Se acabó la nafta
Zoolander 2 -2016- tardó 14 años en llegar a las salas y a diferencia de su primera parte, la secuela flaquea ante la presión de alcanzar niveles de película de culto como lo fue Zoolander -2001-. Entretiene de ratos y los cameos de celebridades están tan bien justificados como en la primera entrega.
Si bien la premisa principal no queda del todo clara en los primeros minutos de la película, el film logra acomodar las estupideces dignas de los Tonto y Retonto del mundo de la moda a lo largo del metraje. El problema en esta segunda parte es que la película se apoya completamente sobre la performance de Ben Stiller -Derek Zoolander- y Owen Wilson -Hansel- y no logra recrear esa historia estúpidamente psicodélica que es tan protagonista en películas como Zoolander -2001- o en la trilogía de Austin Powers.
No es secreto que Zoolander 2 es una película para amantes de la primera parte, pero el guión expone demasiado a Stiller y Wilson, sus diálogos y acciones no tienen la misma magia que en 2002. Pero a no desesperar, la película tiene guardadas tres o cuatro escenas que sí son dignas de un buen llanto de risa.
La presencia de Will Ferrel en toda comedia estadounidense ya a esta altura debería ser por ley, su vuelta a los alaridos extravagantes como Jacobim Mugatu era una fija y la sociedad con Alexanya Atoz -Kristen Wiig- ayuda.
En líneas generales, el guión de la película está hecho para ver a Hansel y Derek repitiendo sus monerías del 2001, dejando de lado algún hilo conductor más fuerte, como era “el lavado de cerebro a Derek para asesinar al primer ministro de Malasia”. La película pasa y los fanáticos tendrán grandes carcajadas regadas por algunos pasajes, pero no más que eso. Por suerte siempre existirá Zoolander -2001-.