El fin de la metáfora. La Noche de la Expiación (The Purge, 2013) es un claro ejemplo de una buena idea que no llega a buen puerto. En apenas 85 minutos se encarga de sepultar todas sus pretensiones sin ponerse de acuerdo en que género profundizar. Un thriller que juega por momentos a ser una película de terror y que no logra conformar en ninguna de esas dos facetas. Films como éste reafirman la importancia de la sutileza en la narración cinematográfica. Cuando se deja de lado la metáfora y se pasa al plano de lo explícito, la libertad discursiva puede jugarnos una mala pasada. Lejos parecen quedar aquellos directores que intentaron (con éxito) hacer una crítica de la sociedad estadounidense, creando alegorías y dejando al espectador pensando acerca de su obra. Sin duda uno de los más grandes exponentes fue George Romero y su saga de los muertos vivientes. Sin embargo, en este caso no tenemos tiempo ni lugar para la metáfora, podríamos resumir en una frase el mensaje, si es que la película lo tiene: los americanos son violentos y podrían serlo aún mas. O lo que es peor aún, la frase contraria, y que funciona como alma máter de la película: los americanos serían menos violentos si contaran con total impunidad una noche al año. El director y guionista James de Monaco juega a querer darle solución, por decirlo de alguna forma, a aquello que nos muestran el documental Bowling for Columbine (2002) de Michael Moore, y Elephant (2003) de Gus Vant Sant. ¿Que pasaría si por una noche fuesen legales esas matanzas que le suceden a los estadounidenses periódicamente? Según de Monaco (y bajo el ala protectora de Platinum Dunes, la productora de Michael Bay) sería la solución a todos los problemas del "Gran país del norte". El resultado: casi una utopía. Pleno empleo, la tasa de criminalidad más baja de la historia, disminución de la pobreza y un florecimiento del mercado. La vuelta de "El sueño americano". Salvo por esa noche, o mejor dicho, salvo para aquellos que sufren y mueren esa noche. Aquí vemos como en 2022, el padre de familia James Sandin, encarnado por Ethan Hawke, cree tener su vida bajo control. Es el exitoso vendedor de los sistemas de seguridad que usan las casas de familias acomodadas la noche de "La purga" (traducción del título original de la película), siente estar a salvo de la rabia que se desatará en las calles y que según el Gobierno y la gente que lo apoya, engrandece a la toda la nación. Todo parece marchar bien hasta que aparece un extraño pidiendo ayuda en su umbral. La entrada de este afroamericano en escena es el quiebre de la película, en sentido literal. A partir de ese momento se convierte en una caída libre hasta su estrepitoso y poco digno final. A la caza del afroamericano se presenta un grupo de jóvenes enmascarados que se muestran como psicópatas: ¿acaso no lo serían todos en una sociedad que avala y festeja esta fiesta de auto regulamiento? Es allí donde el guión intenta poner el toque de terror en un relato donde está todo dicho desde el minuto cero. Esto es, por lo menos, la cosa mas inverosímil del film. ¿Hace falta sembrar terror en la noche donde el terror es la moneda corriente? Sin temor a equivocarme, el mayor mérito que tiene La Noche de la Expiación es no durar más de 85 minutos. No esperen moralejas coherentes y sí muchas obviedades, porque en este juego de esquivar la metáfora sólo nos queda lo más probable y predecible.
Héroes (de los) anónimos. Este documental de Miguel Rodríguez Arias es un austero pero eficiente relato sobre la historia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Sin dejar de ser didácticos y en poco más de una hora, los propios miembros del EAAF hablan de su trabajo, su metodología y sus logros en la búsqueda de la verdad, la justicia y la prevención de la impunidad. En tiempos donde en el género documental se tiende a la espectacularidad y donde muchas veces se pone al público en el medio de la incertidumbre de una investigación, el experimentado Miguel Rodriguez Arias (quien supo ganar en 1997 el Premio Iberoamericano Rey de España por el recordado ciclo televisivo Las patas de la mentira) se remite sólo a informar y deja que sus entrevistados sean los dueños de su propio relato e historia. Aquí no hay hipótesis a comprobar, ni la parodia detectivesca del periodista devenido en investigador. La austeridad intencional del director privilegia el contenido a la forma en un filme sin ambiciones estéticas ni panfletarias. Hoy, donde la información constantemente se contamina con subjetividades, este hecho es por lo menos, meritorio y rescatable. Valiéndose también de material de archivo, no cae, ni intenta caer, en golpes bajos para contar una parte nefasta de la historia argentina: los desaparecidos de la última dictadura militar, y cómo este equipo logró que algunos (538 personas) dejaran de serlo. "Perdona a tus enemigos, pero nunca olvides sus nombres", frase consejera atribuida a JFK que cobra sentido en esta película y que los militares argentinos de la última dictadura (de los que sí sabemos sus nombres pero difícilmente perdonaremos) no han cumplido, dejando un vacío en la vida de muchas familias que todavía buscan a sus hijos y a sus nietos. Sin embargo, como contraparte a tanto desprecio por la vida, existe un conjunto de personas que, gracias a esta película podemos conocer, que han humanizado su disciplina, que comparten el respeto por las víctimas y sus familiares, y ponen pasión a su trabajo. Un grupo de antropólogos y científicos que día a día trabajan para ponerles nombre y apellido a cajas que contienen huesos. En el final de este texto debo confesar que he cometido un error. El documental Buscadores de identidades robadas sí crea incertidumbre y es la misma que comparten los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense: ¿Quiénes son esos casi 800 cuerpos recuperados que todavía no se han logrado identificar?
La matanza está servida. Para una novia, conocer a la familia de tu nuevo novio puede ser una experiencia traumática en sí misma. Hay que caerle bien a la madre de tu chico, al padre y al resto de sus hermanos, si es que tiene. Un segundo nivel de complejidad puede resultar de este mismo detalle, que los hermanos traigan a sus respectivas parejas y el desafío será doble. Caer bien a los padres y a sus futuros cuñados. Este conflicto sería un problema normal, que ya hemos visto en varias películas, de una novia/o normal que tiene que conocer a una familia como cualquier otra. Sino pregúntenle al Ben Stiller de la saga de Los Fockers. Sin embargo, este no será el inconveniente que tenga Erin (la hasta ahora desconocida interprete Sharni Vinson) cuando es invitada por su nueva pareja, Crispian, a pasar un fin de semana en la enorme casa de retiro de sus futuros suegros. La mesa está servida, la familia toda reunida, todos intentan agradarse con todos cuando surge lo inesperado: alguien o algo empieza a atacar la casa. Flechas empiezan a atravesar los cristales causando horror en todos los comensales y hasta la muerte de algunos. A partir de ese momento algo queda muy claro: los están intentando asesinar. No es casualidad, los tienen cercados y parece que no hay forma de defenderse. Aquí está la premisa que el guionista Simon Barrett y el director Adam Wingard nos plantean en You’re Next (En Argentina, Cacería Macabra, otro desacierto de los encargados de doblar títulos) . Un grupo de locos enmascarados intentan asesinar a toda una familia en una desolada casa de campo. Wingard y cia. nos meten en un mundo repleto de lugares comunes pero con derivaciones sorprendentes. Algo así como si Mi Pobre Angelito conociera a una versión más gore de aquellas Scream de Wes Craven. Películas como esta y El Conjuro son muestra de una vuelta a ciertas fuentes (Sam Raimi, John Carpenter y el ya nombrado Craven) en el género de terror norteamericano, que apuesta a las historias y al relato clásico, sin tener que hacerse del engañoso y gastado artilugio (a estas alturas) del falso documental o de la cinta encontrada, que bien supo aprovechar por la novedad The Blair Witch Project hace ya 14 años y que puede tener algunas muestras torpes como en El Último Exorcismo del 2010. No obstante, la vuelta a esas fuentes no es una virtud en sí misma si no está acompañada de la buena mano (mejor dicho el ojo) del director. Por si esto fuera poco, otro punto a favor que tiene el filme es su banda sonora. Lo que no hace la imagen, lo completa la música, que por momentos recuerda al Carpenter de Escape de New York con sus melodías Kraftwerkianas, pero que tiene su momento cúspide cuando suena la canción Looking for the Magic de Dwight Twilley Band. tema que difícilmente olvidaremos luego de ver la película. caceria-macabra-3-locoxelcine Pero si hay dos cosas que nos muestran Wingard en Cacería Macabra y James Wan en El Conjuro es que saben donde situar la cámara y conocen el género, tal es así en el caso de Wingard que se anima usar sus clichés, bromea con ellos y hasta hace cómplice al espectador del relato. Es por esas razones que podemos pasar de la absoluta tensión al goce inmediato de no sentirnos solos entre tanta matanza. You’re Next nos sitúa como espectadores frente a dos escenarios disímiles: el primero es el encierro, la vulnerabilidad, la tensión de no saber lo que nos ataca. La incertidumbre frente a lo inevitable e inminente. El segundo, cuando ya el marco de situación esta trazado y es necesario pasar a la acción. Allí reside la fortaleza tanto del guión como de la dirección: mantienen al espectador comiendo de su mano y confiado. Nutriéndolo de humor, venganza y locura al cuadrado, porque no hay nada mejor que enfrentar a unos locos con un loco potenciado. El gran acierto de Cacería Macabra es reconocerse como entretenimiento puro, no tener altas pretensiones y ser certera en sus resultados. La epopeya de Erin proporciona al tan maltratado espectador del género una luz de esperanza entre tanto facilismo y fórmula repetida.