Misael Bustos, quien fue ganador del 3° Cine Migrante con su documental anterior “El fin del Potemkim” (2011), llega nuevamente a las salas argentinas para estrenar “Secreto a Voces”, donde narra lo que es vivir en carne propia la supresión de la identidad biológica. El documental se cuenta a través de cuatro historias personales, unidas por una misma temática: el tráfico y la apropiación de bebés en Argentina y el trauma que con matices parecidos, aunque personales, sufren las víctimas de este delito que no prescribe. Con una música que acompaña sin estridencias ni golpes bajos, se suceden los testimonios de las búsquedas que luego del impacto de la verdad van tras los rastros biológicos que el paso del tiempo no consiguió, en algunos casos, borrar. Con guión de Diego Braude y del propio Misael Bustos, con fotografia de Salvador Kaplun, y con producción de Puenzo Hnos y el INCAA, se muestra desde una búsqueda dolorosa y sin fin hasta las mentiras y el ocultamiento, muchas veces camuflado detrás de una obra de bien. Así se decía y sentía antes: todo era de buena fe. El entorno que veía la apropiación la justificaba diciendo que los apropiadores eran padres benefactores que evitaban un destino peor a esa criatura apenas nacida. Bustos y Braude investigaron durante cuatro años entre miles de historias con un desesperado denominador común: la búsqueda de sus orígenes. Niños y niñas sintiendo, desde temprana edad, que algo andaba mal con ellos, que no encajaban en sus familias; que hay un parecido que el reflejo del espejo nunca devuelve. Tímidos, como culpables de algo que ignoran, detrás de una gran incógnita que no se revela. Desde la capital, pasando por la Plata, hasta Brandsen, son los lugares donde estas búsquedas del propio orígen deambulan indagando alguna huella que rescatar. No siempre se busca una madre, también hermanos o hermanas que a la larga se sabe que hay. Y cuando se logra algún reencuentro, alcanza para llenar un poquito de ese vacío que es tan propio como la misma historia que se quiere conocer. Tal vez las inevitables pausas hacen más dolorosos los testimonios. Tal vez los silencios del documental acentúan los silencios de años que dura la mentira y el ocultamiento y los hace más densos y más duros de digerir. Por lo demás, el film muestra una realidad de la que pocos hablan y muchos son los involucrados; la del tráfico de recién nacidos, práctica que fue avalada por instituciones y poderes públicos y políticos. Hacer un film de estas características y con estas historias pone en jaque al poder del Estado, obligándolo a dejar de hacer oídos sordos a un delito que involucra a muchas víctimas.
“Yo, Sandro” es un documental de Miguel Mato, que se estrenó a sala casi llena en el Goumont. Con el relato en primera persona de Roberto Sánchez, a través de una entrevista en los años ’70, el film recorre momentos de la vida de ese hombre que se hizo ídolo. El realizador, que cantaba en su juventud las canciones de Sandro, fue, recientemente, premiado por su película “Haroldo Conti, Homo Viator” que filmó en el 2009. El, también guionista, puso manos a la obra para hacer una película que hablara de la leyenda del cantante. Con sonidos y filmaciones originales de la época, reconstruyó la historia de un hombre que trascendió épocas y generaciones. Si bien el sonido en algunos momentos hacía difícil seguir la entrevista, fue un acierto que fuera original. Las nenas de Sandro coreaban, en voz baja, sus canciones desde las butacas, demostrando así que la sandromanía sigue vigente, a pesar de su ausencia. Miguel Matos hace hincapié desde su obra en la laboriosidad de Sandro, en esa pulsión de estudiar y trabajar para dar más calidad a sus shows, algo que lo hace crecer e innovar permanentemente. El film muestra la relación de cuidado y respeto que siempre quiso tener el cantante con sus fans. Había mucho más que sex appel en el ídolo y eso se plasma muy claro en el film. El director aclara que la película empezó hace cuatro años atrás. Para la realización del proyecto, el también guionista Miguel Mato contó con un invalorable audio del propio Sandro contando su historia. Esas dos cintas del año ’70 en pleno esplendor del artista le dan al relato la pasión propia del ídolo de América. La manera de contar de Roberto Sanchez su propia historia es un plus emotivo y genuino que traspasa la pantalla. Con partes ficcionalizadas, escenas de sus películas y material inédito de las filmaciones hechas por el cantante, y fotos no conocidas de su intimidad, se complementa este documental. Con banda original a cargo de Esteban Morgado, que recrea las canciones de Sandro, el documental fluye. Con yapa al final, de las entrevistas al Puma Rodriguez y a la cantante portoriqueña Lupita, es imposible no irse del cine cantando bajito. En el film se logra transmitir esa emoción propia de los recuerdos. Allí estaba desde el riachuelo y el conventillo hasta el click del encendedor malboro inseparable y en el medio: la imponente Nueva York y la vida de un hombre con valores, con mucha pasión que logró trascender el tiempo y llega a través de las generaciones. Todos, algunos más, algunos menos, quieren saber de qué se trata “Yo, Sandro, la película”.
El film que dura una hora treinta es una película, en principio, para los que eligen ver la vida en blanco y negro. Basada en hechos reales, se centra en un hombre que cree. Y cree sin medias tintas hasta el límite de la obsesión. Narra la vida de Edir Macedo, religioso, cristiano, brasileño, fundador de la Iglesia Universal. Nacido en Río de Janeiro el 18 de febrero de 1945, se cuenta la historia de sus batallas y de las marcas de la vida que lo hicieron de una fe inquebrantable a prueba de todo. Esa lo lleva a enfrentarse al poder público y político de su país, rompiendo así los paradigmas y convirtiéndose en uno de sus máximos líderes. A partir de esta trama individual, se muestra, como telón de fondo, a un Brasil surcado por desastres económicos en las décadas de los 60, 70 ,80 y 90, en las cuales la fe era imprescindible para sobrevivir. Son las luchas de una persona y de un país y de la superación, a pesar de todo. Las secuencias cuentan (desde la visión y el claro auspicio de la Iglesia Universal) su inserción desde adolescente en el trabajo, en su iglesia y en el mundo adulto, siempre acompañada de ese deseo ardiente de ser Pastor. Y lo consigue. Con clasificación de apta para mayores de 13 años, está dirigida por Alexandre Avancini y los actores que dotan de vida a esta historia son: Petronio Gontijo, Day Mesquita, Dalton Vigh, André Goncalves, Eduardo Galvao, Marcelo Airoldi, Nina de Pádua, Beth Goulart. La música es emotiva, uno de los soundtracks se llama, sugestivamente: Marcas de la Vida, compuesta por Robert Folk y el guión es de Steve Oedekerk. Podría considerarse como una historia regular, ya que presenta sus aciertos, pero todas sus virtudes se anulan cuando de manera insólita y terminando ya la película aparece el verdadero pastor: quien, cual un vendedor en subterráneos, ofrece desde los pañuelos benditos hasta el nuncio – amenazando con una próxima cinta. ¡Dios se apiade de nuestras almas!
“Ploey, nunca volarás solo” es una película de animación de producción islandesa y belga, de esas que te lleva de patitas al cine con la excusa de llevar a los chicos de la familia. Está dirigida por Arni Asgeirsson en colaboración con Gunnar Karlsson e Ives Agemans, y escrita por Friorik Erlingsson. La música, que acompaña y refuerza cada momento del film, está a cargo del compositor de bandas sonoras para películas Atli Orvarsson. La cinta tuvo su premier en Islandia el pasado 2 de febrero y se estrenará en Argentina este 12 de abril. Desde las generaciones que hemos sufrido la muerte de la mamá de Bambi a manos de Disney hasta los films para los más pequeños de esta generación, siempre ha sido un desafío mostrar en metáforas animadas las lecciones para sobrevivir en ámbitos hostiles, sobre todo, y esta película lo logra. En esta aventura se cuentan las peripecias de un cabeza de chorlito mientras aprende a volar rodeado de una familia contenedora y valiente, con una mamá que exclama “parece mentira que de un día para el otro pasa de todo: un día es un huevo y al otro día ya busca su propio alimento”. Con doblaje en español latinoamericano, se van narrando con distintas tonalidades los momentos y las zozobras de este pequeño cabeza de chorlito. Sus tiempos de aprendizaje tal vez no sean los mismos a los de su especie. Y relata, también, que cuando la familia no está, buenos son los amigos; aunque no sean de la misma raza voladora. Excelente excusa para mostrar la fauna nativa de la región de origen de “Ploey” y la aventura de aprender a volar para poder reencontrarse finalmente con los suyos, con ese gran amor que todo lo puede y con la primavera para cumplir el ciclo de su especie. Todo esto aprenderá este joven pájaro mientras crece bajo la mirada atenta de los más chicos. En cuanto a la parte técnica, la acentuación de los colores se expresan, con distintas intensidades, tanto en escenarios áridos como floridos de primavera. La animación, cuya definición proviene del latín “anima”, que significa “alma”, tiene la acción de “dotar de alma” a todo aquello que no la tuviera. Nunca más acertada con la historia del cabeza de chorlito, Ploey, que nunca más volará solo. Porque con alma se cuenta esta hermosa historia de superación para grandes y chicos y nos convence que la vida es para volar acompañados.