El negocio de la desesperación
Si el nombre del director responsable de El último exorcismo (2010), Daniel Stamm, vuelve a aparecer en este intento norteamericano de recuperar la tailandesa 13 Game Sayawng (2006), y aggiornarla a los caprichos de la industria hollywoodense el resultado no podría ser otro que mediocre.
13 pecados juega con la premisa de la desesperación económica de su protagonista, con novia embarazada, hermano discapacitado mental que de no conseguir cubrirlo en el seguro social tiene destino de internación en residencia, entre otras carencias materiales, quien recibe la sorpresa de una llamada en su celular que promete cambiarle la suerte si es que acepta cumplir con 13 pruebas donde se pondrá en juego su ética, morbosidad y ambición.
De la misma manera que en Apuestas perversas, película estrenada hace pocas semanas en la cartelera porteña, el in crescendo de truculencia y perversión es directamente proporcional a la curva de degradación del personaje. Pero resulta tan torpe el tratamiento, al que se suma una seguidilla de vueltas de tuerca para enderezar el rumbo de una trama condenada al abismo y al olvido desde la primera mitad, que 13 pecados se agota como esos chistes malos, aunque efectivos al momento de contarse por primera vez.
Sin que su antecedente tailandés significara una gema del género, la enorme diferencia es que aquella apelaba a la truculencia con un sentido de espectacularidad que en este particular caso ni siquiera asoma, como así tampoco los destellos de humor negro para quitarle solemnidad a un film que no es otra cosa que aburrido más que cínico; pobre más que minimalista.