Al final del túnel es una gran thriller argentino mucho mejor que gran parte de propuestas similares que llegan desde Hollywood semana a semana.
Hago esta aclaración de entrada porque aún en el año 2016 todavía se puede encontrar gente que “no ve cine nacional”.
Ya hace mucho tiempo (por suerte) que vengo escribiendo sobre como el género se va posicionando en nuestra industria y este fiel exponente que se estrena hoy es un espejo de la calidad con la que contamos.
Una idea simple y ya vista: un robo a un banco por un túnel, un héroe por accidente, un villano y una mujer en apuros que necesita ser salvada son los condimentos universales que aquí tienen un gran sello de calidad.
El director Rodrigo Grande, quien viene producciones más pequeñas tales como su última película Cuestión de principios (2009), maneja muy bien esta nave de corte industrial con un propósito, una estética y una narrativa muy clara y prolija.
Hay momentos divertidos, escenas de acción y suspenso y giros argumentales ingeniosos que en lugar de escapar al cliché lo abrazan para hacerlo original.
La película no decae en ningún momento y el cinéfilo con ojo entrenado disfrutará la fotografía del “Chango” Monti, quien hace un laburo excelente como siempre.
En cuanto lo actoral, Leonardo Sbaraglia compone un personaje con matices que se va ganando al espectador de a poco. Su trabajo es muy bueno y el reto físico se valora.
Por su parte, Pablo Echarri (que también es productor) sale de su zona de confort causándote que te den más ganas de verlo en el cine en papeles así. Su personaje es inversamente proporcional al de Sbaraglia porque a medida que pasa la cinta lo vas odiando más y más.
La española Clara Lago además de derrochar sensualidad hace alarde de un gran acento argentino y buena dupla con los dos protagonistas.
El resto del elenco está muy bien, sobretodo Javier Godino como “el que piensa” de la banda de ladrones.
Al final del túnel es buen entretenimiento garantizado, un film sin desperdicio que sin dudas merece ser visto en el cine.