Hubiera sido mejor una sola comida
Da para preguntarse por qué en el último día del 2015 se estrena en la Argentina una película cuyo lanzamiento en su país de origen fue en el 2010. ¿Cuál es el sentido? ¿Se darán cuenta que no hay manera de que coseche una cantidad decente de espectadores? Delicias de las dinámicas de la distribución independiente en la Argentina, donde lo que menos se hace es cuidar a los films más pequeños para que encuentren a su público.
Y es una pena, porque 18 comidas no deja de ser una producción interesante a pesar de sus fallas. De hecho, hasta por momentos consigue imponerse a su rígido formato inicial, que busca contar seis historias a lo largo de un único día, transitando desayunos, almuerzos y cenas convertidos en momentos que de diferentes formas cambian las vidas de sus personajes. Lo hace con un guión abierto a la improvisación, una puesta donde la cámara en mano busca dar fluidez y movimiento a situaciones a priori estáticas y una voluntad por brindarle entidad a ese espacio urbano que es la ciudad de Santiago de Compostela.
Claro que la apuesta del director y co-guionista Jorge Coira se queda en numerosos pasajes a mitad de camino, como si lo único que pudiera hacer finalmente es reunir y enlazar toda una serie de pequeños relatos a través del tópico de lo gastronómico, que en verdad no tiene un peso decisivo. Y eso que la película se ocupa en recalcar esto a través del discurso de la palabra y la imagen, lo cual conduce a una paradoja: cuanto mayor peso se le quiere dar a la comida como evento/ritual presente en las vidas de las personas, menos impacta y funciona como metáfora.
Quizás el gran problema de 18 comidas tenga que ver precisamente con su necesidad de remarcar -especialmente con la banda sonora- cuestiones que ya quedaban claras a partir de las acciones de los personajes. Por eso termina dependiendo en gran medida de lo que puedan dar los actores y ahí es donde la mejor subtrama -por lejos- es la protagonizada por Luis Tosar (que vuelve a demostrar su inmensa capacidad para transmitir sutilmente una variedad de emociones) y Esperanza Pedreño, como dos personas que ansían retomar una antigua relación amorosa, aunque sus anhelos deban luchar contra obstáculos externos y barreras propias.
Cuanto menos pretenciosa, más simple y directa es, 18 comidas se vuelve más disfrutable y respira libertad en sus formas. Pero no deja de ser evidente que algunas piezas no terminaron de encajar y el resultado es como mínimo desparejo. Más que un largometraje, es una serie de pequeños cortos recortados arbitrariamente, en una estructura que no termina de ser un todo compacta. A Coira le faltó el atrevimiento para contar una sola y potente historia, yendo verdaderamente a fondo, más allá de la suma de pequeñas ideas. A veces, con un buen almuerzo alcanza y sobra.