Producir y destruir.
En 2014 "Ocho Apellidos Vascos" se convirtió en un absoluto éxito de taquilla en España, por lo que sus productores decidieron explotar el fenómeno con una segunda película a la que llamaron "Ocho Apellidos Catalanes". Lamentablemente la obviedad en el título se traslada al relato.
De entrada nos enteramos que Rafa y Amaia no acabaron casados sino separados, cada uno por su lado. Rafa la va de Don Juan en su amada Sevilla cuando un día se le aparece el padre de Amaia para avisarle no solo que ella iba a casarse con otro, sino que ese otro además es catalán.
Si en la película anterior había que lidiar con el argot de andaluces y vascos, ahora hay que sumar el de los catalanes. Demasiado para los que somos ajenos a tanta trifulca territorial, cultural y política. Lo que el director logró antes, imponer el relato y su tono por encima de lo regional, acá no lo consigue; se embarra en chistes que solo en España pueden entenderse, lo que no significa que sean efectivos. Para el argentino promedio será muy difícil comprender la mayoría de los diálogos y gags, lo que hace inexplicable su estreno en el país habiendo tanto buen cine español de carácter más universal.
Dani Rovira repite sus gracias, y lo hace muy bien, en tanto el resto del elenco cumple satisfactoriamente con lo que el guión pide, pero problema es el guión. En definitiva, estamos ante un ejemplo muy claro para ser utilizado cuando se quiera sentenciar que segundas partes nunca fueron buenas.