Sin obligación de compra
Thrillers con gotas de terror como 13 pecados, de Daniel Stamm (El último exorcismo), dan tremendo gusto porque entretienen con creces al espectador ávido de “algo de originalidad” y alto humor negro.
Lo cierto es que 13 pecados es una acertada remake de un film tailandés del 2006 llamado 13 beloved que pecaba de una extensa duración, algo muy característico del cine asiático. Por ello la cuota estadounidense reduce con ritmo y buen tino lo mejor de su acción, resolviendo de manera plausible los momentos más gores frente a la original. La historia retrata la vida de Elliot, único sostén económico de su familia -con su mujer embarazada, manteniendo a su hermano discapacitado y un padre obstinado que no tiene dónde caerse muerto- y para postre a punto de quedar desempleado. Este recibe una extraña llamada telefónica para concursar en un programa de cámara oculta donde al aceptar el primer desafío está obligado a seguir con otras doce etapas que se le irán dictaminando. Pronto descubrirá el “macabro lío” en el que se ha metido.
Claro está que este tipo de films le debe mucho a la pionera El juego del miedo (2004) donde los obligados concursantes tenían que resolver pruebas en situaciones límites donde fallar significaba la propia muerte, pero también le debe algo a Al filo de la muerte (1997), del gran David Fincher, un maestro del suspenso fuerte, con Michael Douglas, quien acepta aquel singular regalo de su hermano en un juego poco convencional para un hombre de dinero y poder que lo tiene todo en la vida.
13 pecados mezcla el buen suspenso, el horror, el humor y cierto aire policial con giros de guión inteligentes pero sin caer en la seriedad. No profundiza demasiado en quiénes están detrás de la organización de estos oscuros juegos, en lo que tal vez sea un guiño a una segunda entrega. Sin embargo, ata los cabos esenciales para la comprensión, a diferencia del film tailandés, donde el final quedaba inconcluso y poco claro restando puntos al entretenimiento que había cautivado durante su narración. Además, mientras los orientales tampoco tuvieron suerte con la gracia que rozaba lo absurdo en situaciones donde no merecían tal jocosidad, la reversión estadounidense resuelve armoniosamente el cambio de climas con gráficas escenas gracias a la habilidad demostrada por Stamm.
Pero tanto entretenimiento y acertada revisión no sólo se sostiene en la corrección de un guión de otra nacionalidad sino también en un reparto de excelentes actores, como Mark Webber (Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños) cuya capacidad frente a tal odisea se vuelve deliciosa y desenfrenada. Las dudas morales que atraviesa el personaje hacen de la película un mensaje acertado para el público, sin aires de menospreciar las cuestiones éticas y menos adoctrinar con ello. La visión es superficial pero no por eso menos importante, sólo acomoda al espectador a las decisiones en que serían capaces de sacrificar por “amor” a los propios. A la vez, se destaca la participación del “tu cara me suena” Ron Perlman (Hellboy) como un detective que busca quién está detrás de las siniestras estafas telefónicas.
13 pecados se consolida como una muy buena cinta para amantes de lo funesto y divertido, donde ya no se pregunta al estilo Scream cuál es la película favorita de horror, sino que todo consiste en una simple invitación con consentimiento para que empiece el juego.