El cine francés es, tal vez, el más impredecible de los europeos. Parte de premisas tentadoras e irrefutables dignas de mandíbulas caídas, como afiches categóricos, actores que soportan primerísimos planos mientras se miran enamorados, títulos cautivantes y la Torre Eiffel de costado ofreciéndole al cuadro esa aura de eternidad. Después, la historia propiamente dicha y la dirección, pero una vez que ya estamos metidos en la película. Y promediando la cinta, el momento de la verdad, cuando toda esa previa confirma si es un gran filme o si fue todo una jugada de marketing que sirvió a la confusión para comprar la entrada. En lo que respecta a 'Los jóvenes amantes', podríamos decir que es tan pretenciosa, con ínfulas de ser la cinta francesa del año, que aunque queda a mitad de camino ya le sobra para ser una película interesante. El comienzo nos muestra una situación confusa en un hospital, donde no se logra dilucidar quién es quién, pero sí vemos el amor que se enciende en Pierre (Melvil Poupaud), un joven médico que queda cautivado por la belleza y elegancia de Shauna (Fanny Ardant), una mujer refinada que a simple vista lo duplica en edad. Pero esa burbuja se cierra en el tiempo y pasamos a la actualidad, quince años después, donde por cuestiones del azar y la lógica se reencuentran. Una foto ajena había quedado entre ellos dos de ese cruce mágico, y no mucho más. Ella hoy tiene 71 y él 45. Pero el amor ya no es unilateral sino cuestión de los dos. La directora y guionista Carine Tardieu consigue con sus dos logrados personajes romper muchos estereotipos, llevarnos por caminos poco transitados y hasta chocantes, para demostrarnos poéticamente que no todo está contado en materia de corazones. Sin caer en lo naif pero tampoco en el morbo. Sí de manera sofisticada, va contando el cuento pero con un pecado casi capital: olvida la emoción, campo que pudo haber sido explotado sólo con imaginar la historia de esta misteriosa viuda arquitecta movilizada por un médico oncólogo casado y con hijos. Sin embargo, el mayor logro de Tardieu es equilibrar el cartel y las energías de Poupaud cuando su coprotagonista es nada menos que Fanny Ardant, una de las actrices francesas más importantes de las últimas décadas, quien supo ser dirigida por su ex marido François Truffaut, Alain Resnais y Ettore Scola, entre otros. Claro que Ardant llena la pantalla y todo lo que sale de sus gestos es lo cierto, pero igual la balanza -sobre todo en el final- queda regulada. Y eso ya es mucho decir.
La estructura del iceberg es bien conocida por todos. Una pequeña porción de hielo sobre la superficie que esconde una inmensa masa en las profundidades. A simple vista inofensivo y poco atractivo, pero a medida que uno se acerca, la cuestión se complica, sobre todo si no se tiene pulida la técnica de la navegación. `El hombre inconcluso' es ese iceberg, la ópera prima de su autor y director Matías Bertilotti, quien nos propone este policial, a distancia poco llamativo pero que si lo comenzamos a abordar, se nos apodera de todos nuestros sentidos. Nos mide, nos intriga y cuando ya caímos en su espacialidad, nos va contando una historia que a cada paso nos sorprende. Para bien, obvio. HECHOS REALES El filme cuenta sobre un llamado desde el pueblo Carmen del Sauce (provincia de Santa Fe) pidiendo la captura inmediata del oficial de policía Julián Gianoglio (Gastón Ricaud) a manos del Comisario zonal (Claudio Santamaría) por el atroz asesinato de `El alemán' (Ernesto Claudio), uno de los tipos más buenos con los que uno puede cruzarse en la vida. Y a partir de esa llamada, la historia comienza a ir y volver en el tiempo, mostrando el devenir de los personajes en cuestión. Un turista desaparecido llamado también Julián Gianoglio (Nicolás Pauls) y Reinaldo (Víctor Laplace), uno de sus habitantes históricos recién llegado de visita, le ponen más confusión al misterio. Inspirado en hechos reales, `El hombre inconcluso' sobresale por su homogeneidad y contundencia en apenas 81 minutos. Su elenco afina una inquietante melodía que oscila entre la amabilidad pueblerina y la tensión del policial más oscuro, ese de tinte ochentoso que une en un mismo plano, la ingenuidad de los que desconocen la trama con los que ocultan un pasado turbio. Así, Matías Bertilotti (también coguionista de `Un crimen argentino', 2022) nos muestra su mejor carta de presentación. Su final, aunque no tan sorpresivo, es un baño de realidad que aún hoy, sigue dejándonos con la boca abierta.
La grandeza y calidad del capitán de cualquier embarcación reside en llegar a puerto en tiempo y forma. Ya sea con un crucero de lujo o con una balsa corroída a la que le reemplazó la vela por su ropa tendida. Emmanuel Mouret llega a los cines argentinos más con la segunda descripción que con la primera. Un rejunte de piezas inconexas de dudosa procedencia que en el cuadro final se vuelve bello a los sentidos. El tema es el amor; su acierto, la forma en que lo muestra. Charlotte y Simon son dos amantes que desde el inicio dejan en claro los rieles por los cuales transitará la relación. El es torpe, culposo y tímido en la práctica pero curioso en la teoría. Ella, madre soltera, pragmática, concreta y sincera. Él no sabe qué está haciendo con una mujer que no es la madre de sus hijos; ella se asume amante por esencia, sin prioridad ni derechos. El amor para ella se reduce a encuentros furtivos y apasionados; para él, no lo sabemos. Y así, bajo estos axiomas, 'Crónicas de una affair' se cuenta a modo de calendario, encuentro tras encuentro, fecha tras fecha. Ellos lo niegan pero lo cierto es que es la historia de un romance inesperado y expansivo. El autor y director tampoco lo reconoce, al menos desde la forma clásica. Desde el tópico. El cliché. Desde esa belleza de las simples cosas y, sobre todo, desde la sutileza. Entonces ella es mayor, ronda los 50 y algo. Él es menor pero con barba y petiso. No son el uno para el otro en lo visual, pero sí en el plano discursivo. ASPERA POESIA El filme se refleja en la filmografía de Woody Allen y con la trilogía de Richard Linklater ('Antes del amanecer', '...del atardecer' y '...de la medianoche'). Diálogos extenuantes y fríos, poca acción epidérmica, fotografía y banda de sonido de altos valores de glucosa pero de esencia desabrida. Así es la dicotomía con la que se juega en todo momento. ¿Es creíble? Absolutamente sí. Ella es nada menos que Sandrine Kiberlain, a quien podríamos ver en loop y quedar hipnotizados de su suavidad actoral, y él es Vincent Macaigne, quien endiosa en todo momento la figura de Charlotte y así rubrica la decisión del director de unirlos en esta crónica sentimental que desde su inorganicidad, conquista. Los conflictos, los giros en la historia y lo claro de esta sinuosa y áspera poesía del corazón quedan para la sorpresa del espectador. Lo único que hay que destacar es que termina como tiene que terminar.
Inicio EspectáculosNota ESPECTÁCULOS De Hugo Grosso, 'Perros del viento' Volver para recuperar los recuerdos POR MARIANO CASAS DI NARDO 14.09.2022 Machín enaltece la pantalla en todo momento. 'Perros del viento' (Argentina, 2022). Dirección y guion: Hugo Grosso. Actores: Luis Machín, Gilda Scarpetta, Roberto Suárez, Lorenzo Machín, Marta Lubos, Carlos Portaluppi. Duración: 105 minutos. Clasificación: apta para mayores de 13 años c/reservas. 'Perros del viento' tiene una lógica inédita e infalible, por ende, cinematográficamente perfecta. Hablar de lo que nunca se habló en cine, del suicidio de los perros, para contar lo que se contó millones de veces, la añoranza de un pasado que se fue y no volverá más. Entonces, con un tema curioso y sorpresivo, su autor y director, el rosarino Hugo Grosso, nos lleva a todos los lugares comunes de la nostalgia pero de una manera sutil a la que no podemos ni sabemos negarnos. El resultado final es una película firme, basada en la solidez narrativa, en la riqueza artística de sus protagonistas y en el lugar exclusivo que nos da como espectadores. Luis Machín es Ariel, un guionista transmedia que llega desde España a Rosario, su ciudad natal, para investigar a nivel periodístico el suicidio de perros en el Parque de España. En ese derrotero detectivesco regresa a un pasado que cree no estar cerrado del todo, con heridas sentimentales y familiares que lo ponen de frente a una verdad sentenciada. El mayor logro del director en esta retrospectiva existencial es ubicarnos como compañeros de travesía. Tanto desde la perspectiva técnica de filmación como en lo subjetivo, pareciera que hubiésemos estado allí. Porque logra momentos de gran intimidad y nos vuelve cómplices, no voyeuristas. AQUELLOS LUGARES 'Perros del viento' arranca como esas producciones independientes de cine que uno no sabe muy bien hacia dónde van, pero cuando la trama se define y el personaje de Machín crece, se vuelve confidencial. Y esto se debe también a que todas las apariciones del reparto construyen. El encuentro entre el protagonista y su tía, la actriz Marta Lubos, es de una frialdad y dulzura absolutas. Sensación ambigua que también repite cuando se encuentra con cada parte de su pasado; por ejemplo, con su amigo de la adolescencia José María (Roberto Suárez), con su gran amor Laura (Gilda Scarpetta) y con Juani (Lorenzo Machín), el hijo de estos dos últimos. Carlos Portaluppi, como su colega en España, o sea, su presente social y laboral, le da aire al filme para que no todo sea añoranza y pesadez. "Volver a los lugares en los que nos sentíamos enormes para darnos cuenta que hoy ya no cabemos'' podría sea la hipótesis del filme. Con esa autoridad mentirosa (que se crea el personaje principal) de querer averiguar algo sobre un tema fascinante, como para que los golpes de la realidad no duelan tanto. Concluye la cinta y dos puntos quedan inobjetables más allá de lo narrativo: que Machín enaltece la pantalla en todo momento y que la sabiduría, técnica y sensibilidad de Grosso convierten una buena idea en una gran película.
Muchos son los puntos a tener en cuenta a la hora de ver 'La conferencia'. Primero, que todo de lo que se verá en el filme sucedió, tal vez no en los términos exactos pero sí en su concepción, por más irracional e inverosímil que parezca. Segundo, que nada de lo que narra la cinta de Matti Geschonneck puede disfrutarse como un hecho artístico, por lo que su calidad cinematográfica pasa al plano de lo intrascendente. Y tercero, que su contenido oral es tan brutal que no solo nos interpela como seres humanos sino que nos incomoda como espectadores desde que comienza esta suerte de comité del horror. La mañana del 20 de enero de 1942, en una villa situada frente al lago de Wannsee, en los suburbios de Berlín, quince de los principales jerarcas del régimen nazi se reúnen para delinear el asesinato masivo y sistemático de 11 millones de judíos. 'La conferencia de Wannsee' fue promovida por Reinhard Heydrich, segundo en el mando después del jefe de las SS Heinrich Himmler y director de la Oficina de Seguridad Principal del Reich. Este plan fue denominado "la solución final'', nombre en código que se utilizó para la destrucción deliberada del judaísmo en Europa. Inicio EspectáculosNota ESPECTÁCULOS 'La conferencia', sobre las atrocidades cometidas contra el pueblo judío Un filme tan crudo como necesario POR MARIANO CASAS DI NARDO 14.09.2022 En la denominada `Conferencia de Wannsee', en enero del '42, se delineó el plan de asesinato masivo de 11 millones de judíos. 'La conferencia' (`Die Wannseekonferenzaka', Alemania, 2022). Dirección: Matti Geschonneck. Guion: Magnus Vattrodt, Paul Mommertz. Actores: Philipp Hochmair, Johannes Allmayer, Maximilian Brückner, Matthias Bundschuh. Duración: 108 minutos. Clasificación: apta para mayores de 13 años. Muchos son los puntos a tener en cuenta a la hora de ver 'La conferencia'. Primero, que todo de lo que se verá en el filme sucedió, tal vez no en los términos exactos pero sí en su concepción, por más irracional e inverosímil que parezca. Segundo, que nada de lo que narra la cinta de Matti Geschonneck puede disfrutarse como un hecho artístico, por lo que su calidad cinematográfica pasa al plano de lo intrascendente. Y tercero, que su contenido oral es tan brutal que no solo nos interpela como seres humanos sino que nos incomoda como espectadores desde que comienza esta suerte de comité del horror. La mañana del 20 de enero de 1942, en una villa situada frente al lago de Wannsee, en los suburbios de Berlín, quince de los principales jerarcas del régimen nazi se reúnen para delinear el asesinato masivo y sistemático de 11 millones de judíos. 'La conferencia de Wannsee' fue promovida por Reinhard Heydrich, segundo en el mando después del jefe de las SS Heinrich Himmler y director de la Oficina de Seguridad Principal del Reich. Este plan fue denominado "la solución final'', nombre en código que se utilizó para la destrucción deliberada del judaísmo en Europa. La película es una suposición de lo que consta en el acta grabada por Adolf Eichmann, de la que sólo se conserva una copia y que constituye un documento fundamental del Holocausto. La misma consta de quince páginas y fue encontrada el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1947 bajo el anodino título de Acta de reunión. Años más tarde fue utilizada como prueba en los juicios de Núremberg. Hay que recordar que los integrantes de la conferencia no deliberaron si el plan debía ejecutarse o no, sino que trataron la puesta en marcha de una decisión que ya se había tomado. Se sabe que en el momento del encuentro la mayoría de los participantes ya sabían que el régimen nacionalsocialista se había embarcado en el asesinato masivo de judíos. Heydrych indicó que aproximadamente 11 millones de judíos serían finalmente sometidos a la solución final. Lo que sí entraba en discusión eran los métodos, a quiénes incluiría y en qué orden. Quiénes desde un principio, quiénes trabajarían antes y quiénes no; qué grado de judío tenían los hijos de matrimonios mixtos y demás etcéteras atroces. RECURSOS Volviendo a esta especie de documental ficcionado y casi teatralizado, el ojo del director decide que pocos de los recursos cinematográficos sean implementados. El filme se limita a lo sucedido en aquel encuentro, se centra en lo discursivo, profundiza en primeros planos y en los detalles gestuales e inexpresivos de los protagonistas, lo cual de por sí señala una ideología. La no utilización de banda de sonido y la falta de un sello de autor son su marca personal para incursionar en un tema tan sensible. ¿Es necesario ver un filme como 'La conferencia'? Por respeto a la historia sí. Y para entender y acompañar el sentir el dolor del pueblo judío, mucho más.
Los personajes oscuros, misteriosos, con poca historia y futuro incierto abundan en el cine. Su clave es la espontaneidad. Nunca se sabe qué puede pasar con ellos y qué giro puede tomar la historia, si todo sucede minuto a minuto, mientras la rutina -valga la redundancia- se repite. En `Nunca volverá a nevar', la directora Malgorzata Szumowska (`Ellas', con Juliette Binoche, 2011) junto a su otrora director de fotografía Michal Englert, nos trae a Zhenia (Alec Utgoff), un inmigrante ucraniano que se gana la vida dando masajes en un exclusivo y apático barrio cerrado de Varsovia. El, atractivo, eficiente y monocorde en su concepción, se vuelve un Adonis para estos vecinos. Con tintes de cine surrealista y escenas alegóricas de clara crítica social, la cinta va mostrando qué se genera en cada encuentro entre este vendedor de placeres físicos y psíquicos, y sus pacientes/clientes que esperan semana tras semana su llegada para aliviar frustraciones y pesares. Una especie de circuito de almas en pena integrado por un hombre enfermo de cáncer, un ama de casa (desesperada por sentirse deseada), una viuda, una señora que vive para sus perros y un irascible exmilitar. El filme relata la atracción por lo ajeno y la insatisfacción de lo alcanzado. ALTA TENSION El mayor logro de la dupla creativa, tanto en la autoría como en la dirección, es el permanente estado de tensión. El rostro inexpresivo pero empático del protagonista es lo que siembra el desasosiego. Solo sabemos que cuando sucedió la explosión de Chernóbil él tenía siete años, por lo que suponemos que sus dotes sanadores y su arte hipnótico derivan de aquella radiación. `Nunca volverá a nevar' sorprende por su visual perfecta, lo preciso de su narración y actuaciones que siempre están en su punto más alto. Todos los personajes cuentan historias y eso logra que sus casi dos horas de duración no tengan fisuras. Aunque lejos de nuestra idiosincrasia, es cine alemán y polaco que atrapa.
En plena era de las plataformas y del streaming, muchas veces uno se pregunta qué puede motivar a un espectador a ir al cine a ver una película francesa donde no hay actores convocantes, premios incentivadores ni un aparato de marketing que guie hacia la boletería. Entonces toma fuerza la figura de la crítica, que tantas veces pareciera pretenciosa al decir que tal o cual película es mala o regular. Aquí su efecto es motorizante. Porque `Solo las bestias' es un gran y original filme que debe verse. Para los amantes del buen cine -frase más que remanida- es cita obligada. Durante sus primeros cinco minutos, `Solo las bestias' pareciera ser el paradigma de esa etiqueta que tanto daño le hizo al cine francés en las últimas décadas acusándolo de ``soso, lento y aburrido''; pero resulta ser casi una trampa, un evidente engaño para dejarnos en ridículo si la dejáramos en el arcón de los fallidos que no se terminaron de ver. Porque toma un giro que no solo despabila sino que envuelve. Basado en la novela del francés Colin Niel `Seules les bêtes', el autor no nos cuenta el momento en que diversos personajes se entrecruzan sino la historia de cada uno de ellos durante esa interacción. Entonces, como mosaicos que se van corriendo hasta ver la fotografía entera, el espectador va entendiendo todo. Algunas situaciones son esperables pero la mayoría nos dejan ver como espectadores inexpertos. Por momentos `Solo las bestias' es un golpe al ego de los cinéfilos. PAISAJE La trama tiene varios inicios, coincidiendo con la cantidad de protagonistas. La desaparición de una mujer es el disparador y a medida que progresa la cinta emerge una nueva instancia que a su vez le da cuerpo a un nuevo misterio. Los paisajes helados de una zona rural ignota de Francia hacen que todo se vuelva más cerrado y confuso. Gran parte del valor del filme se debe al trazado maquiavélico que su director, Dominik Moll, nos ofrece como lectura. Un intermitente camino de migas de pan que seguimos atentamente hasta toparnos con un nuevo protagonista, y todo vuelve a comenzar como una microhistoria dentro del relato mayor. Denis Ménochet, tal vez la cara más conocida junto a Valeria Bruni Tedeschi, encarna esos faros a los que siempre se recurre para no perderse. Nadia Tereszkiewicz con su juventud regala frescura, mientras Guy Roger `Bibisse' N'Drin con su naturalidad es lo urticante. Los demás personajes, todos logrados hasta el mínimo detalle, terminan por construir este gran filme que nos regala el país galo.
En la industria de la música hay dos formas de hacer un dúo con artistas internacionales: o se juntan, previa organización de sus agendas, se conocen y van unificando el criterio artístico hasta crear una pieza homogénea, o cada uno graba su participación desde su ciudad de origen y después los técnicos y las computadoras las unen. La diferencia de resultados es abismal y difícilmente la segunda opción triunfe, porque se nota la disociación musical. 'Una villa en la Toscana' pareciera haber sido filmada bajo el segundo método, porque los actores británicos nunca se conectan con los italianos. Y lo que debiera ser algo orgánico y tamizado por la calidez de los paisajes de la Toscana termina siendo exigido, arisco e incómodo. El personaje de Liam Neeson hablando con todos en inglés en pleno corazón del pueblo toscano roza lo absurdo. El filme escrito y dirigido por James D'Arcy cuenta la historia de un galerista inglés (Micheál Richardson, el hijo en la vida real de Liam) que al divorciarse debe comprarle la parte a su ex mujer para seguir en el negocio del arte. Sin un centavo decide poner en venta la casa que heredó de su madre ya fallecida y junto a su padre (Neeson) emprenden el regreso a Italia para cerrar el tema lo antes posible. Allí, obviamente, sino no habría película, las prioridades cambian y sus destinos mutan. RECURSO 'Una villa en la Toscana' tiene uno de los peores inicios de la historia del cine. Una mini y rápida introducción para contarnos que el personaje de Jack Foster se está divorciando y necesita dinero, que su padre Robert es un artista bohemio que no tiene relación con él, y que se sube obligado a un automóvil para así aparecer en plena Toscana frente a una casa derruida. Recurso que después se repite uniendo Inglaterra con Italia como si fuera por un pasillo. Otro logro negativo y casi capital del director es hacer actuar mal a una de las actrices más destacadas de su generación, la italiana Valeria Bilello. Nunca se ajusta al tono del filme y eso que su inglés es fluido. La escena donde conoce a Jack y lo saluda directamente en inglés sin que él diga nada nos anuncia que no habrá ninguna sutileza ni espacio al descubrimiento. Nadie en su país de origen saluda a otra persona en otro idioma. Obvia, acelerada, poco delicada, forzada y tocando insulsamente los géneros del cine turístico, romántico y dramático, 'Una villa en la Toscana' se vuelve poco disfrutable. Lo único bueno, además de los paisajes, es escuchar de fondo a Domenico Modugno y Andrea Bocelli.
Lo interesante de 'Pequeña flor' es que no tiene una referencia directa con nada. Tampoco se refleja en un solo género porque en sí misma es un mix de estilos. Toma pocos y sutiles recursos de cada uno de sus creadores para tener identidad propia. Entonces se basa en la novela 'Pequeña flor' de Iosi Havilio, se configura en un guion bajo la impronta de Mariano Llinás ('La flor', 'Historias extraordinarias') y Santiago Mitre ('La patota', 'La cordillera'), y se redefine por la dirección de este último; más el código actoral ciento por ciento argento de Daniel Hendler y la muy grata sorpresa de su coprotagonista francesa, Vimala Pons. Una unión de caracteres exitosa que, prejuiciosa y erróneamente, a priori despertaría algún gesto de incredulidad. PERFILES 'Pequeña flor' nos sitúa en una ciudad poco brillosa y bastante lúgubre de Francia, donde José (Hendler), padre primerizo y dibujante recientemente echado de su trabajo, se encarga del cuidado de su hija y de los quehaceres del hogar; mientras que su mujer Lucie admite su incapacidad para asumir la maternidad y sale a trabajar. El, argentino y con un francés bastante tosco; ella, nativa y con dominio absoluto de ambas lenguas. El, trabado con su vida social y con una conexión plena con su hija; ella, con vínculos sociales aceitados y su intimidad con la suavidad de una lija. El trinomio Havilio-Llinás-Mitre hace una primera parte lógica, entretenida y sagaz, hasta que en un segundo giro -el primero es cuando la pareja invierte sus roles hogareños- plantea la confusión. Ahí el filme toma otro rumbo y sella su código diferencial e inédito. Se comienza a planear por la fantasía, esa que tanto caracterizó a la literatura de Julio Cortázar y Leopoldo Lugones, y cuando se logra descifrar lo que se quiere contar, como espectadores volvemos al eje. Una turbulencia aceptada y hasta gozosa, sobre todo por las buenas actuaciones del reparto, con actores como Melvil Poupaud y Sergi Lopez como figuras. Siempre en una trama que oscila entre el francés y el español. 'Pequeña flor' pareciera negar su ADN nacional, pero no por querer ser un filme pretensioso con aspiraciones de alto hándicap, sino porque es con esa falsa modestia y su lenguaje ambiguo que conquista con sintonía plena.
Que el Universo Cinematográfico de Marvel está agotado hace tiempo lo sabemos todos. Incluso ellos mismos, y por eso inventaron el multiverso. Como realidades paralelas, donde cada persona se repite en cada una. Según ellos, hay un poco más de 70 multiversos. O sea, más de 70 de cada uno de nosotros viviendo en simultáneo. La cuestión es que continúan esta historia sin fin con los restos de lo que quedó de "Avengers: Endgame". Por ende, con muy poco. Marvel fue el primer perro en la historia del cine que se mordió la cola. Mató a sus dos principales pilares: Iron Man y Capitán América, y debilitó a su comodín, Hulk. Entonces, la franquicia se sostiene por la magia de Spider-Man, único superhéroe que le sigue rindiendo como al principio; y por la calidad y nombre de sus actores. En este híbrido que resulta ser "Doctor Strange en el multiverso de la locura" son las actuaciones de Elizabeth Olsen y Rachel McAdams las que logran que no se hunda el barco, o al menos, que los adultos no quieran irse del cine. ¿Pero por qué híbrido? Porque el desarrollo del filme, los efectos especiales (de una técnica depurada sin igual) y la estética lúgubre de la segunda mitad del filme tienen más genética Harry Potter que Avengers. La misma productora la publicita como la primera película de terror, pero la realidad es que uno percibe una absoluta pérdida de identidad. UNIVERSOS PARALELOS En esta ocasión, Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) viaja junto a su fiel compañero Wong (Benedict Wong) a los universos paralelos para proteger a América Chávez (Xochitl Gómez), una chica a la que quieren matar para quitarle su poder de viajar por las diferentes dimensiones. La villana de turno, nada menos que la Bruja Escarlata. O sea: Wanda Maximoff, para adquirir esa virtud de poder ir al universo que desea la persigue por donde vaya. Otro capricho argumental es que la Bruja Escarlata por momentos parece invencible, crea mundos imaginarios, vuela por todos los rincones del cielo, aparece y desaparece a su antojo pero para atrapar a Strange y a Chávez los corre por un túnel rengueando cual jugador de fútbol que acaba de acalambrarse en el minuto 90. Y cuando el filme da un pequeño guiño trayendo una selección de superhéroes entre vintage y desconocidos, su resultado es penoso. La vara que mide la calidad de este estilo de películas podría ser cuántas veces un espectador las ve. Están las que se ven una sola vez y gracias, y las que se ven más de una vez. Las "Avengers" se ven más de una vez, incluso en el cine. Las dos de Doctor Strange, no. Ahora, en dos meses, llega "Thor: Love and Thunder", con Natalie Portman como nueva diosa, para reafirmar que lo que sostiene esta inentendible agonía marvelística son sus caras conocidas. Quién no quiere ver a la Mathilda de "El perfecto asesino" con el martillo del hijo de Odín. Y para terminar con lo taciturno del filme, las escenas poscréditos. De las más flojas de todas. Poco seductoras y más de lo mismo (llámese convocar a otra mega figura de Hollywood). Pero no hay problema, el marketing ya hará que el público olvide este sofisticado paso en falso y renueve las esperanzas.