Puntaje 65% , Crítica emitida el sábado 26/11 en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030) de 20-21hs.
Uno para todos y todos para uno Por fin ha terminado la espera para los fanáticos de los cómics de DC. Ha llegado el inicio de una primera saga (no animada) de Liga de la Justicia (Justice League, 2017), por suerte un aguarde breve en comparación a cuando éramos chicos y teníamos que esperar meses o incluso un año hasta que películas taquilleras como esta se estrenaran en nuestro país, ahora los estrenos son prácticamente simultáneos. Esta entrega de Liga de la Justicia inicia con un prólogo que retoma justo donde nos había dejado Batman Vs. Superman: El Origen de la Justicia (Batman Vs. Superman: Dawn of Justice, 2016), también dirigida por Zack Snyder al igual que El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013). En un mundo con la ausencia de Superman, la violencia ha aumentado atrayendo así a otros males sobrehumanos, frente a los cuales un solo héroe ya no es suficiente por ende Batman, Wonder Woman, Flash, Aquaman y Cyborg deberán unirse. Hagamos un breve repaso histórico de la historieta. La Liga de la Justicia aparece por primera vez en los comics de DC en 1960, y su equipo original estaba conformado por Superman, Batman, Flash, Wonder Woman, Linterna Verde y Detective Marciano. En el 2011 en una reescritura del comic, el equipo se conforma por los mismos integrantes mencionados anteriormente -a excepción de Detective Marciano- con la incorporación de Cyborg, que ya había aparecido en otras ediciones como colaborador de la Liga. A principios del 2016 el cambio editorial con DC: Renacimiento, propone una Liga integrada por Superman, Batman, Wonder Woman, Flash, Aquaman, Cyborg y dos nuevos Linterna Verde. En conclusión, la película retoma varias versiones del comic a lo largo de los años creando su propia interpretación. Volviendo al filme, Liga de la Justicia logra unir con solidez y síntesis la trama individual de cada súper héroe en un gran entramado, en donde la historia previa de cada uno de ellos confluye en un mismo enemigo. En este caso, esto no era una tarea fácil ya que varios de estos personajes como Flash, Aquaman y Cyborg aún no tienen su película individual dentro de esta saga. Al respecto, Aquaman ya está en post-producción y se estrenará en el año próximo, y los largometrajes de Flash y Cyborg están anunciados para el 2020, al igual que la segunda entrega de Mujer Maravilla (Wonder Woman, 2017). Tras una hábil alternancia de la presentación de los héroes, si bien hay una unión general, por diversas similitudes podemos categorizar a algunos de ellos en dos grupos. Flash y Cyborg son los más jóvenes del grupo, ambos adolescentes en quienes se expresa de distintas formas el vínculo padre-hijo. Flash -al igual que los personajes de Marvel, sobre todo Spidey en Spider-Man: De Regreso a Casa (Spider-man: Homecoming, 2017)- y Quicksilver en X-Men: Días del Futuro Pasado (X-Men: Days of the Future Past, 2014)-, es el encargado de aportar comicidad a la trama, parece que en el universo cinematográfico de los comics los adolescentes funcionan como dispositivo cómico. Ambos jóvenes tienen particularidades debido a acontecimientos inesperados pero mientras que Flash está fascinado con ser un héroe, Cyborg por el contrario ve sus características más como defecto que como virtud, en su génesis, salvando la distancia, es una especie de Frankenstein posmoderno. La otra copla de súper héroes con similitudes está compuesta por Wonder Woman y Aquaman puesto que ambos poseen orígenes arcaicos y mitológicos vinculados a la antigua Grecia. La primera objeción que se desea destacar sobre la película está vinculada al tratamiento formal cosificador, sobre el personaje de la Mujer Maravilla, que no estaba presente en la versión de Patty Jenkins. Es notorio que a diferencia de Mujer Maravilla, este filme es dirigido por un hombre, ya que fastidian los planos con una altura baja de la cámara y donde la angulación es contrapicada cuyo único objetivo es focalizar sobre el trasero de la Mujer Maravilla interpretada por la actriz Gal Gadot. El punto débil más grande de dicho largometraje es común al universo del género del cómic, válido tanto para los filmes de DC como los de Marvel (a excepción de la que se considera siempre más profunda e inteligente que el resto, la saga de X-Men) es la paupérrima construcción del villano. Este género cinematográfico en auge que despliega un sinfín de spin-off suele recurrir de forma constante y poco original a villanos con fuerzas del inframundo de otros tiempos arcaicos u otros planetas que desean apoderarse del planeta tierra, transformándolo en un lugar oscuro para el hábitat de fuerzas malignas. Estas batallas suelen ser predecibles en sí mismas y en su desenlace, en la que es sabido siempre se requiere un equipo de superhéroes para derrotar al villano. En conclusión, La Liga de la Justicia no es una excepción de ello sino su reiteración más reciente donde, al igual que en otras películas del género, la fuente de poder maligna también es acompañada o proviene de un elemento. Por último, hay que reconocer que la película sabe alternar entre la emoción, la acción y la comedia –lo cual no es poca cosa- y que en definitiva entrega lo que se espera de ella que es entretenimiento y éste es superior a su precuela Batman Vs. Superman. Sin embargo, no aporta nada nuevo al universo del cómic en sí mismo, ni a la historia proveniente del cómic. Por supuesto, deja las puertas abiertas para la continuidad de una saga que desea hacer competencia a los Avengers, desplegando un sinfín de películas corales e individuales de cada súper héroe. Atentos queridos espectadores hay dos extras en los créditos finales, uno al comienzo de ellos que funciona como gag de clausura y otro hacia el final de los mismos que da continuidad a una próxima entrega de Liga de la Justicia.
Paula pertenece al género de la Biopic puesto que está basada en la vida de la artista plástica Paula Modersohn-Becker. No sólo explora en la vida de esta mujer, sino que además expone el orden patriarcal del contexto histórico como así también dentro del campo artístico. En dicho sentido, el filme expone con inteligencia lo complicado que era para las mujeres artistas decidir no sólo qué tipo de temáticas o estilos plasmar en sus obras, sino también la dificultad a la hora de formarse academicamente. Desde los inicios de las academias artísticas, éstos eran lugares restringidos a mujeres, en un primer momento solo eran artistas aquellas mujeres que eran hijas de artistas y luego sólo a éstas se les permitía estudiar en la academia de arte. Aún así no podían retratar desnudos y sus modelos vivos eran niños, nunca hombres adultos. El filme muestra como Paula era una transgresora en todos los sentidos tanto desde el mundo social como desde el rol de la mujer en el campo artístico e incluso con su estética pictórica que era totalmente innovadora para la época por no ser mimética y representativa de la realidad.
Crítica emitida el sábado 11/11/17 en Cartelera 1030 de 20-21hs. por Radio Del Plata (AM 1030)
Los últimos serán mejores Los Últimos es el título de la ópera prima de Nicolás Puenzo, hijo del reconocido director Luis Puenzo, quien nos propone un sentido viaje de supervivencia de dos refugiados en medio de una distopía social sudamericana abrumadora. La pareja protagónica compuesta por Peter Lanzani y Juana Burga (modelo que debuta cinematográficamente aquí) decide emprender una odisea desde un campo de refugiados hacia un nuevo destino que les permita salir de la opresión que viven. Los Últimos centra su temática en la explotación de los recursos naturales -sobre todo el agua- y en consecuencia la escasez que esto produce, además de un fuerte conflicto social que termina por desatar una especie de guerra civil. En dicho sentido, la narración comienza metafóricamente con un funeral y la mención al maltrato de la Pachamama (Madre Tierra), quien estará presente todo el tiempo a través del plano sonoro como un ritual constante, pidiendo ser escuchada. Ambientada en Bolivia en el año 2016, Los Últimos es un relato que en palabras de su autor comienza siendo postapocalíptico para virar luego hacia el realismo. Sin embargo, ciertos elementos del guión y algunos cabos sueltos la distancian del realismo, pero resultando aun así un relato verosímil, reflexivo y conmovedor. La pareja protagónica se empalma con el paisaje, la estética del filme es austera y realista. Los personajes reflejan las grietas del suelo a través de sus cuerpos, en dicho sentido Nicolás Puenzo ha titulado dicha fusión como una “belleza intoxicada”, puesto que esa explotación de recursos que se manifiesta, ha llegado también a quienes habitan la tierra. Una vez que la joven dupla atraviesa el desierto, y un arriesgado viaje en tren cruzando fronteras (las cuales funcionan más bien como lindes), se toparán con conflictos y juegos de poder más complejos que la sed y el hambre. Allí aparece el personaje más interesante del largometraje, Ruiz, interpretado con la excelencia que caracteriza siempre a Germán Palacios. Ruiz es un fotógrafo contratado por el villano encarnado por Alejandro Awada. Aquí se marca una clara dicotomía entre buenos y malos, en la que Ruiz encarna la ambigüedad de dicho binarismo. Este fotoperiodista debe capturar momentos del conflicto, los cuales resultan ser un constructo, un falseo de la muerte, recordándonos que en todo hay una selección, un encuadre, un recorte que depende desde qué punto de vista desea ser escrita la historia, tal como dice Ruiz: “no todas las fotos cuentan la verdad”. En esta puja de fuerzas opuestas entre los opresores y la resistencia, el guión se excede con la grandilocuencia de incluir ejércitos norteamericanos en representación de un imperialismo que le quita verosimilitud al relato creando ciertos agujeros. Entonces esa austeridad y belleza atípica que venía manejando la película (no es casual que su director sea también cámara y director de fotografía) en el plano estético y narrativo se contaminan al igual que la tierra con cierta exageración poco apropiada en el discurso. En conclusión, Los Últimos es un relato con originalidad dramática que mediante la belleza cruda logra hacer reflexionar y sentir al espectador en todo momento. A pesar de sus desajustes en los momentos de acción, refiriendo a ese género cinematográfico, logra mantener intrigado al espectador constantemente en un lugar incómodo pero soportable: hay una pena constante que no es una agonía, y esto habla de la inteligencia narrativa de la misma. Finalmente, al igual que muchos otros relatos cinematográficos, el agua, el mar, funcionará como distención, porque ésta suele representar metafóricamente esa vuelta al origen y la circularidad que se menciona en Los Últimos a través de la leyenda de “la serpiente que se muerde la cola”. En cuanto al destino de los protagonistas hay cierta similitud casual con otro film nacional estrenado recientemente, No te olvides de mí (2016). Por último, la distopía de Los Últimos propone una conexión inmediata con el presente que lleva al espectador a reflexionar automáticamente acerca de la explotación minera y de todos los recursos naturales, aproximando ese futuro incierto al presente.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" Radio Del Plata (AM 1030) el sábado 4/11/17 de 20-21hs.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" Radio Del Plata (AM 1030) el sábado 4/11/17 de 20-21hs.
Critica emitida por Cartelera 1030 Radio Del Plata- Sábados 20-21hs
Las últimas pinceladas Loving Vincent (2017) es un largometraje que se enmarca en el género de la biopic, centrado principalmente en los últimos días de la vida del eterno Vincent Van Gogh (1953-1890). Dicho artista es un referente del impresionismo pictórico, aunque sólo le dedicó diez años de su vida a la pintura, lo que nos habla de su enorme visión y talento. Toda clase de mitos artísticos se desprenden de la vida del holandés, como que, a pesar de su éxito posterior en vida, sólo vendió una pintura. A pesar de que las biografías cinematográficas son frecuentes y están en auge, Loving Vincent se destaca del resto por su peculiar formalismo: estamos ante un relato compuesto por “pinceladas animadas”. El método de realización de dicha animación es muy complejo y digno de destacar. Consta de escenas filmadas en estudio con actores reales y su posterior recreación pictórica en 62.450 fotogramas pintados a mano durante cinco años por un grupo de artistas plásticos, quienes previamente aprendieron la técnica del Painting Animation Workstation. Es decir que cada fotograma es un cuadro pintado al óleo. En consecuencia, Loving Vincent representa una interesante unión entre forma y contenido, puesto que lo estético refiere al último estilo pictórico y más característico de Van Gogh, quien a su vez es el tema narrativo. En ese sentido el relato es constantemente metadiscursivo, mediante el efecto de las pinceladas en movimiento, como si fuese él mismo Vincent quien está contando la historia, su historia. Sin embargo, el filme se vuelve más objetivo cuando se utiliza el recurso del flashback para remitir a un acontecimiento pasado. Para diferenciarlo del presente se utiliza estéticamente el blanco y negro en forma monocromática -allí se produce un contraste muy fuerte con los colores estridentes del presente- y no sólo es el color lo que cambia, sino también el estilo de las pinceladas, éstas son más suaves y menos impresionistas, remitiendo quizás a los primeros desarrollos pictóricos del artista en cuestión. En Loving Vincent, cine y pintura se fusionan para crear imágenes que remiten a 120 obras reconocidas de Van Gogh, lo que se observa inmediatamente en los decorados y los ambientes del largometraje que nos transportan inmediatamente al universo simbólico del artista. Ese doble juego entre dos lenguajes distintos -pintura y cine-, entre narración y estética, entre el color estridente y el blanco y negro, también dialoga con la personalidad ambivalente del artista. Otro aspecto peculiar de la película es el híbrido del género de la biopic con el policial, a través de los misterios que rondaron la muerte del artista. Para ello, se utiliza a Armand Roulin (amigo real de Van Gogh) devenido en un personaje detectivesco encargado de llevar la acción narrativa e investigar la vida del artista con un estilo similar al de Agatha Christie, salvando las distancias. En dicho sentido, al Roulin toparse con los distintos agentes de la vida de Vincent, se despliegan los diversos puntos de vista sobre un mismo sujeto, tan matizados como pinceladas, algo similar a los que nos enseñó hace tiempo El Ciudadano (Citizen Kane, 1941). Loving Vincent además de citar pinturas como El dormitorio en Arlés (1888), La noche estrellada (1989), Retrato de Père Tanguy (1887), Retrato de Armand Roulin (1888), Retrato del Doctor Gachet (1890), Terraza del café en la Place du Fórum (1888), se basa en 800 cartas escritas por el artista que evidencian como dice el filme que “la vida puede cambiar hasta al más fuerte”. Quizás el único antecedente del tratamiento visual de dicho largometraje sea Los Sueños de Akira Kurosawa (Akira Kurosawa´s Dreams, 1990), en donde en su episodio “Cuervos”, el director cita las pinturas Campo de trigo cuervos (1890) y El puente de Langlois en Arles (1888), de Van Gogh para expresar su admiración por el artista. Lo cual es de vital importancia porque es sabida la influencia del arte japonés sobre el pintor y además ambas pinturas también son citadas en Loving Vincent. Loving Vincent nos invita a observar sus imágenes como si fuesen pinturas en movimiento o tableaux vivants mediante un trabajo extraordinario de realización. Asimismo, esto se enfatiza debido al formato cinematográfico y su proporción que acentúan lo pictórico, manteniendo la proporción de los cuadros y evitando el cinemascope. Esta biopic alcanza entonces el objetivo de Van Gogh al querer conmover y enternecer a los demás mediante su arte, colocándonos en un lugar de contemplación constante.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata (AM 1030) Sábado 21/10/17 de 20-21hs.