¿Cómo encarar este thriller con toquecitos de terror que, en realidad, es una remake de la película tailandesa “13 Game Sayawng” (2006), mucho más cómica y psicológica?
El film dirigido por Daniel Stamm –el mismo de “El Último Exorcismo” (The Last Exorcism, 2010)-, tiene detrás toda la maquinaria productora de Jason Blum, creador de franquicias terroríficas como “Actividad Paranormal” o “La Noche del Demonio”.
Por momentos, “13 Sins” (2014) se parece a un capitulo macabro de “La Dimensión Desconocida” y por otros, muta en una versión “soft” de “El Juego del Miedo”.
Lo malo es que no termina de decidirse que quiere ser: una película “seria” que trata de analizar el comportamiento humano ante ciertas situaciones extremas, o una burla de sí misma y del género, que tanto provecho sacó de estos mismos escenarios durante las últimas dos décadas.
Elliot (Elliot) es un loser con todas las letras. Un gran vendedor que, en vez de conseguir un ascenso, lo ponen de patitas en la calle, tiene más deudas que plata en la cuenta bancaria, está por casarse con su novia embarazada y debe mantener a un hermano discapacitado y a su padre cascarrabias que está a punto de ser desalojado.
Sí, todo mal y encima va por la vida con una actitud súper pasiva que pondría nervioso a cualquiera. Hasta que recibe una llamada misteriosa donde lo invitan a participar de un juego que podría convertirlo en millonario… si logra completar las trece tareas que se le irán asignando en un período de 36 horas.
Elliot duda, porque está en su naturaleza dudar y no tomar ningún riesgo, pero después de matar a una insignificante mosca (la primara parte del juego), decide participar sin tener en cuenta las consecuencias.
Lo que al principio parece dinero fácil, pronto se convierte en una acumulación de actos cada vez más siniestros y, aunque por momentos el pibe duda, la satisfacción de poder realizarlos le da cierta confianza para seguir avanzando, algo que sus patrocinadores en parte buscan y explotan.
Esta serie de extrañas situaciones pronto llama la atención de la policía local y del detective Chilcoat (el genial Ron Perlman), que empieza a sospechar que hay algo más detrás de la rara conducta de este tipo.
Los amantes del género la van a disfrutar, los que busquen un análisis más profundo sobre la desesperación y la codicia humana se van aquedar con gustito a poco.
Stamm logra crear buenos climas y que la historia avance de forma entretenida, pero no hay mucho más que algunas escenas sangrientas, personajes molestos y el “inevitable” giro de la trama al final. Para mirar con el balde de pochoclos en la mano, al menos que uno sea lo suficientemente impresionable como para atragantarse.