La premisa de los viajes temporales nunca deja de ser atractiva. Y si el tema presenta giros peculiares, mejor todavía. Lo demostró H.G. Wells en la literatura y directores como Robert Zemeckis y James Cameron en el cine. Y es justamente el séptimo arte el que sigue dándonos alguna que otra sorpresa referida a este subgénero. Looper: Asesinos del Futuro transcurre en 2044, un futuro similar a nuestro presente, pero con algunos chiches tecnológicos. Menos maquinas del tiempo... que serán creadas 30 años mas tarde. Es mas, son usada por organizaciones mafiosas, que en esa próxima época mandan a sus victimas al ahora del film para que lo asesinos (denominados loopers) se encarguen de ejecutarlos a cambio de lingotes de plata. Joe (Joseph Gordon-Levitt), uno de los loopers más destacados, lleva una rutina basada en tener sexo con su novia (Piper Perabo), el consumo de drogas mediante gotas en los ojos y el aprendizaje de francés. Pero todo cambia cuando le toca matar al nuevo viajero del futuro: la versión mayor de sí mismo (Bruce Willis), quien se escapa de inmediato, dispuesto a recomponer situaciones para impedir un hecho trágico de su vida. El Joe joven va tras él (tras de sí mismo), al tiempo que comienza a ser perseguido por sus jefes y compañeros criminales, y descubrirá más de lo que había pensado...
Las historias de personajes de ciudad que la pasan mal en bosques/montañas/desiertos son recurrentes en el cine. Clásicos como Deliverance, de John Boorman, y El Loco de la Motosierra, son dos buenos ejemplos de choques culturales con nefastas consecuencias. Wes Craven lo expresó muy bien en una entrevista: “La idea de ir de la ciudad al campo es un paradigma antiguo. Se trata de irse al bosques, lejos de las apariencias de la civilización, lejos de las leyes escritas en libros y dictadas en juzgados. Es adentrarse en la ley de la selva, donde rige la supervivencia del más apto. Es meterse en el mundo de la bestia”...
La relación que tenemos con nuestros amigos no se parece a ninguna otra. Así supieron reflejarlo directores como Federico Fellini, Steven Spielberg, Rob Reiner y J.J. Abrams, entre otros. El cine argentino también supo dedicarle tiempo a las amistades, desde Pelota de Trapo hasta 76 89 03, pasando por Los Muchachos de mi Barrio. Días de Vinilo es el más reciente exponente del subgénero, y uno de los mejores.
En un futuro postapocalíptico, el mundo está dividido entre quienes viven en la superficie y los que moran en el subsuelo. Estos últimos son seres marginados por la sociedad, que deben vivir en pasadizos, a oscuras. Igual que topos. Pero, lejos de quedarse quietos y ocultos, forman sus propias leyes y suelen cometer atentados en el mundo exterior.
La película presenta una idea ambiciosa: retratar fragmentos de situaciones que se viven en lugares que están en las antípodas de otros. Por ejemplo, si alguien cavara un agujero en Entre Ríos, Argentina, llegaría a Shangai, China. Así, tres ejemplos más (los únicos en el planeta Tierra, ya que la superficie está casi toda cubierta de agua). Como algunos de sus más prestigiosos compatriotas suyos, como Andrei Tarkovski, Kossakovsky tiene una fascinación especial por la naturaleza, y lo demuestra con secuencias bellamente filmadas. La cámara es colocada en lugares que parecen imposibles, y de manera novedosa, logrando la sensación de mundo debajo del otro...
El cine de animación nacional sigue a full en 2012. Por las salas ya pasaron personajes clásicos mezclados con actores en vivo, en films orientados a los más chicos (Soledad y Larguirucho) y propuestas más deformes, audaces y políticamente incorrectas (El Sol, de Ayar Blasco). La Máquina que Hace Estrellas es distinta a las mencionadas y también representa la primera película argentina animada hecha en 3D...
Películas de espías hubo y hay muchas, pero ninguna como las que tienen como protagonista Jason Bourne (Matt Damon). Al igual que James Bond, conservan las mismas iniciales y tiene su origen en la literatura —en este caso, gracias al escritor Robert Ludlum—, y sus aventuras pronto pasaron a la pantalla. Pero, a diferencia de 007, Bourne no es un gentlemen seductor, casi de fantasía, sino un agente conflictuado, real, tratando de escapar de la agencia que pretende cazarlo.
Quienes nos criamos en la década del ’80 y ’90 solíamos ver películas en video. Ir al videoclub y pasarse un rato largo mirando los estantes (agrupados por género) era un auténtico ritual. Las de acción eran perfectas para ver con amigos. Tiros, explosiones, persecuciones, saltos desde grandes alturas, diálogos filosos, héroes a prueba de casi todo... ¿Qué más se podía pedir a tan tierna edad? El mundo tenía otro sentido de la mano de Silvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis (el trío Planet Hollywood) y tantos otros...
"Take me down to the paradise city where the grass is green and the girls are pretty". Gun ‘N’ Roses, “Paradise City”. Los ’80 fueron vibrantes, en varios sentidos. Especialmente, en lo referido a la música. El hard rock supo darnos bandas que, en mayor o menor medida, la rompieron. En pocos años, nos dieron desde himnos estridentes, con riffs pegadizos, hasta power ballads, el caballito de batalla para trepar en los charts y enamorar a las chicas. Una época fascinante, que merecía ser rescatada...
¿A quién se le ocurriría mezclar personajes históricos reales con monstruos de la cultura popular? Al escritor Seth Grahame-Smith. Primero lo hizo en Orgullo y Prejuicio y Zombies, extravagante reinterpretación de la obra de Jane Austen, que espera su adaptación al cine. Sí llegó a la pantalla grande la versión de su siguiente libro, y producida por Tim Burton: Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Mucho antes de dedicarse a la política, Abraham Lincoln (Benjamin Walker) presenció el asesinato de su madre. Consumido por la culpa y la rabia, busca al homicida, que resulta ser un chupasangre. Y uno de miles: tienen su base de operaciones en el Sur del país, donde esclavizan a gente de raza negra y se alimentan de ellos. Entrenado por Henry Sturges (Dominic Cooper), un misterioso y algo libertino caballero, y armado con su fiel hacha bañada en plata, comienza a masacrar no-muertos a diestra y siniestra. Pronto descubrirá que la palabra es tan o más fuerte que la violencia, y ascenderá hasta convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos por el partido Republicano. Pero los seres de las tinieblas están dispuestos a dar batalla, y Lincoln no tendrá más remedio que retomar la cacería en persona. El título hace pensar en un delirio, y lo es, pero de una manera atípica. El director ruso Timur Bekmambetov le imprime su estilo, que puede disfrutarse en sus films Guardianes de la Noche, Guardianes del Día y Se Busca: secuencias de acción tan inverosímiles como sorprendentes (incluye persecución a través de una estampida de caballos), cámaras lentas, personajes con una cualidad inusual de la que deben hacerse cargo... Detalles que hacen pensar, si no en una comedia, al menos en un producto decididamente trash. Pero no: tiene un tono melancólico, trágico, con un rigor histórico bastante cuidado. Los más terribles episodios de Norteamérica en aquellos tiempos (la esclavitud, los enfrentamientos entre el Norte y el Sur) están justificados por la nefasta influencia de los bebehemoglobina. Por extraño que parezca, esta combinación de chifle sobrenatural y seriedad funciona milagrosamente bien y nunca deja de ser entretenida. Los vampiros de esta historia son un poco diferentes. Se mueven a la luz del día y no pueden matarse entre ellos, así que deben acudir a mortales para lograrlo. A la hora de combatirlos, se usan armas hechas de plata. Benjamin Walker sale bien parado en su primer papel importante. El parecido con Liam Neeson no es casual: su debut cinematográfico fue interpretándolo en una versión joven en Kinsey, el Científico del Sexo, dirigida por Bill Condon, director de La Saga Crepúsculo: Amanecer 1 y 2, que incluyen vampiros. A su vez, el actor irlandés estuvo por encarnar a Lincoln en el inminente biopic de Steven Spielberg, pero fue reemplazado por Daniel Day-Lewis, otrora candidato a hacer de Drácula en el film de Francis Ford Coppola. ¿Vieron cómo todo tiene que ver con todo? El resto del elenco, cumplidor. Siempre hay que destacar a Mary Elizabeth Winstead, nueva joven musa del cine fantástico y amor imposible de todo nerd contemporáneo. Aquí es Mary Todd Lincoln, la fiel y sufrida esposa del presidente. Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros es un inusual mash up que, sin alcanzar nunca niveles de genialidad, sirve para distraerse un rato... y fantasear con otras mezclas extravagantes. ¿Sarmiento contra los licántropos? Ahora les toca a ustedes.