4x4

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Un infierno personal 

En una callecita perdida por Buenos Aires por donde no pasa mucha gente, una 4×4 espera pacientemente a ser robada. Tentación en la que cae un joven ladrón. Tras comprobar con un golpe que no tiene alarma, la abre sin mucho esfuerzo para llevarse cualquier cosa de valor que encuentre adentro, e incluso fantasear por un momento con ser el conductor que la lleve de paseo.

No sospechó ser una presa tan fácil hasta que intentó salir del vehículo, algo que inmediatamente se prueba mucho más difícil que entrar. Desesperado, intenta forzar todas las puertas y ventanas pero no logra hacerles mella: piso y laterales están reforzados con planchas de acero, así como los vidrios -además de polarizados e insonorizados- están blindados para resistir impactos de bala a quemarropa sin inmutarse.

Agotado y resignado, el joven se ve obligado a pasar la noche sin comida ni agua encerrado en la 4×4, sin sospechar que cuando vuelva a conectar el sistema de sonido recibirá una llamada del dueño de la camioneta para informarle que todo lo que está viviendo es un castigo planeado por él, cansado de sufrir la inseguridad.

La manchita que creció

Cuando se menciona que una película sucede en una única locación suele interpretarse que se trata de una producción pequeña y con presupuesto limitado, pero sería un prejuicio errado decir esto de 4×4, donde las dificultades para grabar dentro de un espacio tan confinado tienen que haber sido muchas.

Algo similar se aplica el hecho de tener un único  actor en escena que vemos durante gran parte de la película, pero el trabajo actoral de Peter Lanzani (Un Gallo para Esculapio) es el punto más alto del film.

Forzado a contar lo que necesita mayormente con gestos y acciones, sostiene la expresividad en los primeros planos como pocos. Recién cuando lo mandan al monólogo es que hace agua, pero más que nada porque el texto que debe interpretar es incoherente, casi ridículo. A pesar de su buena labor es difícil empatizar con una víctima que el director se esfuerza en remarcar como una mala persona, alguien que se merece todo lo que le está sucediendo por más ilegal que sea.

Al mismo tiempo, tampoco se deja mucho margen para conectar con el hombre dispuesto a invertir un montón de dinero para torturar a un enemigo al azar, siempre con los falsos buenos modos característicos del perverso. Mas allá de la actuación pobre de Dady Brieva, es un personaje que insinúa mucha más profundidad de la que se llega a ver, porque el guión es definitivamente el punto más endeble de 4×4.

Aparte de estar de acuerdo o no con la marcada línea ideológica, la cual baja subrayada con un resaltador fluo, la trama tiene muchos puntos que exigen un nivel de suspensión de la incredulidad demasiado intenso. El interior de la 4×4 parece estar en un bolsillo dimensional donde las reglas de la física y la probabilidad están modificadas para que el plan del médico funcione. Nadie puede ver ni  escuchar desde afuera sin importar que el ladrón esté golpeando el vidrio con una barreta, con la radio y el aire acondicionado funcionando por largas horas sin agotarse la batería. Dejando pasar todo esto para elegir creer que realmente alguien logró construir la trampa perfecta, uno esperaría que la mente capaz de diseñarla fuera mucho más detallista a la hora de ejecutar su venganza aleatoria.

Pero, por el contrario, confía en que todo lo demás suceda azarosamente de forma cronometrada y precisa, siguiendo exactamente lo que necesita la historia a pesar de que hay momentos donde sería más lógico que sucediera otra cosa.

Quizás esa no fue nunca la intención y solo alcanzaba con mostrar una fantasía de venganza clasemedista, pero el resultado es que todo parezca poco más que un cortometraje estirado (aunque visualmente bien ejecutado) que se queda sin contenido después de presentar una premisa con potencial.