Que me mato por tener algo contigo
Comedia negra, con humor de funeral y amores recobrados.
Nora, la mujer del título de esta película, fracasa durante toda su vida hasta que un día, en la vejez, tiene éxito: se mata. Pasa de potencial suicida a suicida: un objetivo que había perseguido durante toda su vida. Su intención, al parecer, era la mera desaparición física, porque -pulcra, minuciosa, delicada- deja un plan póstumo, en el que se volverá una presencia constante. Un plan que abarca a familiares y conocidos pero que, principalmente, "encierra" a José, su ex marido, y vecino, en la casa de ella. Y lo obliga a pensar (la), evocar(la), valorar(la), revalorar(la), cuando todo es inútil. O tal vez no. O no del todo.
La transformación de José (Fernando Luján), un hombre escéptico, cínico, obligado -por el Pésaj y otras tradiciones judías- a esperar cinco días hasta el entierro de su ex esposa será gradual. El arco de metamorfosis afectiva de él se irá trazando, lentamente, alrededor de un humor negro basado en rituales fúnebres, ortodoxias religiosas, disfunciones familiares y hasta sospechas de antiguos adulterios de ella.
Distintos personajes -desde rabinos conservadores hasta un equipo de empleados de una funeraria católica convocado por José- entrarán y saldrán de la casa como en un vodevil. Por momentos, bordeando el tono farsesco. Pero anclándose, finalmente, en un costumbrismo que acentúa con la llegada del hijo, la nuera y las nietas de José y Nora.
Cinco días, ganadora del Astor de Oro en el último festival de Mar del Plata, es algo así como una comedia negra romántica, aunque este último punto no sea tan ostensible. La ácida comicidad domina el tono general, pero no con la exaltación sarcástica de -por ejemplo- Muerte en un funeral. Al contrario: tras los enredos y los gags mortuorios -algunos eficaces, otros no tanto-, la opera prima de la mexicana Mariana Chenillo va mostrando su carácter sentimental y melancólico, sin volverse solemne ni melodramática, pero tampoco generando una gran empatía.
En su debut, Chenillo muestra encuadres virtuosos, y una fotografía y ambientación -siempre en el interior de la casa- que transmiten la densidad del momento, más allá de las situaciones graciosas que mitigan asperezas y juegan con los contrastes. La actuación de Luján es uno de los puntos fuertes; el resto del elenco es correcto, aunque ciertos personajes derrapan en el grotesco. Los flashbacks de José y Nora jóvenes son lo menos logrado del filme.
Al final, no predomina el desenfado estilo Monty Python sino el módico, triste consuelo de la reparación póstuma, tamizada por un humor tenue, agridulce. La idea de que los vínculos sentimentales -erosionados en vida- pueden regresar y resignificarse en la muerte, un tema que no es tabú para la cultura popular mexicana.