Con todo el dolor del mundo escribo estas palabras porque amo incondicionalmente la película Zoolander (2001) y su secuela es un pobre intento de película únicamente tolerable por la gloria de la primera.Antes de abocarme en este triste estreno (el cual vi en una función común porque no se realizó privada para la prensa) me parece acertado hacer un breve repaso sobre la importancia y trayectoria de la cinta original.Su estreno fue el 28 de septiembre de 2001, tan solo unas semanas después del atentado al World Trade Center y al Pentágono, y aparentemente la sociedad norteamericana no estaba de humor para ir al cine a verla por lo que fue un rotundo fracaso.Luego el VHS, el nacimiento del DVD y las continuas repeticiones en cable la convirtieron en el film de culto que es hoy.Su irreverencia es genial. La forma en la cual el absurdo está tratado en todos los personajes no tiene comparación y posee algunas de las escenas más cómicas de la historia del cine. No hace falta ni nombrarlas porque todos sabemos cuales son.Zoolander fue una comedia definitiva y definitoria sobre una década que terminaba y lo que nos había dejado. Un verdadero hito.Ahora bien, durante muchos años se habló de una secuela pero Ben Stiller siempre estuvo reticente en entrevistas hasta que de repente y casi sin previo aviso se dio a conocer el año pasado que la película se estaba rodando en Roma y todos los fans estallamos de alegría.Siento decirles a esos fans que sus expectativas serán aplastadas. Y no porque la vara se encuentra alta sino porque no hicieron un guión a la altura, uno que pudiera cautivar esos chistes y reconvertirlos.No se trata de que sea ridícula porque lo tiene que ser sino más bien de cómo esa ridiculez es llevada.Lo único bueno que tiene es el fan service, aquellos guiños y secuencias que si o si esperábamos, lo mismo que los cameos.Algunas apariciones son espectaculares pero no las voy a decir porque sería spoilear lo único bueno.La dupla Ben Stiller/Owen Willson está intacta pero sin la magia que tiene que tener. Los títeres están ahí y en gran estado pero el titiritero se encuentra cansado.Stiller es ese titiritero y su desgano es explicable si lo que quiere es dirigir películas como La vida secreta de Walter Mitty (2013) y aquí va por el cheque. Pero nadie puede dar fe de eso.Lo que si se puede asegurar es que su corazón y entusiasmo no están en Zoolander 2.En definitiva, nos encontramos ante una secuela desalmada que nunca tendría que haber sido. Solo te hace reír en algunas partes y esas risas tienen que ver con la nostalgia de la original. Nada más. Una verdadera pena.