Un paraíso para los malditos:
Marcial comienza un nuevo trabajo como sereno en el depósito de una fábrica del conurbano bonaerense. En los primeros minutos de la película se mantiene un suspenso letárgico y homogéneo que nos lleva a conocer la personalidad de este personaje tranquilo, misterioso y de pocas palabras. Pero pronto llega el cambio gracias a un giro narrativo que nos lleva a tratar de armar ese rompecabezas que es la otra vida de Marcial, con sus vacíos y su verdadero trabajo de estratégico asesino a sueldo.
Joaquín Furriel encarna exquisitamente a este personaje inteligente, taciturno, pero de una gran sensibilidad que se despliega en los vínculos que instaurará con los otros personajes principales de la película: Miriam, una empleada y madre soltera que vive junto a su hija Malena, y su padre, un anciano en silla de ruedas que sufre de demencia senil.
Maricel Álvarez interpreta a una Miriam dulce y condescendiente a la espera de ese príncipe que rodeado de misterio encarnará Joaquín Furriel. Su gran trabajo como actriz es ya reconocido en el cine internacional y en esta película en particular su aporte es de una teatralidad muy valiosa. La interpretación de Alejandro Urdapilleta también es interesante, encarnando a un padre de familia que logra promover una piedad impensada en Marcial, quien se entrega a cuidarlo guiado quizás por alguna culpa de su pasado. Todos juntos intentarán construir un paraíso dentro de sus sórdidas y desarraigadas vidas.
Alejandro Montiel va por su segunda película en el cine de masas, la primera fue Extraños en la Noche. Hoy estamos en presencia de un thriller dramático que posee tintes de romanticismo que logran estremecer al auditorio: una mirada entre dos personas que buscan elegirse y un almuerzo familiar con bailes y juegos constituyen momentos de una cuidada sensibilidad que logran sacarnos algunas sonrisas.
Las inteligentes escenas de humor ya son un clásico en el cine del director, logrando crear carcajadas allí en el medio de la más austera miseria. Un punto en contra es que la trama y los personajes no resultan, a un público entrenado, realmente novedosos. El intento de Marcial de conformar la familia que nunca tuvo -ni él ni los otros personajes de la historia- lo llevará a un final inesperado, tejido por sus actos. Alejandro Montiel nos muestra con sabiduría como la vida siempre puede traernos, luego de instantes de alegría y placer, un desenlace amargo.
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