La aproximación de la directora y guionista francesa Céline Sciamma a ambos personajes es paulatina, cadenciosa e íntima, con un esmerado cuidado por los detalles, los gestos, las conversaciones simples pero recargadas de segundas intenciones. Actuaciones sobresalientes, una ambientación de época despojada y libre de barroquismos, una fotografía grandiosa –al punto de que en repetidas ocasiones las composiciones parecen cuadros– y un apacible y adictivo uso del ritmo cinematográfico llevan a que la narración, sencilla y mínima, avance sin subrayados ni obviedades.
Si se considera a Black Widow como una película "feminista", entonces el feminismo está en el horno.
En 2003 se estrenaba una gran película: Ana y los otros, ópera prima de Celina Murga. De corte detenido y minimalista, allí se narraba la vuelta de la protagonista (interpretada por Camila Toker) a Paraná, su ciudad natal. Luego de años viviendo en la capital, observaba los cambios en su pueblo, pero, por sobre todo, la radical metamorfosis en ella misma; ahora una criatura urbana, no podía evitar ver todo ese mundo desde una nueva perspectiva.
Veneno para el pueblo Esta película nació a partir de una enorme indignación y un posterior encargo. El gran actor y militante ambientalista Mark Ruffalo se escandalizó al leer un artículo de The New York Times llamado “El abogado que se convirtió en la peor pesadilla de Dupont”, firmado por Nathaniel Rich, en el que se describía a un personaje de la vida real llamado Robert Bilott, un abogado defensor corporativo, que, por un giro del destino, acabó enfrentándose a Dupont, multinacional del teflón, en una denuncia penal en la que la responsabilizó por envenenar el agua, las tierras, los animales y hasta los mismos pobladores de la localidad de Parkersburg, en Virginia Occidental. Ruffalo decidió que la historia merecía una película, colocó el proyecto sobre sus hombros y, con mucho acierto, llamó al director Todd Haynes (Velvet Goldmine, Lejos del cielo, Carol) para encargarle el proyecto.
Maten al mensajero Por lo general la Primera Guerra Mundial se encuentra opacada por la Segunda a nivel cinematográfico. Las razones son varias: en primer lugar, como en la Primera participaron los Estados Unidos pero en menor medida, no se dan las pautas para que Hollywood desarrolle grandes despliegues cinematográficos heroicos y complacientes. En segundo lugar, no existían aún los nazis, quienes se han convertido hoy en el enemigo más demonizable y común a todos. Es entonces particularmente extraño encontrarse con una película de este porte, con el foco en la contienda desde las trincheras, como también fueron las excepcionales La patrulla infernal (1957), de Stanley Kubrick, y Caballo de Guerra (2011) de Steven Spielberg.
Las clases sociales en la mira Esta película obtuvo seis nominaciones a los óscar, pero no justamente en categorías menores: mejor película, mejor película extranjera, mejor dirección, mejor guion original, mejor montaje, mejor dirección artística. Cartón prácticamente lleno en los rubros clave de la creación cinematográfica. El hecho de competir como visitante es, además, especialmente meritorio, considerando que, con suerte, una sola película extranjera (léase, de cualquier parte del mundo exceptuando Estados Unidos) logra semejante privilegio cada año. 2019 fue el año de Roma, ahora le tocó el turno a Parásitos.
Tensión al 25% Hace ya 42 años que, con grandes dosis de creatividad y audacia, George Lucas daba inicio a una de las sagas más influyentes y representativas del cine hollywoodense. Desde entonces, muchísima agua ha pasado por abajo del puente; un par de décadas después la franquicia continuó con una segunda trilogía bastante floja (1999-2005) en la que Lucas demostraba que la mayor parte de su talento tras de cámaras se había extinguido, y que enfrió los ánimos de los productores durante un buen tiempo.
Noir con personalidad Edward Norton, El director-guionista-protagonista de esta película, interpreta a un antihéroe o, más bien, a un “héroe problemático”, un personaje con síndrome de Tourette, es decir, que durante su vida cotidiana sufre constantemente de tics, putea y dice cosas inconvenientes sin voluntad de hacerlo, con las dificultades que esto puede acarrearle en su labor como investigador privado. Al comienzo de la película, su estimado jefe (Bruce Willis) es asesinado en medio de un enigmático caso; vaya uno a saber por qué, en su lecho de muerte, en vez de dejársela fácil a su discípulo, le dice y le repite una palabra en clave, imprescindible para que se entretenga devanándose los sesos durante media película. El quién, el por qué y el para qué fue asesinado, son incógnitas que quedan planteadas desde ese mismo comienzo.
Cine-modelo Cristiana Capotondi, quien interpreta a Nina, la protagonista de esta película, fue una de las firmantes, junto a otro centenar de actrices, de un documento llamado “Dissenso comune” en el que fue denunciado el acoso sexual como un fenómeno transversal, sistemático y enquistado en el mundo del espectáculo italiano. En el texto apuntaron sus baterías a una cultura que utiliza a las actrices para el deseo masculino, sexualizándolas constantemente. Coherentemente con esta acción, la protagonista supone un ejemplo a seguir respecto a ciertas realidades de acoso sexual laboral. Se trata de una mujer que comienza a trabajar como empleada doméstica en el Instituto Baratta, una residencia de ancianos ubicada en los vistosos campos de Lombardía, y administrada en parte por la iglesia católica. Parece un trabajo tranquilo y especialmente conveniente por los beneficios sociales que facilita, incluyendo alojamiento y educación para su hija. Pero la limosna es grande y Nina hace bien en desconfiar desde el primer momento.