El plan perfecto
Posiblemente éste largometraje, el tercero del director rosarino Rodrigo Grande, va a estar reconocido por el inteligente guión y las muy buena actuaciones. Sin embargo la gran vedette del mismo es la dirección de arte, sustentada y apoyada por la excelsa fotografía, el impecable diseño de sonido, y un montaje acorde.
Hasta el mismo nombre del filme, está muy bien pensado, no sólo hace referencia a uno de los espacios físicos donde transcurre parte importante del texto, sino, y simultáneamente, puede pensarse una vez finalizada la proyección como una gran metáfora, para ello debe quedar claro que el “Al” del título no es casual.
La primera secuencia ya da muestras de que estamos frente a un gran trabajo de producción. Un plano secuencia que nos introduce en el espacio donde va a transitar la mayor parte de la narración, plagado de detalles, hasta que la misma se constituye en la presentación del protagonista. Así es todo el filme, todo sugerido, nada redundante, explicitando sólo lo que debe ser explicitado.
La historia personal de Joaquin (Leonardo Sbaraglia) la sabremos a partir de pinceladas: el jardín de la casa derruido, los objetos deteriorados dentro del mismo, hasta el detalle del perro en sus últimos momentos, que ya ni puede caminar, está construido con esa delicadeza.
Es un hombre preso más de su pasado que de la silla de ruedas con la que debe trasladarse, recibe en su casa la inesperada llegada de Berta (Clara Lago) y su hija Betty. La pequeña no es muda pero no habla, se supone por situación post traumática, ella, una joven madre, sola, que debe lidiar con una situación para la que nadie está preparado. Se presenta como bailarina de striptease, y necesitando alquilar la pieza que Joaquin ofrece en un anuncio, y las razones son puestas con un plano desde la mirada de Berta. Sin más.
Esa casa supo de otra vida, de épocas alegres, ahora es sombría y oscura, casi el refugio ideal para Berta, no sabemos los por qué. En principio.
Estas presencias modificaran para bien y para mal el humor del dueño de casa, quien una noche trabajando en su sótano oye, descubre a un grupo de personas, lideradas por Galereto (Pablo Echarri), que están realizando un túnel, que pasa por debajo de su casa, para llegar a la bóveda del banco de al lado con la intención de vaciar las cajas de seguridad.
Nuestro héroe pergeñará un plan para quedarse con el botín, pero necesitará ayuda, su inteligencia es directamente proporcional a su dificultad física. Pero nada es lo que parece, y nunca nada sale como se lo planea.
Estamos frente a un thriller con todas las de la ley, que mantiene el suspenso hasta el final, con giros y sobregiros narrativos esperados, y no tanto, de estructura formal clásica, lineal, progresiva en su desarrollo, tal como pide el género al que adscribe.
Muy bien contada, y con un par de actores como protagonista y antagonista de lujo, no sólo como personajes sino además por las actuaciones, y no le va en saga la performance de Clara Lago, la ingenua niña de “Ocho apellidos vascos” (2014), es aquí una mujer fatal, haciendo gala de lo que posee por naturaleza y muchos recursos histriónicos.
Acompañados en este rubro por el infalible Federico Luppi, en un papel a su medida, y el muy buen actor español Javier Godino, a quien conociéramos como el asesino en “El secreto de sus ojos” (2012).