En el idioma del amor
La película española que toca un tema sensible como el de la nacionalidad. El mérito está en la gracia de algunos comediantes.
Las rivalidades regionales de España son el caldo de cultivo para Ocho apellidos catalanes, continuación de Ocho apellidos vascos. Con más enredos que romanticismo, la película de Emilio Martínez-Lázaro ofrece la segunda oportunidad para el amor de Rafa (Dani Rovira) y Amaia (Clara Lago). Koldo (Karra Elejalde), padre de la chica, se enfrenta esta vez a la probable boda de su hija con un catalán rico, refinado, artista plástico y nieto de una independentista acérrima.
Con muchos juegos de palabras en los que se entrelazan vascos, andaluces y catalanes, la película, de escaso vuelo e imaginación, apuesta al pasatiempo, tocando un tema sensible en territorio español como es el de la nacionalidad. Para el espectador no español la comedia propone algunos chispazos divertidos y colores autóctonos. Ocurre una vez que se acomoda el oído a los giros y modismos que los personajes se lanzan como saetas. También hay alusiones a costumbres, rituales y fiestas populares, escenarios para los desencuentros entre Amaia y sus dos pretendientes.
El mérito está en la gracia de algunos comediantes que hacen algo con nada. Karra Elejalde es el vasco que no pisará jamás suelo madrileño. Junto a Carmen Machi, como Merche, arman una buena pareja de soporte a las peripecias de Rafa. Se lleva las palmas Rosa María Sardà como Roser. La actriz es la abuela poderosa, astuta y sarcástica. Con Merche y Koldo le saca chispas al vocabulario.
Ocho apellidos catalanes dedica buena parte a la sátira, con los catalanes como blanco. A la villa de Soronelle llegan los otros españoles que recrean con la excusa del romance el tironeo que tiene a muchos corazones ibéricos divididos.
La película sólo propone ese juego, con una artillería lingüística poderosa, que el guion no logra mantener con la historia y los rasgos caricaturescos de los personajes.