Lenguaje y estética del cómic en su mejor tratamiento cinematográfico Buenas, tome algo. Hace muchos años (1990/91) trabajaba en un video club muy importante de la Capital Federal. La Mirage se llamaba. Eran tiempos pre-Blockbuster, cuando recomendar una película era un oficio artesanal. En ese tiempo inventamos el término Cómic Movie, para diferenciar del género de aventuras a aquellas películas que estaban basadas en historietas. Hoy sigo usando ese término por una razón muy sencilla: Considero que a esta altura, las producciones basadas en historietas o novelas gráficas han logrado un código que les es propio. Eso por un lado, y por el otro, son realizaciones que corren con “ventaja” porque parten de una base en donde muchos aspectos de una producción (si se quiere tener a los fans como aliados) ya están resueltos. El vestuario; la estética y el diseño de arte; el story board; gran parte del guión (o al menos lo que atañe a la construcción de los personajes y sus conflictos); y si me pongo a pensar hasta el casting, que tiene un rumbo a seguir en base a lo ya dibujado. Porque convengamos que Robert De Niro es un gran actor; pero no da para el rol de Thor. Y ahora sí; hablando del Dios nórdico del Trueno, este era el último gran personaje de Marvel que faltaba adaptar, y aún considerando que el diseño de producción de estas películas siguen un patrón muy similar, también es verdad que no todos los personajes de historieta son atractivos para el cine. Al aspecto, “Thor” está dentro de las mejores adaptaciones que se hicieron hasta el momento por dos razones fundamentales: Porque las ventajas que mencionaba antes están bien aprovechadas, y por la acertadísima elección de Kenneth Branagh como director, por cuanto no se dejó obnubilar por su experiencia; sino que la puso al servicio del proyecto sin subestimar ni el guión, ni al espectador. La historia arranca en tiempo presente con un trío terráqueo de investigadores científicos liderados por Jane Foster (Natalie Protman), quienes están intrigadísimos por algunos fenómenos que se suceden en el cielo. Un accidente pondrá el primer y único flashback que nos lleva justamente al cielo, más exactamente a Asgard, morada de Odín (Anthony Hopkins), Dios de Dioses, en momentos de la mayor felicidad de su vida será coronar a uno de sus hijos como su sucesor al trono. No hay mucho para elegir: Thor (Chris Hemsworth) o Loki (Tom Hiddleston) son los candidatos. Por razones que no conviene develar aquí, Odín se enoja con Thor y no sólo no lo designa como su heredero en el poder; sino que lo condena al exilio Así es como Thor arriba a nuestro planeta, donde lo mantendrá hasta que aprenda a ser noble y humilde. ¡Pavada de lugar eligió para que cultive semejantes virtudes! La acción retorna a ser jugada en el presente en un guión que la desdobla en un montaje paralelo entre lo que sucede en Asgard con Loki, quien toma la posta de los acontecimientos, y lo que ocurre en el planeta Tierra, en Nuevo México, mientras Thor aprende su lección ¿Se nota que estoy tratando de no revelar más de la trama? Digamos que por su experiencia con historias de reyes y tragedias (por ejemplo “Enrique V”, 1989, o su versión completa de “Hamlet”, de 1996), el realizador se mueve mucho mejor en Asgard que en La Tierra; pero esto es un mero detalle. El guión es sólido y está muy bien estructurado, adicionalmente el poderío visual de “Thor” se apoya en la muy buena fotografía de Haris Zambarloukos y la excelente dirección de arte de Maya Shimoguchi, quien entendió perfectamente cómo diferenciar ambos mundos con un estilo muy personal. Si es por méritos propios, esta producción apunta como posible candidataza al Oscar en estos rubros, al igual que la poderosa banda de sonido de Patrick Doyle en su mejor trabajo hasta ahora. Por último, los efectos especiales, visuales y sonoros hacen importantes aportes a la historia y justifican su utilización al servicio del gran espectáculo. En cuanto al casting, diría que cumple. Están todos bien sin sobrarles nada, y eso que Branagh se toma su tiempo con cada uno. En todo caso Chris Hemsworth, logró componer un personaje al cual desde el principio uno lo siente como un pedante y soberbio insoportable, con lo cual el objetivo está cumplido. Así como disfruté de principio a fin una aventura que tiene bastante de artesanal, también debo decir que apenas comenzados los créditos finales, de 113 minutos bien servidos, se anuncia una continuidad, si quiere un anticipo al estilo capítulo del televisivo “Lost” (2010). La sugerencia es que se quede en la butaca hasta la palabra fin. Sinceramente preferiría que no existiese esa posibilidad, pues difícilmente alcanzaría el mismo nivel de esta obra, recordando aquello que mayoritariamente se impone: segundas partes nunca fueron buenas. Pero estimo que se trata de una aspiración utópica...si reditúa comercialmente.
¿Cómo le va? Sírvase un café. Bien. Empiezo: Dennis Dugan es, para mí, un realizador del montón. Nada de lo que hizo hasta ahora va a cambiar el cine ni mucho menos pero, en contrapartida, hace mucho tiempo que hace comedias. Y como una de las cosas que se puede hacer con el tiempo es adquirir conocimientos; en más de 20 años de carrera, hasta el más burro aprende. Recuerde sino “No te metas con Zohan” (2008). Por cierto, incluyendo Zohan, esta es la sexta vez que elige Adam Sandler como protagonista. Sigo. Considero a Adam Sandler un actor del montón. Nada de lo que hizo hasta ahora va a cambiar la historia de la actuación pero, en contrapartida, el 99 por ciento de lo que hizo en este tiempo de carrera han sido comedias. Es verdad que casi todas con esa impronta de pobre-tonto-buenazo (con más o menos cafeína según el guión), y esa impronta es lo que le da una marca registrada. Puede gustar o no, pero que la tiene, la tiene, y más cuando Jennifer Aniston es su partenaire. Sigo. Que linda es Jennifer Aniston. Diez temporadas de “Friends” (1994-2004) en TV hicieron que se encasille, sí; pero además que tenga un entrenamiento en los manejos de los gestos que son comedia pura. ¡Y qué linda que es! (¿Ya lo dije, no?). ¡Ah! ¿si es buena actriz? Eeeemm… sigo con la película en cuestión. Danny (Adam Sandler) tuvo la mala experiencia de un casamiento que nunca ocurrió, porque justo, justo, estaba detrás de la puerta de la habitación en la que su prometida se pavoneaba de todas las aventuras que tuvo y tendrá, una vez consumado el cuarto sacramento. También tuvo la mala experiencia de nacer con una nariz enorme y espantosa. Y digo tuvo, porque esa misma noche triste, sólo en un bar y con casorio suspendido, descubre el “poder” que el anillo matrimonial tiene para conseguir mujeres. Ahí decide hacerse cirujano plástico y ganar mucha plata. Luego de la breve introducción, vemos al personaje de Adam Sandler pocos años después recibido de cirujano plástico, ejerciendo en su consultorio con su asistente Catherine (Jennifer Aniston, que es muy linda) y sin el injerto de látex que le dieron al actor en el set de maquillaje, pero eso sí, con el hábito de tener una mujer joven y hermosa por semana, todas conseguidas con su anillo de soltero y las distintas variantes del verso del casado-infeliz. Hasta que, claro está, habrá alguna chica que lo fleche. Él hará cualquier cosa para quedarse con ella, y los enredos se sucederán a partir de la cantidad de “cualquier cosa” que Danny decida hacer, incluso irse a Hawaii con… bueno, descúbralo usted, así me quita el peso de tener que contarle más. La produxxión en sí se deja ver, apenas uno haga las concesiones del caso y no se haga demasiadas preguntas. Estos actores (todos) entienden bien de qué va la película y es gracias a ellos que la comedia no decae. En algún punto entiendo que el guión le de la espalda a chistes más subidos de tono que piden a gritos ser mostrados, pero en USA querían que fuera para toda la familia, así que, no dio. Pero digamos que el realizador la lleva bien y se nota que conoce mucho a su actor fetiche. Habrá tenido que hacer concesiones con algún productor que le exigió una o dos tomas en las cuales Jennifer Aniston muestre que físicamente tiene los abdominales donde tienen que estar y que… es muy linda... pero esto no le quita ritmo al film. Hay una constante musical que son versiones light de temas de The Police y Swing (Dennis Dugan debe tener todos sus discos) que aportan clima de playa, al igual que la fotografía del veterano Theo Van De Sande, que no será el artesano de “El Asalto” (Fons Rademakers, producción holandesa), obra ganadora del Oscar como mejor película extranjera en 1986, pero entendió claramente cómo funciona Hollywood, por eso; a esta película la midió de taquito. En cuanto a la compaginación, que para la comedia es fundamental porque puede hasta determinar el destino de un gag si no está bien hecha, cumple con lo pactado en el guión técnico El realizador y los guionistas se basaron en “Flor De Cactus” (Gene Saks, 1969) aquella deliciosa comedia con Walter Matthaw, Ingrid Bergman y Goldie Hawn, que estaba basada en la adaptación de Abe Borrows, quien, a su vez, adaptó de la obra teatral original de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, “Fleur de Cactus” (¡Uf, uf, uf… no llegaba más!). Ví la versión dirigida por Saks en 1969. Sería ingenuo compararlas, pero sí puedo decir que estas épocas no parecen propicias para los simbolismos y en aquél clásico, recuerdo que justamente ese cactus, frío, inaccesible que Ingrid Bergman tenía en su escritorio, terminaba dando una flor al tiempo que ella florecía descubriendo el amor. No necesito prevenirlo de ir a buscar este tipo metáforas con esta realización ¿verdad? “Una Novia de Mentira” conserva sólo la estructura de parte del guión y de la esencia de los personajes principales, pero si quiere haga como hice yo: deje los cuestionamientos en casa y simplemente vaya a divertirse un rato. Es eso, o ver por enésima vez algún capítulo de “Friends”.
Y sí. Algún día tenía que llegar una versión industrial del Conejo de Pascuas, leyenda de la que se conoce poco y nada. Y como ese poco y nada nunca se explotó más que para vender huevos de chocolate y roscas, las posibilidades son amplísimas, sobre todo para Hollywood. En este aspecto, la gente de Universal volvió a confiar en los dos guionistas que escribieron aquel hallazgo del año pasado que fue “Mi villano favorito” (2010), y que antes habían escrito “Horton y el mundo de los quién” (2008), ambas con un planteo interesante, o por lo menos con algunos temas para discutir entre líneas. Pero…el exceso de confianza puede jugar en contra, mi amigo, porque es evidente que para “Hop” sólo tuvieron que mirar un rato algunas películas sobre Santa Claus y dejarse llevar por el camino de lo obvio. La historia arranca en el mundo real, con un chico que un día, desde la ventana de su dormitorio, ve llegar al Conejo de Pascuas y estacionar en el patio de la casa, con su, escuche: ¡huevo-trineo tirado por pollitos! Luego de esta introducción, hay dos historias que se cuentan durante un rato en un montaje paralelo hasta que chocan (literalmente). Una es la del conejito E.B., siglas en inglés para Easter Bunny, o sea Conejo de Pascuas ¿Vio? Le avisé que tomaron el camino obvio. ¿Quiere más? ¿Adivine en qué isla vive? ¿Una ayudita? Bueno, descubrimos que bajo una de las gigantes cabezas de piedra funciona una gran fábrica de golosinas. La cuestión es que un día en esa isla, cuyo nombre usted ya adivinó, Papá Conejo (lo llamo así porque ni nombre tiene este personaje) le muestra a E.B. la enorme fábrica de huevos de chocolate, en una escena muy parecida, conceptual y estéticamente, al comienzo de “Charlie y la fábrica de Chocolate” (2005). Mientras le explica su destino de repartidor, el pequeño se resiste a tener que andar llevando huevos para todo el mundo. No. El sueña con ser baterista en una banda de rock (¡¿?!), en tanto Carlos, un pollito gigante, cansado de ser segundón, frustrado en la posibilidad de heredar el titulo de Conejo de Pascuas, y con ello el poder que eso implica, comienza a planea un golpe de estado Por otro lado, en el continente, está Fred, muchacho de familia adinerada que tiene pocas cosas en claro, además de pocas luces. Contrario a papá, mamá y hermana, él no sabe bien qué hacer con su vida y anda deambulando de trabajo en trabajo. Diez años después a la acción antes descripta, al regreso de uno de estos trabajos, Fred atropella con el auto a E.B. quien se había escapado de su destino para demostrar que un conejo-baterista también puede triunfar. Hilando muy fino podría decir que ambos, siendo de mundos distintos, están sufriendo los cambios propios de la edad y tienen miedo a crecer; pero como el guión nunca profundiza en serio sobre esto puede ser que el que tenga buenas intenciones sea yo. Fred lleva a su casa al herido y lo cuida hasta que descubre que éste es el Conejo de Pascuas, que para ser conejo se mueve muy humano y que además puede hablar (y tocar percusión). Así que decide ayudarlo a triunfar llevándolo a un casting organizado por David Hasselhoff (que hace de sí mismo). E.B. está en el buen camino, y Fred también porque de repente se ilumina y se da cuenta de que su vida es la de ser Humano de Pascuas y hacer la repartija para lo cual es E.B. el que lo ayuda. Ahí nos enteramos de que para ser “huevopascuero” (si me permite el término) hay que entrenarse haciendo pesas y carreras de obstáculos (¡¿?!) Luego ambos tendrán su momento de revelación que los lleva a madurar, pero para ese entonces la historia es tan poco sustentable que probablemente los únicos que la pasen bien sean los chicos más chiquitos. Nosotros, padres, nos vamos a quedar toda la película pensando en una situación que ocurre al principio: Papá Conejo le dice a su hijo que es re-lindo recorrer el mundo con la misión de hacer a los chicos felices, pero éste se lo cuestiona señalando a China en el mapamundi. Se inserta una escena y se lo ve a Papá Conejo corrido a escobazos por una señora de ese país. Papá reflexiona y le dice a E.B.: “Si, todavía no hemos corregido a China”. Ahí tiene. Ya puede discutir con su hijo de 6 años sobre cine, política y religión a partir de una sola escena. Injustificable, por cierto, teniendo en cuenta que no hay una sola mención a la pascua cristiana, ni nada que tenga que ver con la religión. “Hop” combina acción común con animación tipo Garfield, muy bien lograda, al igual que en todos los rubros técnicos, con una mención especial a la compaginación que, pese al guión, se las arregla para entregar un producto medianamente bien terminado por el realizador Tim Hill. Yo me quedé con las ganas de ver algo más creativo, pero para los chicos funciona. ...Disculpe, voy a ver si mi conejo vino con sorpresa dentro.
No señor, no señor, y ¡No señor! Si usted espera que yo hable de lo que Enrique Pinti; (artista fundamental en mi vida, al que admiro y amo como un fenomenal lector de la realidad y brillante actor e inventor de un género único en nuestro país y Latinoamérica), hizo en esta película; se equivoca. Si pretende que le comente de lo que Nacha Guevara; (actriz y cantante que con el correr del tiempo y de artistejos pasajeros ha sabido reinventar y explorar su carrera como pocas) hizo en esta película; usted está en un error. También me niego rotundamente a describir el trabajo de Moria Casán, mujer que no necesitó reinventarse porque durante mucho tiempo, y aún hoy, supo, y sabe, marcar tendencias y romper barreras; además de representar de pies a cabeza, y de las tetas al culo, la cultura, el hacer y el decir de la picardía argentina. Y por cierto, la única que entendió que esta película era una comedia y no un grotesco. Ni que hablar del talento de actores como Carlos Belloso, Claudio Rissi o Alejandra Majulf. Más que saber qué hicieron, me gustaría saber para qué. Sí le voy a decir algo de los horrores del guión y de la dirección de esta producción. “Cruzadas” no está escrita y dirigida; sino que es culpa de Diego Rafecas, un hombre que ya había avisado que se venía algo peor cuando hizo “Paco” (2009), pero esto no viene al caso. “Cruzadas” es, supuestamente, una comedia que intenta poner una mirada sobre los medios, el monopolio, la pelea por el rating y la diferenciación mediática sobre las clases sociales que, para Rafecas, se dividen entre los que se comen la ”S” y los que la emiten correctamente. La historia es la de Ernesto Pérez Roble (Enrique Pinti), dueño de uno de los principales multimedios del país, venido a menos y en riesgo de caer en picada sino vende rápido sus acciones. A su vez es padre de dos hijas con madres distintas. Una es Juana (Moria Casán), la “hija reconocida” que vivió siempre junto a él, clara heredera de la fortuna y el control de la empresa, a pesar de tener un manejo casi sádico de las relaciones interpersonales. Empezando por tener un hijo cuadrapléjico encerrado en la bóveda del canal. La otra es Camila (Nacha Guevara), hija bastarda, tratada como tal durante toda su vida y (¿por esa razón?) metida a madama-regente-cantante de una bailanta en González Catán, rodeada de facinerosos y con una hija, Mecha (Chachi Telesco),que en trato y personalidad sale más a la tía que a la madre. Un buen día, el viejo Perez Roble se da cuenta de lo mal que hizo en su vida como hombre de medios y tira la chancleta. Se pone a fumar marihuana y otras cosas que se deben hacer a los noventa y pico de años. Cuando se quiere resarcir se muere y deja la mitad de sus bienes a cada una de las hijas, con lo cual generará conflicto de intereses a la hora de decidir la repartija, por eso ambas se mandan mutuamente a “los muchachos” para dirimir la cuestión. Y como eso no resulta, se amigan (¿?) Todas (o casi todas) las películas tienen subtramas que apuntalan la idea principal. El problema con “Cruzadas” es que nunca el guionista-realizador-coproductor-actor decidió cual es la trama principal, por eso el proyecto termina cayéndose a pedazos. Este hecho quizás sea atribuible a las horribles sobreactuaciones de Chachi Telesco y del mismo Rafecas quien, haciendo de matón de pocas luces, por no decir idiota, se olvidó de dirigir la película. No contento con esto, Rafecas incluye (al viejo estilo de los guiones de los ’70 de Moser o Sofovich) tres números musicales (sí, como leyó) para chuparse los dedos, uno grotesco en la sala de reuniones, en el que parece que todo el elenco se tomó una purga; otro de Damas Gratis que hacen de Damas Gratis, y otro de la propia Chachi Telesco que es un concierto de errores de continuidad, además de que ninguno de los numeritos le agrega absolutamente nada a la historia; pero se ve que el realizador tiene una fábrica de celuloide o lo paga a precio mayorista. La dirección de fotografía tiene de todo menos dirección. Si como muestra sobra un botón, la cara de Nacha Guevara se opaca por momentos y en otros pareciera que la están iluminando con la lámpara del logo de la Fox. La música hace todo lo contrario a lo que indican las imágenes, cuando hay drama suena cumbia y cuando hay algo gracioso salen violines. De todos modos el sonido es tan malo que merecería subtítulos en castellano para poder entender nuestro propio idioma. La compaginadora hizo todo lo posible para quitarle timing a los gags, arruinándolos por completo. Demás está decir que hablar de la dirección es, sencillamente, un agravio a la profesión; porque “Curzadas” recurre como a cinco ideas distintas metidas en una sola película, con el agravante de que ninguna es realmente llevada a cabo y de que, por momentos, da la sensación de que en el set de filmación cada personaje hace y dice lo que se le ocurre en un guión que propone una cosa y luego dispone todo lo contrario. ¿Dónde regalan celuloide? Tengo un amigo que se muere por hacer un cortometraje.
En los últimos tiempos, y en busca de ideas, la industria del entretenimiento ha logrado reciclar el pasado con resultados dispares. El nombre Da Vinci, por ejemplo, ya es una de las franquicias literarias exitosas logrando asociarlo primero a un libro y en segunda instancia al gran maestro. La historia y mitología griegas, presentes desde siempre en el cine, volvieron a ser recicladas en este siglo para tres productos muy exitosos: El video juego “God of War” (2005) y sus secuelas “Furia de Titanes” (2010 y 2012), y “Percy Jackson y los dioses del Olimpo”, una serie de cinco libros (más 3 anexos), que también abordan la mitología griega pero con una vuelta de tuerca. En la primera, “Percy Jackson y el ladrón de rayos” (2010), veíamos al protagonista viviendo tranquilamente en Nueva York hasta descubrirse a sí mismo con poderes, al igual que quienes lo rodean, y que el Emipre State es el Olimpo en donde moran los dioses griegos. Finalmente, la mitología es real y todas las criaturas viven disfrazadas ente la gente común. La propuesta se cae desde el comienzo. Desde las páginas de los libros ya era difícil instalar un verosímil creíble donde aceptamos que los dioses, buenos o malos, no salen a reventar todo y se guardan disfrazados de humanos. La adaptación al cine fue casi calcada, y también lo es la segunda parte, “Percy Jackson y el mar de los monstruos”. Luego de la muerte de Thalía, Zeuz la convierte en árbol, y en un campo de energía en medio del bosque para proteger a los semi-dioses que viven y se educan allí, centauros, sátiros… hay de todo, Percy (Logan Lerman) es uno más. Un buen día un toro mecánico rompe el escudo, la paz y otras cosas. Roto el árbol, hay que repararlo y para ello es necesaria una especia de manta mágica. Salen en misión encomendada Clarisse (Leven Rambin) y un sátiro, y en misión auto-encomendada Percy, Annabeth (Alexandra Daddario) y Grover (Brendan T. Jackson), otro sátiro; porque estos seres son atraídos naturalmente al velloccio de oro. De ahí en adelante, todo lo demás, que no conviene revelar. El cambio en la dirección de Chris Columbus a Thor Freudenthal le sacó algo (sólo algo) de lo aniñado de la primera, imprimiendole a esta segunda parte un ritmo narrativo mejor sostenido, con escenas de acción mejor logradas y efectos que oscilan entre el croma bien fotografiado y la hilacha visible cuando se superponen las imágenes. Hay bastante artificio notorio en el concepto general, lo cual conspira junto a una historia que, como dijimos, tiene una línea finísima entre fantasía e inverosímil. Se sabe que esto último en el género de aventuras es fundamental. Donde la saga sigue fallando es en un casting de chicos, más cerca de Glee (no porque canten) que del physiques du rôle aceptables para los personajes que encarnan. Todo, los diálogos, las situaciones, los estados anímicos y emocionales, quedan enmarcados en una estudiantina moderna con lo cual, la riqueza dramática de la mitología griega queda en un segundo o tercer plano, como si fuera apenas una mención de nombres y conflictos que terminan siendo poco útiles al esqueleto del relato. Probablemente sirva como una introducción a este vasto mundo, pero decodificado para adolescentes con pocas preguntas y más pochoclos. En todo caso, siendo “Percy Jackson y el mar de los monstruos” mejor que su antecesora, probablemente encuentre en los chicos un lugar para instalarse con su versión en español. Tiene gusto a poco, ¡qué quiere que le diga!