Jared Leto atormenta a Denzel Washington y al público Pequeños secretos, la última película de Denzel Washington y dirigida por John Lee Hancock, es un fracaso. Lo que podría haber sido una película interesante resulta ser nada más que una deslucida estafa de Se7en. A veces hay destellos de algo más, pero The Little Things está restringida por su discurso de procedimiento policial, un tiempo de ejecución demasiado largo y una trama que nunca se cumple. La película se esfuerza tanto por ser impredecible y misteriosa que se pierde. Comienza con un automóvil siniestro que sigue a una joven que conduce adelante, y esta escena llena de tensión es lo más destacado de la película, pero a partir de ese momento, es mediocre. Por más misteriosa y tensa que resulte al inicio, no excusa la total falta de interés en volver con ese testigo, que aparece pero es olvidado inmediatamente después. Este es un caso y un punto de sus problemas narrativos, es como si Hancock hubiera olvidado que tenía que hacer una película coherente. Pequeños secretos es una completa pérdida de potencial, ya que intenta desesperadamente ser la película de David Fincher. Jared Leto interpreta a la contraparte literal del misterioso personaje de Pecados capitales, interpretado por un actor que no será identificado. El misterio del asesino en serie de la película sigue paso a paso a la película de Fincher y, reflexionando, es muy pobre. Los giros y vueltas no son reveladores, construyendo un final que es obvio y con los ojos en blanco. Intenta mantener el misterio ambiguo y mantener a uno adivinando, pero en sus intentos de ser misterioso, sus tropos de la historia cuelgan como un pulgar dolorido. La historia sigue a Joe Deacon (Washington) y Jim Baxter (Rami Malek), dos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, que unen fuerzas mientras comienzan a buscar a un asesino en serie que ha ido acumulando progresivamente un número de muertos en Los Ángeles. A medida que rastrean al asesino, se hace evidente que Deacon está ocultando algo a medida que profundiza cada vez más en el caso. Embrujado y recordando un caso en el norte, debe enfrentar su pasado para ayudar con los eventos que siguen. El mayor problema es la escritura y la dirección de Hancock, que sin saberlo es formulista. Pierde el control sobre la narrativa que intenta crear, pero no ayuda que el elenco esté trabajando al mínimo de sus habilidades. Washington es bueno, quizás la única parte decente de la película. Sin embargo, no resulta nada más que bueno. Pequeños secretos es solo un paseo por el parque para el actor ganador del Oscar. Los principales problemas de elenco se encuentran en Rami Malek y Jared Leto: Malek no convence, solo pronuncia las líneas escritas de una manera algo sombría y realiza algunas acciones discretas. En última instancia, no impresiona, pero es Leto la gran decepción: interpreta a un “aficionado al crimen” inteligente, sombrío y supuestamente omnisciente, que es obviamente el asesino (¿o no?). El papel del cortador de galletas escrito para él intenta ser inquietante, pero se queda corto como casi ridículamente obvio. Leto y su papel encajan en el estereotipo contemporáneo del asesino en serie del criminal ingenioso y astuto. No es nada nuevo ni atractivo. La película rara vez atrae visualmente, y el director de fotografía John Schwartzman no logra capturar la atmósfera de Los Ángeles de los 90. Básico en esencia, los pocos momentos estéticamente cautivadores ocurren cuando la película replica y reinventa una escena del crimen de Se7en. La dinámica entre los dos protagonistas nunca es tan interesante, uno podría caer en una intriga ocasional con el personaje de Washington, pero ¿juntos? En realidad no. Tan pronto como se presenta Leto, la película pierde repentinamente todo lo que había construido y se convierte vívidamente en un derivado de una película popular en la que Pequeños secretos no tiene nada. Eso es en su detrimento, ya que su enfoque se confunde y se siente como una imitación fallida.
La adaptación del libro The Knife of Never Letting Go de Patrick Ness Debo decir que esta era de una de las películas que más ganas tenía de ver… pero todo lo que podía salir mal, pasó. Chaos Walking, la adaptación cimematográfica del libro “The Knife of Never Letting Go” de Patrick Ness dirigida por Doug Liman (Edge of Tomorrow), sigue a Todd Hewitt (Tom Holland), un joven que vive en un planeta distante y que un día se encuentra con Viola (Daisy Ridley), “una chica misteriosa que aterriza en su planeta, donde todas las mujeres han desaparecido y los hombres están afligidos por ‘el Ruido’, una fuerza que pone en evidencia todos sus pensamientos”. Con un guion pésimamente ejecutado a esta película no la salva ni Daisy Ridley ni Tom Holland. Dura menos de 2 horas y sentí que ese tiempo le juega muy en contra porque cae en miles de clichés ya conocidos en este tipo de películas de ciencia ficción y se hace insostenible. Hay elementos que plantea la trama que resultan interesantes pero ya a la media hora se vuelven muy repetitivos y de una ejecución muy simplona. La química de los protagonistas no es muy creíble y no llegamos a sentir empatía por ningún personaje de esta película. Lo más flojo que tiene es sin dudas el arco narrativo de los personajes que se cae a pedazos pasada la media hora y no remonta de ninguna manera, Ni siquiera Mads Mikkelsen (Hannibal la serie, 2013) haciendo de un villano tan estereotipado que cuando llega un momento no causa el impacto que trata de generar: intenta ser un villano temible pero termina siendo el típico de una película de menor presupuesto de ciencia ficción. La dirección y la fotografía tampoco se destacan: no parece una película de Doug Liman, y falta ese toque de acción y momentos épicos, que para el comienzo de una trilogía se queda en nada. Incluso hay planos raros y movimientos de cámara que no ayudan y una fotografía buena pero que tampoco se destaca. En fin, Chaos walking es una película olvidable y que no se destaca en ningún aspecto. La pésima ejecución en todas las ramas la hace una más del montón, sin nada mencionable de forma positiva. Ojalá Doug Liman pueda dejar atrás esta película y enfocarse en algo más interesante y no tan cliché.
La última gran película del Monsterverse Después de unos cuantos años adelantando este épico enfrentamiento por fin llega el momento de quién de los dos se va coronar el rey del Monsterverse. Godzilla y Kong, dos de las fuerzas más poderosas de un planeta habitado por aterradoras criaturas, se enfrentan en un espectacular combate que sacude los cimientos de la humanidad. Monarch se embarca en una misión de alto riesgo y pone rumbo hacia territorios inexplorados para descubrir los orígenes de estos dos titanes, en un último esfuerzo por tratar de salvar a dos bestias que parecen tener las horas contadas sobre la faz de la Tierra La película dirigida por Adam Wingard (The guest) marca el fin del monsterverse o el inicio de algo nuevo. Y para ser sincero me gustó muchísimo esta película, dejando atrás los errores de su antecesora (Godzilla King of the Monsters, Michael Dougherty, 2019). Todo lo que te promete en los trailers y los spots, te lo dan de una manera tan genial y única como solo el director sabe hacerlo. La iluminación y la fotografía realizada por Ben Seresin junto a las escenas de peleas muy bien hechas, logran destacados planos que no habíamos conseguido ver en este universo. Uno de los problemas de la anterior película se trataba de los personajes humanos, con quienes no llegabas a empatizar en los mas mínimo y todo se debía a que se encontraban muy mal escritos. Pero en Godzilla vs. Kong, los guionista Max Borenstein y Eric Pearson hacen un gran trabajo con el nuevo elenco y algunos que vuelven para este enfrentamiento épico. Se logra empatizar con los personajes de Alexander Skarsgård, Rebecca Hall y Millie Bobby Brown, pero con el que más se conecta es con Jia, interpretada por Kaylee Hottle, la amiga de King Kong, con quien tiene un lazo muy hermoso y querés que le vaya bien en todas las decisiones que toma. Godzilla vs. Kong tiene escenas memorables y guiños a otras películas del universo que a los fanáticos va volver locos. Una trama simple pero que cumple con lo que se propone y lo hace una manera muy buena y que va dejar a muchos con ganas de más de estas películas. Ojalá se trate de una especie de cierre y se vengan más historias de monstruos, dodne se cuenten otras aventuras que desconocemos de estos titanes icónicos y con directores que lleguen para poner su propio estilo y no mantengan la misma fórmula. Sin dudas esta es una de las mejores películas de titanes legendarios: te da todo lo que pedís y mucho más, y nos deja un hermoso mensaje y un futuro más que esperanzador para el monsterverse.
Las huellas del mal Cecilia rehace su vida luego de recibir la noticia de que su ex novio, un maltratador empedernido, falleció. Sin embargo, su cordura comienza a tambalearse cuando empieza tener la certeza de que en realidad sigue vivo. Este jueves estrena en Argentina El hombre invisible (The Invisible Man) de Leigh Whannell y con Elizabeth Moss, quien se destaca muchísimo con su actuación. Y es que resulta increíble cómo a la actriz de Mad Men y The Handmaid’s Tale le creemos todo lo que personifique. Sin dejar de lado el guion y la dirección de Whannell, quien nunca logra que caiga la tensión en las pocas más de dos horas de duración de la película: consigue que te mantengas al borde del asiento. Además, algo que se destaca mucho de esta película, es el hecho de tomar una novela clásica y modificar su historia, para que funcione a la perfección. Los diálogos resultan muy inteligentes, la puesta en cámara muy cuidada, la cinematografía muy buena, los movimientos de cámara que van de un lado para al otro, son importantes para la trama. Hay que destacar además a Oliver Jackson-Cohen, quien en su rol de psicópata, juega con la mente de cualquiera. Lo único a destacar como fallido son algunos problemas con la continuidad que nos pueden sacar del clima que genera la película, pero más allá de eso es sumamente disfrutable.
¿Qué significa ser palestino? De repente, el paraíso, es la película más divertida y más accesible hasta la fecha de Elia Suleiman, en gran parte porque el director sale de su Palestina natal después del primer acto y desplaza la acción a París y Nueva York. Pero Suleiman no trata directamente el conflicto Israel-Palestina, sino que prefiere plantearse algunas preguntas pertinentes: ¿Qué significa ser palestino? ¿A los demás les va mejor? La película empieza en los alrededores de Nazaret. Vestido con un sombrero de marca y una gabardina, Suleiman bebe vino mientras ve cómo una persona roba limones del árbol de su vecino y afirma que puede hacerlo porque le ha dado permiso: “No estoy robando”. Sin embargo, cada día se aprovecha más, y empieza a talar los árboles y a cultivar la tierra, por lo que uno llega a preguntarse si es en realidad el dueño. Es una situación divertida de por sí pero también sienta las bases de una película plagada de bromas con doble sentido. El director sabe que ya ha estado en esta situación, por lo que en lugar de enfrentar la amenaza directamente, hace lo que muchos palestinos han hecho: irse del país. Como director, tiene el privilegio de ir y volver, y no tener que exiliarse. Cuando llega a París, se sienta en un café y presencia la belle vie. Modelos atractivas caminan por la calle y la ciudad parece una postal hecha por una marca de moda. Pero esa sensación cambia a medida que Suleiman pasa más tiempo en la capital francesa. Las calles están siniestramente vacías por la mañana, y lo único que ve son trabajadores de la limpieza negros, burocracia policial y presencia militar. Cuando habla sobre su película con un productor francés, éste le comenta que no es lo suficientemente palestina. Decide irse a Nueva York, donde ni siquiera consigue superar la presión de una productora para lanzar su película. A donde quiera que mire, ve personas armadas, una situación tan mala como la que dejó en Palestina. Suleiman apunta a Trump y al imperialismo estadounidense con armas en los coches o colgadas de los hombros. Los absurdos y los gags visuales de De repente, el paraíso son los mejores de la trayectoria de Suleiman, que hacen de esta su mejor y más divertida película con diferencia.