Cinco días sin Nora propone una mirada por momentos negra, por momentos satírica, de las diversas formas de las relaciones familiares, y de la religiosidad como dogma inmutable.
Al comenzar la película, José descubre que Nora, su ex esposa, acaba de suicidarse. Un rabino, enviado por su consuegro, llega tan pronto como puede, incluso antes de que José esté dispuesto a recibirlo, para ordenar los rituales fúnebres. Debido a los dogmas judíos, deberán esperar 5 días para poder sepultarla. Nora sabía esto, y preparó su suicidio para obligar a sus familiares a compartir la festividad del Pesaj en su casa, cenando en la mesa que ya había dejado puesta, degustando la comida que estaba casi totalmente preparada. Manipuladora post-mortem, Nora incluyó en su plan, la posibilidad de que el ex esposo descubriera un secreto que ella tenía largamente guardado. Mientras este desea enterrarla a toda costa, con o sin ritual, con o sin consentimiento familiar, su hijo defenderá la práctica religiosa. En medio de tal conflicto, unos rabinos ortodoxos, un ridículo ayudante, y varios personajes laterales mediaran en la situación extrema.
De todas las lecturas posibles sobre la película ganadora del Astor de oro 2009, me interesa su mirada sobre la ritualidad religiosa. Como sátira a las convenciones familiares y a los dogmas religiosos, Cinco días sin Nora, propone una dialéctica entre los ritos ortodoxos y los ritos sociales. A través de los primeros, se impone el orden originado por el mito fundante, y por lo tanto, es eterno, está fuera de la historia. La ritualidad social es aquella que, si bien reproduce algunas ceremonias originales, las mismas son recuperadas desde las prácticas sociales, y por lo tanto tienen carácter histórico. La repetición del rito religioso no convierte a José, el ex esposo de Nora, en un hombre piadoso. Lo que esta ritualidad social produce es construir y mantener vínculos, lazos afectivos y comunitarios. La aceptación de las convenciones religiosas, aun para los no creyentes, tienen un efecto de socialización que, no siendo en impugnador en su totalidad del orden, representa una apertura posible de la ortodoxia religiosa. El trabajo de la realizadora no se centra en juzgar la validez de las creencias o de las prácticas, sino de poner frente a frente la religiosidad cotidiana con las prácticas ortodoxas.
En términos de su realización la comedia funciona perfectamente, tanto por el aplicado trabajo de la directora, que no repite, ni estira las situaciones humorísticas, como por el sólido complemento de las actuaciones, que dan base firme a un relato articulado en la contraposición de los caracteres de los personajes. Divertida, fresca y austera, Cinco días sin Nora sin ser una presencia insoslayable, propone una mirada por momentos negra, por momentos satírica, de las diversas formas de las relaciones familiares, y entre ellas, de la religiosidad como dogma inmutable.