Un film pequeño pero con un buen menú
Como los cocineros que quieren ser personales, cada director prueba su propia receta. Con más experiencia en la cocina de la TV regional que en la del cine, el gallego Jorge Coira se animó a hacer la suya, y le salió bastante bien.
Tomó 25 intérpretes locales (su amigo de la secundaria Luis Tosar es el más conocido), los repartió entre seis historias que habrían de transcurrir en un solo día con sus tres comidas respectivas (se saltó la merienda), les dio el tema pero les dejó desarrollar los diálogos por sí mismos, los filmó con cuatro cámaras simultáneas a lo largo de una semana y pico, de donde quedaron 90 horas de grabación, luego se tomó seis meses para hacer el montaje, como quien atiende una larga maceración, y presentó finalmente su plato: 107 minutos de sonrisas, dolores, angustias, satisfacciones pasajeras, abrazos y (a veces) sabores compensatorios debidamente sazonados.
Le sobran unos minutos, pero eso no importa demasiado. Cada historia tiene su particularidad, y todas tienen su partecita de emoción. El reencuentro de un músico callejero con la enamorada que se quedó esperando y ya hizo su vida, la inquietud de un joven que no sabe cómo salir del placard frente a su hermano mayor, que lo reta pero lo quiere, la rutina diaria de una pareja que ya se dijo todo lo que tenían que decirse, un tipo que cocina y cocina para la que no va a venir, otro que podría cantar aquello de "Dios te puso en mi camino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte", una cocinera que sueña ser cantante, dos borrachos felices, un macedonio perdido sin una macedonia de frutas para llenarse bien, etc., en suma, historias pequeñas, que pasan inadvertidas para el resto de la gente, pero que están bastante bien contadas y dejan un lindo sabor en el paladar, y un poquito también en el alma.
La película también arriesga pasar inadvertida. Es de 2010, no tiene fecha de vencimiento pero tampoco ha tenido quien supiera colocarla bien a la vista, y eso que hay un porcentaje de coproducción argentina. Son cosas que no se entienden, porque es como esos platos que se aprecian rara vez en la vida. Por suerte el director tuvo su compensación: al año siguiente se casó con la coguionista.