Gastón Solnicki ya es un nombre establecido en el panorama del cine independiente. A partir de Süden, su ópera prima, viene construyendo una obra personal, donde el documental va dando paso a un fascinante híbrido con la ficción , y a su vez, a films más difíciles de clasificar. Después de Introduzione all’oscuro, el director regresa a Viena con A Little Love Package. Aquí el punto de partida tiene lugar en 2019, horas antes de que la ciudad tenga prohibido fumar dentro de bares y restaurantes, costumbre que supo mantener aún cuando eso ya no sucedía en otras partes de Europa. Una excusa para presentar a una serie de personajes (mejor dicho, personas) con sus vivencias. Más concretamente, Solnicki sigue a Angeliki (Angeliki Papoulia, actriz fetiche de Yorgos Lanthimos), que llega a la capital austríaca para comprar un departamento, y Carmen (Carmen Chaplin, nieta de Charles Chaplin), que recupera la relación con su familia paterna. El director, que trabajó sin un guión previo -aunque sin improvisar-, propone más una experiencia sensorial que una narración clásica, que confirman su capacidad para complementar recursos y generar climas mediante un cuidado trabajo visual y sonoro. Sin embargo, es ineludible el espíritu de fin de ciclo que impregna cada escena, y que tiene su apoteosis durante una secuencia clave, musicalizada con “Wonderful Life”, olvidado éxito de los ‘80 de Colin Vearncombe, mejor conocido como Black. En A Little Love Package, Gastón Solnicki no sólo se mantiene fiel a su búsqueda creativa sino que sabe ir más allá. Así, evitando los discursos, logra hablar de tradiciones, esencias y cambios.
Enigmática propuesta, como la mayor parte de la obra de Gastón Solnicki que indaga sobre el habitar, la pregnancia del pasado en el presente, los vínculos y los cigarrillos.
Construida en base a pequeñas viñetas cuya línea rectora parece ser la indecisión de una mujer para mudarse, cuesta encontrarle a A little love package un arco dramático definido, tradicional, lo cual puede resultar una experiencia compleja para quienes se acerquen a ella. Tal vez algún espectador se tope con una pared similar a la que Carmen (Carmen Chaplin, nieta de Charles) se enfrenta cada vez que acompaña a su amiga Angeliki (la griega Angeliki Papoulia) a ver departamentos en Viena. A cada lugar que visitan, Angeliki le encuentra un pero: que es ruidoso, que no le gustan los pisos, que está cerca de un restaurante. Decoradora de interiores, Carmen está a punto de perder la paciencia.
Gastón Solnicki tiene un estilo personal y único con muchos lujos visuales, colaboradores Increíbles, con trabajos abiertos a la improvisación, que como en este caso, es una suerte de Calidoscopio fascinante. Una de las ideas con que se presenta la idea de fin de una era, toma como eje a una ordenanza estatal que prohibe fumar en los bares de Viena. Una decisión que rompe con tradiciones y culturas, con lo bello de esa ciudad que alberga barrios encantadores, museos con obras fundamentales. Pero dentro de ese mundo perdido están las confesiones de mujeres y sus discusiones sobre el dinero y el futuro, la música siempre adecuada, actitudes a las que obliga la tradición y las crueldades actuales. Filmada en Austria y Andalucía, con la fotografía del famosísimo Rui Pocas ( Zama) el relato del escritor mexicano Mario Bellatin, se palpan melancolías y despedidas a un mundo clásico que presiente su desaparición, la indiferencia al pasado, la poca conciencia de lo bello que propone su clásica estética frente a tanta modernidad.
Narrada con un tono impostado por el escritor mexicano Mario Bellatin (Salón de belleza) y con la cámara del reconocido portugués Rui Poças (Aquel querido mes de agosto y Tabú, de Miguel Gomes; Morir como un hombre y El ornitólogo, de João Pedro Rodrigues; As boas maneiras, de Marco Dutra y Juliana Rojas; Frankie, de Ira Sachs, y Zama, de Lucrecia Martel), A Little Love Package comienza en Viena, la capital austriaca, retratando el fin de la prohibición de fumar en espacios públicos y la desaparición de una parte de la cultura del "Kaffeehaus". A continuación, la historia sigue a la actriz Angeliki Papoulia en el papel de una profesora de griego que busca un departamento en la ciudad, acompañada de su amiga, la actriz Carmen Chaplin, que interpreta a una diseñadora de interiores. Aunque esta pareciera ser la trama principal, la película se extravía en su afán por homenajear a la ciudad, recorriendo cafeterías vacías, un viejo taller de zapatos, una muestra de minerales en el Museo de Historia Natural de Viena o una fábrica de quesos. Como una muñeca rusa que se abre, estos lugares dan paso a nuevas historias aparentemente desconectadas: un meteorito caído en Marruecos, las lecciones de piano de una profesora coreana o la primera reacción nuclear en Gabón. Finalmente, la película se traslada a la Málaga rural, donde reside la familia de Carmen Chaplin, la nieta de Charles Chaplin, para luego regresar a Viena con una Angeliki nostálgica que se enfrenta definitivamente a un final de época (y al de la película). A Little Love Package es un ejercicio de comedia experimental y fragmentaria, musicalizado con canciones de John Cage y Black y melodías de Schubert y Mahler. Además, cuenta con un trabajo de cámara estática extraordinario que convierte cada plano en una obra de arte y remedia la falta de cohesión narrativa clara que puede devenir en una experiencia poco disfrutable.
Un eco, un gesto, una señal... La voz impetuosa del escritor Mario Bellatin propone, para imaginar cómo es una tradición, un paralelo entre la vida de una persona y el proceso de añejamiento de un queso en una bodega: “mientras la criatura recién nacida se desarrolla, se reproduce, envejece, muere, un queso que recién será devorado durante el funeral, un queso que será degustado únicamente por las generaciones futuras”. Algo que crece alrededor, que nos atraviesa, de lo que formamos parte como comunidad culturalmente y que, a la vez, se escapa de nuestro dominio. Algo atesorado por descubrir. Algo que exige una temporalidad propia. Algo que se hereda, pero puede reinventarse. La palabra tradición proviene de un verbo en latín que significa pasar de mano en mano, como sucede, a veces, con el cigarrillo. Un gesto. A little love package (traducible como Un pequeño paquete de amor) (2022) escenifica la prohibición de fumar en bares en Austria, el último país que terminó con esta costumbre. Señores, señoras, parejas inmersas en la parafernalia de los cafés pasan del humo a la ansiedad que produce la falta repentina de esa compañía, a generar otras formas de encuentro. No se trata de un adiós melodramático al “fin de una era”, plantea interrogantes sensibles sobre los umbrales entre cambios de época, entre generaciones, sobre los procesos de metamorfosis de los espacios, las emociones, las conductas, los valores personales y familiares. Mientras la luz anaranjada del alumbrado público se enciende lentamente y se expande en la oscuridad, como cuando se quema el papel de liar, la voz cuenta que las protagonistas son dos mujeres que “deambulan por la ciudad. Una trata de mostrar a la otra algo que es incapaz de comprender». Una de estas mujeres está buscando un hogar, una pequeña cajita de amor, y su amiga diseñadora de ambientes la ayuda. Deambulan, recorren despacio y casi en silencio una ciudad oscura, enorme y vacía, como dos flâneries. Sostienen, de a dos, la tradición de caminar, una actividad que permite observar las transformaciones a través de la lentitud, un ritmo contrario a la idea de un progreso desmedido del que no se puede tomar consciencia. La película de Gastón Solnicki lleva a la ficción aquello que no se documenta, rituales perdidos que involucran vicios y los intersticios particulares, íntimos, hacia dentro de lo social. Se proyecta este mes en el MALBA. Además de contar con la mencionada voz en off de Bellatin, participan las actrices Angeliki Papoulia, conocida por colaborar numerosas veces con Yorgos Lanthimos, y Carmen Chaplin, parte del elenco principal de Prisioneros del Sol, y el director de fotografía Rui Poças, que trabajó en Zama (2017) de Lucrecia Martel.
Con Süden (2008), Papirosen (2011), Kékszakállú (2016) e Introduzione all’oscuro (2018), Solnicki viene construyendo un universo, un imaginario, un estilo narrativo muy distintivo, en el que lo experimental y lo narrativo, lo fragmentario y lo contemplativo se combinan con resultados que van de lo fascinante a lo elusivo, de la alta cultura (simbolizada en su obsesión por el piano) a la comedia de enredos. Sus películas (o ensayos o artefactos audiovisuales) son verdaderos rompecabezas, pero en los que a su director no le hace falta encajar las múltiples piezas. De hecho, por momentos parece como si prefiriera dejarlas sueltas y que el resultado final fuese como una combinación aleatoria y anárquica de todos esos micromundos que sus films contienen y que de cierta forma casi mágica terminan conviviendo. Instalado en Viena y con el aporte visual del extraordinario director de fotografía portugués Ruy Poças (el mismo que ha trabajado con Miguel Gomes en Aquel querido mes de agosto y Tabú, con Joâo Pedro Rodrigues en Morir como un hombre y El ornitólogo, con Marco Dutra y Juliana Rojas en As boas maneiras, con Ira Sachs en Frankie y con Lucrecia Martel en Zama), Solnicki comienza A Little Love Package con otra de sus obsesiones: los cafés. Y los cafés vieneses no son precisamente algo menor. De hecho, el director argentino formado en Nueva York considera que en 2019, cuando se instauró la prohibición definitiva de fumar en esos ámbitos, se produjo un punto de inflexión, el fin de una era, una tradición y una cultura. Pero su película también incursiona de lleno en la ficción. Luego de unos planos de la ciudad, sus bares y sus habitués, aparece en pantalla Angeliki (Angeliki Papoulia), que está decidida a comprar un departamento, pero su amiga y diseñadora de interiores Carmen (Carmen Chaplin) siempre encuentra motivos para desaconsejar la operación. Más que una consejera parece una censora. Tenemos entonces a un cineasta argentino, un director de fotografía portugués, una protagonista inglesa (Chaplin) y otra griega (Papoulia, vista en films de su compatriota Yorgos Lanthimos), un narrador en off en castellano (el escritor mexicano Mario Bellatin), locaciones urbanas austríacas que luego se trasladan hasta la Andalucía rural. Todo sujeto a un trabajo abierto por completo a la improvisación, sin guion. Sí, A Little Love Package, con sus confesiones de mujeres, fábricas de quesos, barquitos a control remoto, lecciones de piano con profesora coreana, música de John Cage, Schubert, Mahler, paseos por museos, la omnipresente cuestión del dinero, pastores con sus cabras, Ferraris a toda velocidad e imágenes de ríos y mares es una experiencia por momentos desconcertante y en otros decididamente embriagadora, fascinante. Y con el acto de fumar como último acto de resistencia mientras suena ese himno pop ochentoso de Black, Wonderful Life.
El hábito preferencial que se establece con las películas radica en seguir una trama que pueda tener sorpresas, ocasione emociones diversas e incite a la interpretación. Es una modalidad de experiencia, no necesariamente la única. Por esa vía, A Little Love Package es un objeto inasible, pues se resiste a la línea recta de los relatos convencionales, lo que no significa un desdén por narrar. El entramado narrativo se parece más a un crucigrama que al resolverlo delinea una historia escrita por un sentimiento. El abracadabra de toda la película radica en hacer tangible la hospitalidad.
Puede que Gastón Solnicki no sea profeta en su tierra, pero es innegable que su talento y visión cinematográfica lo convierte en uno de los directores argentinos contemporáneos más interesantes. Con su película “A Little Love Package” obtuvo el Premio al Mejor Director en la última edición del BAFICI, mérito de un creador singular, quien transita aquí su quinto largometraje, luego de las logradas “Introduzione all’oscuro” (2019), “Kékszakállú” (2016), “Sucesos Intervenidos” (2014) y “Papirosen” (2011). El autor apuesta a la autofinanciación como irrenunciable mandato. Busca puertas afuera mecanismos de financiación que aquí no encuentra. Lo hace por no traicionar sus principios y estilo a la hora de filmar. Nada es literal en su obra; el lenguaje abre la posibilidad a múltiples sentidos. Espacios y desplazamientos caracterizan a una urbe que frecuentó asiduamente en la reconocida gala de festival que su fallecido amigo Hans Hurch dirigía. En la Viena de hoy, el capitalismo aplana temporalidades, y en lo que otorga el espacio geográfico determinado y de modo natural, Solnick encuentra estímulo para crear. Hay mundos que permanecen dispuestos a ser filmados. Oscilando entre la ficción y el documental, sus películas persiguen un tono ensayístico. Abundante música diegética irrumpe en secuencias. La prohibición de fumar en lugares públicos hará desaparecer una porción de la cultura Kaffeehaus, pese a que haya temporalidades que aún perviven. Un pretexto narrativo funciona como nexo para reflejar diversas formas, realidades y universos posibles. Para quien no filma apegándose a un guion, el misterio y la complejidad son dos herramientas que laboriosamente trabajará. Se testimonian significativas últimos minutos de cigarros, humos y colillas. La metáfora cobra otra importancia cuando el mundo colapsa por anexos motivos. Mientras la intuición guía al artista, el fin de una era se aproxima. Protagonizada por Angeliki Papoulia y Carmen Chaplin (nieta de Charles), cuenta con la participación den voz de Mario Bellatin.