4x4

Crítica de Ayelén Turzi - Ayi Turzi

Ciro, un ladrón interpretado por Peter Lanzani, abre una camioneta 4×4 estacionada en una calle alejada con obvios fines delictivos. Lo que no sabe es que el vehículo está blindado y puede cerrarse a distancia, facultad que ejecuta su dueño para torturarlo con la excusa de darle una lección.

Por Ayi Turzi

La propuesta, dirigida por Mariano Cohn en solitario, con su clásico coequiper Gaston Duprat ahora a cargo de la producción, puede ser desglosada en dos partes: por un lado la trama y la forma, y por otro la bajada ideológica o su postura socio-política.

Lo formal y narrativo son todo un ejercicio de estilo: soportada en el montaje y en la actuación de Lanzani, la situación de encierro logra transmitir una fuerte claustrofobia. Por momentos incluso, angustia. El paso del tiempo, la falta de recursos y la imposibilidad de escapar se suman a la voz telefónica del dueño de la 4×4 (Dady Brieva) quien parece llamarlo al principio para proponerle algún tipo de juego o desafío, intenciones que se diluyen, transformándose directamente en odio. Los pocos momentos en que la cámara sale del vehículo, lejos de proporcionar un respiro, terminan reforzando el encierro: Ciro grita desde adentro del vehículo, pero, al estar blindado e insonorizado, nadie desde afuera lo escucha. Y es en este punto donde podemos pasar a reflexionar sobre la bajada o postura.

Ciro carece prácticamente de presentación. No sabemos quién es, de dónde viene, a dónde va o cuáles son sus motivaciones. Solo lo vemos entrar al vehículo, dañarlo y tratar de salir. Los datos que tenemos sobre su vida los vamos obteniendo con el transcurso de la narración, lo cual hace muy difícil de entrada empatizar con él. Lo contrario sucede con el doctor Ferrari: lo conocemos de primera mano por su propia voz, su relato en primera persona sobre la cantidad de veces que sufrió hechos delictivos, el esfuerzo que le costó construir su vida y demás. Esta diferencia que notamos en la introducción de los dos personajes principales se replica en cada diálogo y cada acción, no solo de ellos, sino también de lo poco que vemos en su entorno, generando una dinámica donde el pobre no tiene casi identidad, pasado ni futuro y puede ser reducido a un trato animal en una aparente búsqueda de justicia, mientras que el rico tiene una profesión que ayuda al bienestar de la sociedad y todo lo que tiene lo ganó por su trabajo, encontrándose en legítimo derecho de ejercer la defensa de sus posesiones como mejor le parezca.

En particular, estas circunstancias me generan como mínimo un debate interno. Ninguno de los personajes está del “lado correcto” de acuerdo a lo que podemos considerar, mediante una enorme simplificación, el bien o el mal. Incluso, el médico, quien debería (siempre de acuerdo a generalizaciones estereotípicas) velar por la integridad física de los demás no duda en ensañarse con el bandido. Lejos de recibir una condena social por lo que hace, el entorno lo apoya y lo viva.

Incómoda por esta cuestión de no poder empatizar con ningún personaje, y sin lugar a dudas disparadora de debates, 4×4 versa sobre la inseguridad, la justicia por mano propia y las falencias de nuestro propio sistema judicial. Para verla teniendo que las películas cortadas por la tijera de Cohn y Duprat suelen generar revuelo en lo referido a su postura más afín a los sectores conservadores y de alto poder adquisitivo, y esta no es la excepción.