Una de las acepciones del término vicio, según el diccionario de la real Academia Española, es: “Gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso”. No Fumar es un Vicio Como Cualquier Otro se funda sobre la interesante estructura de comedia coral, en la que diversas historias se van articulando a través de la relación fortuita que establecen entre sí los diferentes personajes. Si bien aquí existe un claro protagonismo del matrimonio interpretado por Horacio Acosta y Mausi Martínez, en pleno proceso de deterioro no sólo como pareja sino también como individuos; cobra también relevancia, la dupla conformada por Luis Machin y María Onetto, que interpretan a un asesino serial y a una actriz retirada y artista plástica en potencia, respectivamente. El universo creado por el director Sergio Bizzio, también responsable del guión junto a Lucía Puenzo, está atravesado por personajes que fuman sin reparos o intentan dejar de fumar. Este hilo conductor que es el cigarrillo, sumado al exceso de propuestas, son dos de las variables que atentan contra la posibilidad de conformar un todo coherente que le permita al espectador internarse en el relato. Vayamos por partes. En relación a la primer variable: Las constantes alusiones al acto de fumar, ya sea desde la palabra o desde la acción, y el conflicto que esto genera entre los personajes, no llegan a constituirse como algo real y tangible en el cuerpo de ellos mismos, de manera de dar verosimilitud al juego de situaciones cómicas y absurdas que propone el relato en relación al vicio, no sólo de fumar sino de dejar de hacerlo, asesinar gente o de pintar flores azules. Es decir, Tanto María Onetto, Mausi Martínez y Luis Machin, realizan una composición de personaje correcta en lo individual pero al momento de establecer relación con un tercero el conflicto se diluye limitándose a una mera enunciación verbal. (Permítase a la cronista hacer una salvedad aquí en cuanto a los encuentros entre Luis Machin y María Onetto que devuelven verdad a la pantalla) Esto evidencia el siguiente problema: la mirada exterior que debiera proponerles a todos articularse en un único registro, el del relato, y profundizar los conflictos que verbalizan, pareciera desentenderse de ellos para ocuparse de sumar cada vez más recursos a explotar. Es entonces que lo logrado comienza a perderse o desdibujarse. En cuanto a los actores mencionados y conociendo su trayectoria, sabemos que con o sin mirada exterior realizan su métier siempre de manera encomiable, pero aquellos con mayor necesidad de guía, o bien con roles menores aparecen en pantalla como a la deriva o bien como una mera excusa. La segunda variable a la que hemos hecho referencia, es la excesiva digresión que también impide que la trama crezca y que en ese avance nos sumerja cada vez más en el desopilante mundo que imaginaron los guionistas. Entonces, nos encontramos no ya frente a un relato coral sino al gusto particular y excesivo del director de la recordada Animalada (2001). No Fumar es un Cicio Como Cualquier Otro, a pesar de sus buenas intenciones, recuerda a los seminarios de improvisación que tomaba quien suscribe; en un principio constituyen una excelente herramienta de entrenamiento pues abren un mundo de posibilidades y son una maravillosa manera de estimular la imaginación y desembarazarse de los prejuicios; pero a la hora de realizar la puesta en escena, y recordando la definición con la que iniciamos esta reseña, es importante tener cuidado y saber elegir; sin dejarnos llevar por el gusto especial por algo o por todo lo creado, pues esto conlleva el peligro de pecar de excesivos, lo que finalmente irá en detrimento de nuestra propia obra.
Soi Cumbio es el primer largometraje de la directora Andrea Yannino. Documental de 75 minutos que retrata una fragmento de la vida de la otrora adolescente Agustina Vivero, alias Cumbio, cuyo devenir flogger la llevó a una inesperada popularidad algunos años atrás. El relato que vemos, nos ofrece a Cumbio desde las diferentes relaciones que sostiene con sus padres, amigos, novia, periodistas, seguidores, colegio y medios de comunicación; en el momento en que la fama la descubre. Así veremos como, una vez más, tanto la televisión como la prensa escrita demuestran su interés, al hacer foco en el fenómeno para servirse de este hasta agotarlo.Soy Cumbio refleja la multiplicidad de relaciones que evidencian las diferentes instituciones que conforman nuestra sociedad y a través de las cuales los sujetos crecen, se desarrollan y se reproducen: familia, escuela, pareja, pares. Instituciones que, como ya sabemos, se han visto desequilibradas con el advenimiento de la llamada cultura 2.0 que instala una nueva modalidad de relación entre quienes se internan y comunican a través de ellas. Esta nueva forma de relacionarse, a través de chats, blogs, fotologs, mensajes de texto, e-mails y auriculares en eterno funcionamiento, que es a juicio de quien escribe, una nueva modalidad de alienación, está modesta pero correctamente construida por Andrea Yannino. La virtud del documental reside en que es a través del tratamiento de la imagen que percibimos las vertiginosas vivencias tristes y alegres de la adolescente protagonista. Lejos de todo juicio de valor sobre el personaje y prescindiendo de la habitual voz en off del género, es en la utilización del montaje por corte directo, los movimientos de cámara veloces que obligan a una pérdida de foco que se demora en restablecer, y una iluminación que pareciera denotar la misma espontaneidad que Cumbio en sus expresiones, que la película encuentra su mayor valor. Existe en la imagen una homologación a la protagonista en tanto invita a preguntarse cuál es o ha sido el rol de las instituciones en la vida de los adolescentes en general. Soy Cumbio utiliza material rodado con Agustina Vivero y su familia en la propia casa y alrededores, al que intercala fragmentos de archivo periodístico que dan cuenta del momento de breve fama de la joven que la ha llevado, incluso, a publicar un libro cuyos compradores formaron largas colas para conseguir la firma de la autora. El material documental muestra el mismo respeto que se evidencia en la elaboración de la película, pues sabemos que en todo rodaje existe una puesta de cámara sostenida por una decisión y elección previa; y en este registro, el documental, Andrea Yannino, comprende la inmediatez del contacto entre personas y a la vez el vacío comunicacional.