Disney con sabor a Pixar
La interrelación entre ambos estudios llega a su máxima expresión en esta inteligente y sofisticada comedia animal.
Muchas veces se ha hablado de los cambios de Pixar desde su incorporación a la órbita de Disney en 2006. Pero poco del camino inverso: esto es, de cómo las particularidades creativas del estudio del velador saltarín supo enquistarse en el núcleo de los productos animados de la casa de Mickey. Separados por poco menos de tres meses, los estrenos de Un gran dinosaurio y Zootopia muestran que la retroalimentación ha llegado a uno de sus puntos máximos: si la primera, por tono y público al que apunta, es la película de Pixar más “Disney”, la segunda es la de Disney más “Pixar”.
La protagonista de Zootopia es Judy Hopps, una conejita que sueña con ser policía en la ciudad del título, donde todos los animales conviven en paz. El problema es que Judy es diminuta en un entorno de uniformados tamaño búfalo y elefante, por lo que es marginada a tareas de tránsito. Allí conoce a Nick Wilde, un zorro pícaro, sobrador, canchero y chamuyero (¡¿por qué no lo llamaron a George Clooney en lugar de Jason Bateman para que le pusiera su voz?!) con quien terminará involucrada en un caso policial cuyos detalles conviene no revelar.
Zootopia tiene la velocidad, el humor (la escena de los perezosos es extraordinaria), la capacidad creativa, uno de los temas recurrentes (la pérdida de la inocencia), los personajes verborrágicos y simpatiquísimos aun contra su voluntad e incluso cierta oscuridad de una de Pixar. Pero también un subtexto complejo, solapado bajo el lustroso diseño arquitectónico de la megalópolis animal. Así, la suerte de conciliación entre predadores y presas en pos de un objetivo mayor (la convivencia en armonía) bien puede prestarse a interpretaciones sociales y políticas relacionadas con el mundo actual (las diferencias racionales en Estados Unidos, la más evidente) que el film de Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush tiene el atino de nunca subrayar.
Sin embargo, aun siendo inteligente y, por qué no, sofisticada, Zootopia elige recordar(se) que es un producto Disney cuando en algunos momentos entronice los valores de la familia y fuerce las situaciones para amarrar su desarrollo en un puerto feliz. Desenlace que deja todo abierto para una secuela en la que, ojalá, Pixar meta todavía un poco más la cola.