“Esas que te dejan sin aliento”, es una frase común al escuchar hablar de una película de terror. O lo era, en el pasado y cuando existían aquellas buenas películas del género. Puedo decir que “Posesión Infernal” ha logrado dejarme varias veces sin aliento. Cuando uno ya espera poco del cine de terror, cansado de sagas eternas y desinfladas, aburrido de monstruos que no logran retorcerte en la butaca y harto de la típica película de adolescentes obvios, aparece esta remake que nos permite volver a creer en esta nueva generación de directores. Contando con la dirección del uruguayo (y joven) Federico Álvarez y la producción de Sam Raimi (¿quién sino?, Bruce Campbell y Robert Tapert, Posesión Infernal (Evil Dead, 2013) es la remake mejor lograda de aquellos clásicos del género. Con varios guiños a la original y con interesantes aportes esta nueva versión tiene como destino convertirse en un nuevo clásico del género. “Posesión Infernal” tiene el mismo argumento que la original: tres chicas y dos muchachos llegan a una cabaña perdida en el bosque. La única diferencia es que en vez de escaparse para drogarse en un fin de semana de locura, los jóvenes van para ayudar a desintoxicar a Ami. Allí descubrirán un libro forrado de piel humana, el Necronomicón (extraído de la literatura de H.P. Lovecraft). Al leer algunos pasajes, una fuerza demoníaca comienza a apoderarse de los jóvenes y los transforma en monstruos asesinos. Esa mezcla entre el terror, el horror y la comedia le da un toque especial al filme, ya que retoma ese cliché del género que uno tanto añoraba. Además, los efectos especiales (realizados a la vieja usanza) resultan extremada y torturadoramente realistas. Debe ser por ese motivo que varias parejas se levantaron de sus asientos y salieron de la sala antes de que termine la función (debo aclarar que hace mucho tiempo no veía eso en el cine). Un hecho a recalcar es lo tenebroso que resulta el “monstruo”. Increíblemente logrado y tensionante en cada escena que aparece. Si bien las actuaciones no son estelares, supongo que es lo de menos. El peso final de todo el conjunto recae en la explosiva Jane Levy, quien sufre toda la película y así y todo tiene que interpretar a la villana y heroína al mismo tiempo. La joven es expresiva por demás, sus ojos transmiten todas las emociones que recorren su cuerpo y verla sufrir es duro. A su vez, la tensión creada por la fotografía, luces y música aportan todo lo que puede faltar para un combo explosivo. El joven (pero no menos exitoso) director logra combinar todos estos ingredientes para que no le falte nada a una remake que podía arruinar muchas expectativas. El problema será, ahora, conformar las expectativas para la segunda entrega.
Lula en pantalla grande Casi con nombre de telenovela, “Lula, el hijo de Brasil”, recorre la infancia de Luis Inácio da Silva, sus humildes orígenes en Caetés, el conflicto con su figura paterna y su adolescencia, hasta su esplendor sindicalista, en 1980, cuando la banda presidencial era apenas un sueño. A pesar de todas estas condiciones de vida casi cinematográfica, esta película no logra ahondar en profundidad en aspectos esenciales de la configuración de este líder. La película cae de a ratos en los clichés de buen alumno, excelente esposo, el amor profundo y las escenas de gran romance, y rompiendo con los grandes dramas de su vida real, crea un ambiente pleno de telenovela televisiva, más que de súper producción cinematográfica. De hecho, “Lula, el hijo de Brasil”, es la película más cara en la historia de Brasil: costó más de 10 millones de dólares. Con presencias actorales realmente notables, tales como el debut de Rui Ricardo Dias en el papel de Lula y Glória Pires como la influyente madre, Lindu, este filme intenta hacer un recorrido casi romántico en la creación de la figura de líder. En conclusión, es casi imposible ver una película de estas magnitudes y no dejar de pensar en el líder político más importante que ha tenido Brasil en el último decenio, sobre todo dentro del contexto social y político que se vive actualmente en nuestro hermano país. Aquellos que deseen encontrar un gran fundamento político se verán decepcionados. Este filme nos plantea un “Lula” mítico, un líder con grandes valores y con una historia marcada por altibajos, creando la persona de Luis Inácio da Silva, más que el Presidente “Lula” da Silva.
¿Una pareja despareja? Es realmente un lástima que el título de “Una pareja despareja” diste tanto del original “Phillip Morris, I love you”, o para entender mejor en español “Phillip Morris, te quiero”, ya que básicamente esta comedia romántica habla de eso, del amor. Muchas fueron las críticas y aún mayores los impedimentos por los que tuvo que pasar este filme para salir a cartelera. De hecho, su estreno fue censurado en varios países y pospuesto en muchos otros, a raíz de su temática gay. Sin embargo, cabe destacar que esta película no está muy alejada de las clásicas comedias románticas que estamos acostumbrados a mirar. Es más, si los papeles fueran interpretados por Jennifer Aniston y Gerard Butler la comedia cerraría exactamente igual, y las críticas caerían por otro lado. Superadas todas estas críticas, la resolución que tomaron los directores Glenn Ficarra y John Requa en el abordaje de este filme no son para nada erradas: esta es una comedia romántica entre personas del mismo sexo. De hecho, la comedia no cae en los clichés comunes y antinaturales, o en lo grotesco de los gestos, las acciones y lo sexual; esta es una comedia totalmente natural, en la cual la temática gay es apenas un detalle en el contexto de la película. Cabe destacar que existen ciertas atribuciones o juegos con lo sexual que permite robar una risa al espectador, ya que, dentro de cualquier relación, causan gracia. La trama argumental es muy sencilla. Steven Russel (Jim Carrey) es un padre de familia muy correcto, policía y cristiano. Tras un accidente automovilístico, decide revelarse de su monótona vida y aceptar su condición de gay. Cansado de ocultarse ante la sociedad, se muda a Miami y conoce a su primer novio (Rodrigo Santoro), descubriendo así los grandes lujos y los altos costos de esta vida. Es por esto que decide comenzar con una serie de estafas que lo conducirán, nada más y nada menos, que a la prisión donde conocerá a Phillip Morris (Ewan McGregor). Dentro de la cárcel se enamoran perdidamente, y al salir, Steven, le promete que hará todo lo posible para que estén siempre juntos. Al fin y al cabo, esta historia basada en hechos reales ofrece muy buenos resultados como comedia romántica, sumado a las increíbles actuaciones de Jim Carrey y Ewan McGregor que le aportan una increíble química. De hecho, “Phillip Morris ¡Te quiero!”, intenta ingresar a una sociedad que aún tiene ciertos prejuicios ante estas temáticas, desde una mirada cómica, natural y romántica. Sin dudas, esta no es “Una pareja despareja”, es una pareja como cualquier otra, una pareja que se diría “Phillip Morris ¡Te Quiero!”