Lo que se hereda Hay que decirlo: George Clooney es bueno, muy bueno. Tiene la capacidad actoral para asumir con mucho estilo cualquier tipo de papel dentro de cualquier género, y un actor tan versátil no podía dejar más que un gran resultado como padre de familia en Los Descendientes...
Ellos tienen la panza llena Hace poco más de diez años atrás, este país atravesaba una de sus crisis más grandes. Con una economía destrozada, un Estado ausente y represor, tenemos que recordar que cuando decimos “país” hablamos de “sociedad”, y cuando decimos “sociedad” hablamos de individuos que la conforman, y como diría el músico Jamaiquino, Bob Marley, “a hungry mob is an angry mob” (una multitud hambrienta es una multitud furiosa). Hace diez años Néstor Mazzini decidía filmar su primer largometraje, que hoy roza el mediometraje, un thriller ambientado en Lugano I y II (premisa sobre la que más pesa la difusión de la película, quizás por la ríspida fama del lugar), realizado contra viento y marea y a todo pulmón. No es idea mía, el mismo director hace referencia a los aspectos personales y económicos que se vieron en juego durante el largo proceso que atravesó su ópera prima, desde su génesis hasta su próximo estreno oficial. Que lo Pague la Noche no es exactamente un estreno. Filmada en enero del 2002, fue recién pre-estrenada en video en el 2004 y premiada en el 2005 por el INCAA permitiéndoles que la película fuera terminada en 35 mm para ser estrenada. Este fue el inicio de una serie de cambios estructurales, como la agilización del montaje y digitalización de algunas tomas con el fin de mejorar la calidad técnica. La película comienza cuando Esteche (Roberto Lavezzari) está celebrando su boda. La fiesta se realiza en los parques del complejo de monoblocks en el que vive junto a su novia (Anabella Barujel), ubicado dentro del barrio Lugano I y II. Pese a que es un día de celebración, hay un aire malsano en el ambiente que no se puede definir. Hay algo que no nos están contando, impresión que se mantiene a lo largo de casi toda la historia. Cuando los novios se disponen a cortar la torta, Esteche se desploma sobre la mesa ante la sorpresa de los invitados, socorrido por su novia y amigos que se acuden a llevarlo a un hospital. Es sobre este aire extraño que se va construyendo la película, una suerte de híbrido entre thriller psicológico y surrealismo, que se vale de las características laberínticas del barrio. Aunque el guión comienza a redundar bastante, sobre todo en la segunda parte de la película, son algunos otros, y pocos, aspectos técnicos los que mantienen la tensión y atención. Las grises y monstruosas edificaciones de fondo y el costado más marginal del barrio, dan el aspecto de una ciudad apocalíptica donde algo está esperando estallar. Sobre estas imágenes se oyen los murmullos, las radios, los televisores formando una nebulosa de la que podemos discernir alguna que otra frase que recuerda a tiempos de pesadilla, porque aunque la historia no sea sobre la crisis del 2001, es evidente que Mazzini lo utiliza como pieza fundamental de fondo, fuerza negativa y destructora. Los personajes son oscuros, todos, y viven como se ven. Aunque no podamos decir que a nivel actoral la película no falla, son sí algunos de sus intérpretes los que llevan adelante la tarea dignamente, en su mayoría actores no profesionales, algo similar a lo que sucediera hace varios años con Pizza, Birra, Faso de Caetano/Stagnaro o con Historias Mínimas de Sorin, únicamente comparables en este aspecto. La dirección de arte, a cargo de Makena Lorenzo (también productora del film), se pierde tras una fallida fotografía que, quizás por falta de presupuesto o experiencia, le resta profundidad a los planos. Ya de por sí oscura, las escenas, excepto contadas situaciones, suelen desarrollarse dentro de espacios pequeños y poco iluminados, algo acertadísimo para funcionar como contexto de individuos cocainómanos que se enredan en teorías paranoides suscitadas alrededor de la misteriosa muerte de Esteche, pero que pierde efecto al carecer de contrastes. La olla está hirviendo, eso está muy claro, y la tensión (que en algún momento promediando la película se pierde bastante) es presentada mediante situaciones en apariencia inexplicables y de tintes surrealistas que se terminan explicando mutando al realismo, para llegar al clímax con un final que la devuelve a su extrañeza inicial, aunque igualmente no me terminó de convencer. Pero pese a que comete algunos (varios) errores, en su mayoría de aspecto técnico, no debemos ignorar sus raíces y contemplarla como lo que es, una película producida a pulmón y repleta de buenas intenciones.
No leí el libro de Stieg Larsson. No por falta de interés sino porque simplemente estuve leyendo otras obras. Por otra parte veo o intento ver mucho cine, ya sea por derecha o por izquierda, y fue así como llegué hace un buen tiempo y vía internet, a una película de origen sueco llamada Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, dirigida por Niels Arden Oplev...
Los imberbes de Moscú Lo mínimo que espero cuando voy a ver una película en 3D de ciencia ficción/terror es divertirme. Seamos sinceros, ante ciertas ofertas del género uno ya se acerca con ciertos conceptos preconcebidos de lo que se va a ver, pero dispuestos a perdonar algunas fallas comunes si al menos nos entretiene. En raras ocasiones nos encontramos con resultados tan buenos que no podemos más que sorprendernos, son aquellas películas que se terminan convirtiendo en joyas y que no abundan últimamente por estos lados de la cinematografía. No, no es el caso de La Ultima Noche de la Humanidad. Siguiendo con mi saga de nuevos directores, esta vez estamos ante la segunda obra de Chris Gorak, que ya en el 2006 debutó como director de Right At Your Door, un thriller que nunca fue estrenado por estas tierras...
La Película Que Quiso Ser Todo Jackson, Mississippi, inicios de la década del ’60. Una joven blanca proveniente de una familia adinerada, aspirante a escritora y empleada como redactora para una columna de consejos de limpieza bajo un falso seudónimo, decide comenzar a escribir una novela que exponga el punto de vista que tienen las mucamas afroamericanas sobre sus empleadoras, señoras blancas que las explotan y humillan. Partiendo desde esta premisa podría producirse una película interesante, con un guión profundo, quizás tardíamente comprometida, o… algo como esto. Tate Taylor, un joven y nuevo director Hollywoodense (pero con todas las de querer), es el responsable de esta película que nunca define su género, que cuenta con un guión previsible y fallido -basado en la novela escrita por Kathryn Stockett-, que por momentos pareciera presumir de “histórica y comprometida” pero comete errores verdaderamente graves, que desaprovecha a buenas actrices como Viola Davis, Allison Janney e incluso a la nueva revelación Emma Stone, empañadas por una dirección de actores demasiado estereotipada para una historia que también pareciera presumir de profunda y dramática. Personajes que terminan siendo absolutos y llegan a rozar lo caricaturesco llevan el tono del filme a la comedia, sobre todo los secundarios como la malvada muy malvada de Hilly interpretada por Bryce Dallas Howard o la buena muy buena de Celia interpretada por Jessica Chastain, banalizando el relato e impidiendo una evolución dramática. Decir que el guión se limita a girar en torno a la sinopsis dada en el primer párrafo, profundizando sobre la problemática planteada, sería falso. En las dos horas y media que dura (sí, quizás lo peor de todo) la historia va y viene de la risa al llanto más trillado queriendo abordar todo tipo de conflictos como la persecución racial sufrida por la población negra estadounidense, los mandatos sociales padecidos por la mujer americana media y el costo de rebelarse a ellos, la violencia doméstica, el aborto y van… pero todo en un entorno azucarado de niñas millonarias caprichosas y aburridas que tienen hijos como juguetes para que sean criados por estas empleadas de color que heredan como si de un bien se tratara, y a las que les hacen construir baños apartados porque “tienen enfermedades distintas”. Podríamos decir que los deslices cometidos por el guionista y director serían factibles de ser obviados si la película estuviera presentada desde la mirada de una de estas jovencitas republicanas, pero lo que resulta imperdonable es que la subjetividad del relato está presentado desde la mirada de Aibileen (Viola Davis), una mucama que pasó toda su vida criando a niños ricos mientras su hijo le era arrebatado por un país que los excluía, perseguía y asesinaba. La música utilizada en mayor parte de forma no diegética (es decir, agregada artificialmente a la escena, no justificada en el plano) compuesta por Thomas Newman, se convierte en un acompañamiento meloso que no hace más que acentuar todo lo explicitado. No pareciera haber un uso artístico de ninguna de las ramas de la cinematografía, pudiendo quizás sólo rescatar el vestuario, la puesta en escena y la fotografía, que de todas formas no dejan de ser de manual de propaganda norteamericana. Si no fuera por cuestiones de edición esta crítica hubiera sido resumida con un simple: obvia comedia dramática con supuesto mensaje. No hace reír, no hace llorar, cuando lo intenta utiliza artificios tan transitados que no llega a lograrlo. Increíble que transcurra en el mismo estado y en la misma década que la Mississippi en Llamas de Alan Parker.
“Cuando alguien se acerca para convertirse (al judaísmo) le pregunto ¿no tiene ya suficientes problemas?”, comienza diciendo con cierta ironía el rabino Sholem Aleijem. De esta forma inicia este documental dirigido por Matilde Michanie, guionista, realizadora y productora de documentales, egresada en Alemania donde residió y ejerció durante varios años...