi Lovato, Katy Perry, Lenny Kravitz y Susan Boyle (la cantante que se dio a conocer en 2009, cuando concursó en el programa de televisión Britain’s Got Talent), los actores John Malkovich y Susan Sarandon, los diseñadores de moda Tommy Hilfiger, Valentino Garavani y Marc Jacobs y a Anna Wintour, jefa de la edición norteamericana de Vogue.
Irreverencia
Estas películas suelen dividir las aguas entre quienes las aman y se ríen a carcajadas y aquellos que no encuentran la menor gracia en el tipo de humor, por momentos apabullante, que formulan Stiller y su co-guionista Justin Theroux. Es algo que suele ocurrir con los artistas que intentan ser irreverentes, es un riesgo que deben correr. Por eso “Zoolander 2” gustará a unos, que la disfrutarán desde una postura más descontracturada y les parecerá una monumental bobada a los otros. Sólo caben dos recomendaciones: verla subtitulada para poder apreciar mejor los momentos de esgrima verbal entre los personajes y tener bien fresca en la memoria la primera “Zoolander”.