Una película de suspenso argentina, algo que no debería sorprendernos porque en el período clásico las había (y buenas). Después pasó de todo, pero no es aquí donde deba contarse esa historia. En esta película hay dos personajes antagónicos, interpretados por Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri. El primero es un hombre en silla de ruedas que alquila una habitación a una mujer bella y, en apariencia, luminosa (Clara Lago). El segundo está construyendo, bajo la casa del primero, un túnel para robar un banco. Y la mujer no es tan luminosa. Esto lleva a un juego de cacerías, de espionaje, de paranoias. El asunto es oscuro y está fotografiado con esa misma oscuridad, lo que vuelve al film conciso y, en ocasiones, muy preciso en lo que narra. Hay secuencias donde el suspenso funciona de manera perfecta (la limitación del protagonista, tan “hitchockiana” como el género merece, funciona muy bien) y hay también algunos huecos de guión. Pero el film se hace cargo incluso de sus lugares comunes, y está tan interesado en sus criaturas como en proveer de tensión al espectador. No siempre lo logra del todo, es cierto, pero cuando lo hace es efectivo. Lateralmente, es una pena que los dos protagonistas, que tienen eso inasible que es la presencia cinematográfica, no hayan podido desarrollarla mejor en un cine de género vernáculo, siempre posible y siempre eludido por la urgencia de ser didáctico.